Círculo de brujas encantadas en el bosque de El Pedregal
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RODE DE BROXAS EN O PEDREGAL
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Llegado el equinoccio de verano, las
brujas de Jabaloyas iniciaban su marcha hasta el Moncayo para realizar sus
aquelarres anuales. El viaje, como todos los viajes de la antigüedad mágica,
estaba lleno de peligros. Desde el monte Jabalón salían al anochecer y viajaban
aprovechando la oscuridad para pasar desapercibidas a los ojos del resto de los
mortales. Días antes del viaje debían de preparar la escoba. Se trataba de
coger determinadas hierbas nacidas en la feliz primavera serrana y frotar con ellas,
fuertemente, el palo de la escoba. Una
vez bien realizada esta operación sólo cabía, tras colocársela entre las piernas, emprender el vuelo. Una porción de
las brujas debería desviarse un tramo del camino y pasar por Pozondón. Allí, en
el castillo de La Torre, otras brujas las esperaban con un hermoso macho cabrío
que habían criado durante todo el invierno. Por esta razón la torre es conocida
como DEL BOQUE. El macho cabrío (boque) era esencial para el aquelarre y, este
desvío de la ruta, lo hacían la brujas más diestras y veteranas de todas las que
habitaban el monte Jabalón.
La segunda parada de las brujas era,
no menos arriesgada y peligrosa, que la anterior. Se trataba del BOSQUE MÁGICO
DE EL PEDREGAL. Cubierto de carrascas milenarias, muchos creían que aquel
bosque era un espacio natural obra del Creador de todas las cosas. Pero no, en El
Pedregal y en toda la redolada sabían y, aún saben hoy en día, que esto no es
cierto.
La magia, la alta magia, es un don
casi tan grande como el del propio Dios y está en poder del macho cabrío,
encarnación del mismísimo demonio. La magia sirve para contraponer, al poder
divino de la inmortalidad encarnado en la Virgen María, el poder, también
divino, del diablo. El diablo, de rango inferior al todopoderoso logra,
mediante la magia, mantener inerte, en suspensión, a aquellas mujeres que le
rinden tributo: las brujas. Por esta razón existen los BOSQUES MÁGICOS. Se
trata de lugares privilegiados en los que las brujas, ya sea por enfermedad o por
haber entrado en la ancianidad, quedan definitivamente convertidas y
trasfiguradas en estos magníficos y fantásticos árboles. Todo ello en espera de
que la lucha constante entre el bien y el mal incline su balanza en una u otra
posición. En el BOSQUE MÁGICO de El Pedregal
esperan las brujas, transfiguradas, la sentencia del JUICIO FINAL en el cual, si gana Dios, quedarán
reducidas a ceniza. Más, si gana el diablo, retomarán vida inmortal, como ya lo
hiciera la Virgen María.
Dejan, luego, las brujas el BOSQUE MÁGICO para seguir su camino hasta el Moncayo pero, no dejarán de enfrentarse a nuevas
pruebas y a nuevos trabajos. Más adelante llegarán al lugar que es morada de Lug (ahora Luco)
el más poderoso Dios de los Celtas. Aquí, los zorros o zarragones, disfrazados
de las más diversas formas, tratarán de confundirlas para que no alcancen su
meta. Pero éste, sin duda, será otro de los apasionantes relatos que tienen escritos las brujas en sus
anales.
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Un duendecillo le hace cosquillas a una bruja en su barriga.
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