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miércoles, 30 de octubre de 2019

Octubre2019/Miscelánea. CUENTOS DE TERROR EN EL OTOÑO DEL VALLE DEL ALFAMBRA

Un hospital que da miedo
Antes de dedicar este terreno a Nuevo Hospital de Teruel, fue un vivero del Estado. Sin embargo, pocas gentes saben que, anteriormente, acabada la Batalla de Teruel (22 de febrero de 1937), más de 6.000 cadáveres se enterraron en este lugar. Se hicieron franjas longitudinales y aquí se depositaron hasta que, después, se exhumaron sus cuerpos y se llevaron al Valle de los Caídos (más del bando republicano que del nacional). Muchos señalan que para la noche de difuntos sienten una enorme multitud de gritos y lamentos, de disparos de fusil y atronar de cañones, de trompas, trompetas y lamentos infernales. También los hay que juran haber oído este terrorífico espectáculo con fuegos fatuos y nubes de azufre ardiendo el día 22 de febrero. Sin embargo, otros señalan que no proceden, los llantos y los lamentos, de los cadáveres aquí depositados tras la Batalla de Teruel, sino que surgen de la falla tectónica que atraviesa el terreno y salen directamente del averno.
Sea como fuere, hay dos fechas en el año ( Día de Difuntos y 22 de febrero) en que los trabajadores no osan hollar este lugar de noche y, con cualquier escusa, esos días no acuden al trabajo. Los más valientes, por el contrario, procuran abandonar el lugar antes de la puesta del sol. 
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La chica de la curva del Ragudo
(Cuentos de terror)
 Cuenta la leyenda que un padre de familia volvía del trabajo a casa por Las Cuestas del Ragudo en la carretera que va de Teruel a Sagunto. Era una noche lluviosa, el frío empañaba el parabrisas y el cansancio empujaba sus párpados hacia abajo. A medida que avanzaba por la carretera, las gotas golpeaban con más violencia los cristales de su coche, que perdía estabilidad en el serpenteante trazado del asfalto.
El hombre agudizó los sentidos y redujo la marcha. En ese mismo instante, los faros del vehículo iluminaron la figura de una chica que, empapada por la lluvia, esperaba inmóvil a que algún conductor se apiadara de ella y la llevara a su destino. Sin dudarlo ni un momento, frenó en seco y la invitó a subir. Ella aceptó de inmediato, y mientras se sentaba en el lugar del copiloto, el chofer se fijó en su vestimenta. Llevaba un vestido blanco de algodón arrugado y manchado de barro. Por su pelo enmarañado, parecía que llevaba un buen rato esperando.
Reanudó el viaje y empezaron una distendida conversación en la que la chica esquivó en varias ocasiones la historia de cómo había llegado hasta aquel lugar. Hasta que llegó el momento idóneo. Con una voz fría y cortante, le pidió que redujera la velocidad hasta casi detener el vehículo. “Es una curva muy cerrada”, le advirtió. El hombre siguió su consejo y, cuando vio lo peligroso que podría haber sido, le dio las gracias. Ella, con voz cortante y fría, le espetó: “No me lo agradezcas, es mi misión. En esa curva me maté yo hace más de 25 años. Era una noche como ésta.” Un escalofrío recorrió la espalda del hombre y erizó su piel. Cuando giró la vista hacia el copiloto, la joven ya no estaba. El asiento, sin embargo, seguía húmedo.
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La leyenda de las gemelas
(Cuentos de terror)
Les preparó el almuerzo y salieron a la calle apresuradas. Como cada día, llevaba a sus hijas gemelas al colegio. Caminaban tarareando una canción y cogidas de la mano cuando el teléfono sonó desde su bolso. Era del trabajo. Respondió rápidamente y su interlocutor le pidió que acudiera de inmediato a la oficina. Había ocurrido algo grave, así que decidió que las niñas continuaran solas; conocían bien el camino. Las besó en la frente y emprendió la ruta de vuelta. Solo dio veinte pasos. A sus espaldas, el ruido de un fuerte golpe seguido de un frenazo hizo que volteara la cabeza con una expresión de horror en el rostro. Los cuerpos de las dos pequeñas yacían inertes bajo un camión. Todavía estaban cogidas de la mano.
La mujer se sumió en una profunda depresión de la que consiguió salir con un nuevo embarazo. Por ironía del destino, en su vientre estaban cobrando vida dos niñas gemelas. Cuando dio a luz, el asombroso parecido con sus hijas fallecidas sorprendió a más de un vecino. A medida que las pequeñas crecían, la madre se volvió más y más protectora. Le aterrorizaba la idea de que pudiera perderlas. Un día, de camino al colegio, las hermanas se adelantaron y corrían ante la atenta mirada de la mujer. En cuanto pusieron un pie en el asfalto, una férrea mano las detuvo con brusquedad. Entre sollozos desconsolados, su madre les rogó que no cruzaran nunca sin su permiso. “No pensábamos en hacerlo. Ya nos atropellaron una vez, mamá. No volverá a ocurrir”.
Desde entonces, algunos viajeros aseguran que al pasar por ese tramo unas interferencias se cuelan en la radio y se oye una misteriosa melodía: el tarareo de unas niñas.
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El visitante nocturno
(Cuentos de terror)
Leonor se mudaba de nuevo. A su madre le encantaba la restauración, así que su predilección por las casas antiguas empujaba a la familia a llevar una vida más bien nómada. Era la primera noche que dormían allí y, como siempre, su madre le había dejado una pequeña bombilla encendida para espantar todos sus miedos. Cada vez que se cambiaban de casa le costaba conciliar el sueño.
La primera noche apenas durmió. El crujir de las ventanas y del parqué la despertaba continuamente. Pasaron tres días más hasta que empezó a acostumbrarse a los ruidos y descansó del tirón. Una semana después, en una noche fría, un fuerte estruendo la sobresaltó. Había tormenta y la ventana se había abierto de par en par por el fuerte vendaval. Presionó el interruptor de la luz, pero no se encendió. El ruido volvió a sonar, esta vez, desde el otro extremo de la habitación. Se levantó corriendo y, con la palma de la mano extendida sobre la pared, empezó a caminar en busca de su madre. Estaba completamente a oscuras. A los dos pasos, su mano chocó contra algo. Lo palpó y se estremeció al momento: era un mechón de pelo. Atemorizada, un relámpago iluminó la estancia y vio a un niño de su misma estatura frente a ella. Arrancó a correr por el pasillo, gritando, hasta que se topó con su madre. “¿Tu también lo has visto?”, le preguntó.
Sin ni siquiera preparar el equipaje, salieron pitando de la casa. Volvieron al amanecer, tiritando y con las ropas mojadas. Se encontraron todo tal y como lo habían dejado... menos el espejo del habitación de la niña. Un mechón de pelo colgaba de una de las esquinas y la palabra “FUERA” estaba grabada en el vidrio.
La familia se mudó de manera definitiva para dejar atrás aquella pesadilla. Leonor había empezado a ir a un nuevo colegio y tenía nuevos amigos. Un día, la profesora de castellano les repartió unos periódicos antiguos para una actividad. La niña ahogó un grito cuando, en una de las portadas, vio al mismo niño una vez más, bajo un titular: “Aparece muerto un menor en extrañas circunstancias”
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JUAN SIN MIEDO, UN CUENTO DE LOS HERMANOS GRIMM
Juan recibió el apelativo de sin miedo debido a que no tenía miedo a nada y se lamentaba de "no saber lo que es temblar". Pero cómo quería saberlo, un día salió de su casa dispuesto a correr aventuras esperando toparse en algunas de ellas con algo que "le hiciera temblar" y hacerle sentir miedo. Sin embargo, de poco le valió el encuentro que tuvo con una bruja ni después con un ogro. Y así llegó hasta un castillo encantado. El rey había prometido que concedería la mano de su hija a quien pudiera pasar tres noches en él, y Juan no lo dudó; ni los fantasmas ni las criaturas a las que tuvo que hacer frente consiguieron causarle miedo, por lo que logró casarse con la princesa. Finalmente nunca cuando su mujer, con objeto de darle lo que tanto tiempo llevaba buscando, derramó sobre él una jarra de agua fría mientras dormía, Juan por fin pudo "temblar", aunque sin conocer el miedo
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Octubre2019/Miscelánea. LA HISTORIA REAL DEL CONDE DRÁCULA


Vlad "El Empalador" con él nace el mito de Dracula.
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LA VERDADERA HISTORIA DEL CONDE DRÁCULA
Hace 540 años, el 14 de diciembre de 1476, fallecía en Transilvania el auténtico Conde Drácula: Vlad “El Empalador” (Vlad Tepes en rumano). Este sádico príncipe fue el personaje histórico, tan real como la vida misma, que sirvió de inspiración a Bram Stoker para crear al vampiro más famoso de todos los tiempos.
Como parte inmortal del imaginario colectivo, el imborrable y terrorífico personaje de ficción ha permanecido vivo generación tras generación gracias a la literatura y el cine, ¿pero cuál es su verdadera historia?
A diferencia del Drácula de Stoker, Vlad “El Empalador” no era un vampiro, aunque las evidencias sobre sus sanguinarios gustos y gestas hacen pensar que se acercaba bastante a  monstruo de carne y hueso. Este despiadado príncipe de Valaquia, la zona sur de Rumania, se hizo famoso por hacer de la tortura su pasatiempo, ganándose el sobrenombre de “El Empalador” por su afición  a clavar a sus enemigos en estacas.
Según los historiadores Raymond T. McNally y Radu Florescu, su padre, Vlad Dracul (de ahí lo de Drácula, que en rumano significa ‘demonio’), fue un príncipe rumano perteneciente a la Orden del Dragón, una fraternidad secreta de caballeros que tenía como objetivo proteger los intereses del catolicismo y luchar contra los turcos. Los miembros de esta orden llevaban una capa negra sobre una prenda roja en días señalados, motivo por el que Stoker, conocedor del contexto histórico y buen documentalista, eligió tal atuendo para su vampiro.
¿Por qué este personaje fue tan cruel? En 1444, el padre de Vlad “El Empalador” se vio obligado a entregar a dos de sus tres hijos como rehenes: Vlad Tepes, de 13 años, y su hermano Radu, quienes fueron trasladados a Estambul por generales del imperio otomano. A su regreso a casa, el joven Drácula descubrió que su padre había muerto apaleado y que su hermano Mircea, el único que no fue capturado como rehén por los otomanos, había sido quemado y enterrado vivo. Como venganza, Vlad se convirtió en “El Empalador” sembrando el terror sobre el pueblo que traicionó a su familia:  Invitó a los boyardos a una cena de Pascua, pero como si de un episodio de Juego de Tronos se tratara, el festín acabo en masacre.
Empalamientos, ejecuciones masivas, crueles torturas… puede que Vlad no durmiera en un ataúd ni llegara a beber de la sangre de sus víctimas, pero se calcula que entre 1456 y 1462 mandó ejecutar a más de 60.000 personas, sembrando el terror entre cualquiera que conociera de sus hazañas.
Aunque no sabemos por qué Bram Stoker eligió a este príncipe rumano del siglo XV como modelo para su personaje ficticio, muchos historiadores señalan que fue Arminius Vambery, un profesor húngaro de la universidad de Budapest, el que dio a conocer la historia al escritor haciendo despertar su imaginación.
No cabe duda de que Vlad III tenía sed de sangre, aunque fuera en sentido figurado, mientras que en el caso del conocido vampiro gótico, Stoker provocó que la necesidad de hemoglobina para vivir por la eternidad se tomara de forma literal (y literaria).
Las historias de vampiros formaban parte del folklore rumano, puede que el autor tuviera acceso a un artículo de Emily Gerard sobre las supersticiones de Transilvania publicado en 1885, y sobre todo que, como casi todos los buenos escritores, Stoker hiciera alarde de su habilidad para mezclar mitos y realidad documentada, dando nacimiento en 1887 al Drácula que ha llegado hasta la actualidad.
En 1976, Rumanía declaró a Vlad Tepes “Héroe de la nación”, un detalle quizá menos memorable que la imborrable y terrorífica marca dejada por el Nosferatu de la película de Murnau de 1922, el vampiro encarnado por Bela Lugosi en 1931 o el sanguinario Gary Oldman en el film de Francis Ford Coppola.
De no ser por Stoker y sobre todo, por el séptimo arte, muy probablemente no conoceríamos la historia de Drácula, pero al menos, tras leer estas líneas habrás puesto remedio al desconocimiento generalizado sobre hombre de carne y hueso que le antecedió. A fin de cuentas, sin las historias sobre sus atrocidades el vampiro inmortal ni siquiera hubiera existido. (Tomado de Internet)
Castillo de Vlad "El Empalador" en Transilvania.
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Octubre2019/Miscelánea. HISTORIAS PARA CONTAR EN LA NOCHE DE ÁNIMAS

LEYENDA DEL HOMBRE LOBO
Los hombres lobos son criaturas que sufren una mutación por medio de una mordedura. La leyenda dice que en luna llena, un hombre lobo sufre una metamorfosis radical en la cual el cuerpo humano cambia drásticamente, aparecen garras, pelo y colmillos tan grandes y afilados como los de un lobo normal. Los ojos cambian de color, los rugidos son bestiales y la fuerza se multiplica totalmente. Si un hombre recibe la mordida de un hombre lobo, este se transformará durante la siguiente luna llena.
No hay manera de sobrevivir al ataque de un hombre lobo, ellos se descontrolan y atacan a cualquiera sin importar si son hombres, mujeres, niños o si estos pertenecen a su familia. Los sentidos de los licántropos sobrepasan los límites conocidos, son unas máquinas para matar y solo hay una manera factible para acabar con ellos: Una bala de plata. Solo un arma cargada con balas de plata puede darle fin a la vida de un hombre lobo.
Después de la luna llena, el licántropo vuelve a adoptar la forma humana, pero conservan ciertas características que los individualizan del resto, por ejemplo, más pelo de lo normal, vista y olfato potenciado y orejas puntiagudas, eso fue lo que tomaron nuestros ancestros como patrón para acabar con los hombros lobos, pensaban que en su forma humana serían vulnerables, pero a pesar de no tener acceso a su parte animal, eran más fuertes que el resto, estaba dotados por naturaleza, no tenían rival.
Su temperamento es alterable, su mutación jamás dará vuelta atrás, se dice que hay un antídoto capaz de retrasar la conversión hasta aniquilar al lado licántropo, pero todo se quedó en simples leyendas. No salgas en luna llena, ellos van a encontrarte, procuran perpetuar su extraña raza y no van a dudar en atacarte cuando menos te lo esperes.
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Octubre2019/Miscelánea. ESPLIEGO / ESPIGOL / LAVANDA

Plantación de espliego (lavanda) en el valle del Alfambra. 
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La recogida de plantas aromáticas y medicinales ha sido una actividad tradicional en el valle del Alfambra desde siempre. Durante la segunda mitad del siglo XX se hizo popular la siega del espliego/lavanda en muchos municipios turolenses. No era un cultivo propiamente dicho ya que crecía en los yermos y en el monte de pastos. En Escorihuela, pueblo propicio para esta planta, funcionaban al verano dos calderas de destilado y los vecinos sacaban un complemento económico yendo a segar espliego. Yo también he ido. Y, en Escorihuela se ha creado el Centro de Interpretación del Espliego.
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Museo etnográfico del espliego en Escorihuela
Pinchad aquí:
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Plantaciones de espliego en Teruel (zona de los Baños de la Huerta Nueva)
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Moderna técnica de cultivo con riego por goteo. El subsuelo es rico en agua pues llega del acuífero Molina-Cella.
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La plantación puede observarse desde la Vía Verde Ojos Negros-Sagunto.
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EN
ESCORIHUELA
Es un espacio museológico único en España situado en Escorihuela (Aragón). Está dedicado al espliego, la planta, su recolección y destilación. Podrás ver los distintos tipos de lavanda existentes en el mundo, además de otras plantas aromáticas que se recolectaban, e incluso una sección específica del "cañizo", como material de construcción y agrario, o algunos aspectos interesantes de la zona como el paraje de "Los Aljezares", las dunas fósiles o las dolinas.***
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UN LIBRO:
EN O GRUDÓN ESPIGOL XUTO
(En el asfalto espliego seco)
DE 
CHUSÉ CARLOS LAÍNEZ
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martes, 29 de octubre de 2019

Octubre2019/Miscelánea. TERUEL Y LA EMIGRACIÓN.

LA EMIGRACIÓN EN LA PROVINCIA DE TERUEL
Tomás Roca Chust
(Colegio San Micolás de Bari -Teruel)
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Entre 1951 y 1975 emigran de Teruel 111.344 personas, de ellos un 34,9% en el decenio 1951-1960, un 48, 4 %  entre 1961-1970 y el 16,7% entre 1971-1975
(Pascual Rubio Terrado)
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De estos 111.344 turolenses que emigran:
Del año 1951 al 1960 emigran de Teruel 38.859 personas.
Del año 1961 al 1970 emigran de Teruel 53.890 personas
Del año 1971 al 1975 emigran de Teruel 18.595 personas.
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El crecimiento vegetativo (nacimientos menos defunciones) llega a su punto más álgido en el año 1910.
A partir del año 1910 la emigración se convierte en determinante de la sangría poblacional.
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Octubre2019/Miscelánea. EL MONTE DE LAS ÁNIMAS DE GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

Capitel del Monasterio de San Juan de Duero (Soria)
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EL MONTE DE LAS ÁNIMAS
de Gustavo Adolfo Bécquer
 La noche de difuntos me despertó á no sé qué hora el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo á las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.
 Intenté dormir de nuevo; ¡imposible! Una vez aguijoneada la imaginación, es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato me decidí á escribirla, como en efecto lo hice.
 Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche.
 Sea de ello lo que quiera, ahí va, como el caballo de copas.
I
 — Atad los perros; haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores, y demos la vuelta á la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el monte de las Animas.
 — ¡Tan pronto!
 — A ser otro el día, no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del Moncayo han arrojado de sus madrigueras; pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán á tañer su campana en la capilla del monte.
 — ¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme?
 No, hermosa prima; tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace un año que has venido á él desde muy lejos. Refrena tu yegua, yo también pondré la mía al paso, y mientras dure el camino te contaré esa historia.
 Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos: los condes de Bórges y de Alcudiel montaron en sus magníficos caballos, y todos juntos siguieron á sus hijos Beatriz y Alonso, que precedían la comitiva á bastante distancia.
 Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia:
 —Ese monte que hoy llaman de las Ánimas, pertenecía á ios Templarios, cuyo convento ves allí á la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos á la vez. Conquistada Soria á los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notable agravio á sus nobles de Castilla, que así hubieran solos sabido defenderla como solos la conquistaron.
 Entre los caballeros de la nueva y poderosa Orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por algunos años, y estalló al fin, un odio profundo. Los primeros tenían acotado ese monte, donde reservaban caza abundante para satisfacer sus necesidades y contribuir á sus placeres; los segundos determinaron organizar una gran batida en el coto, á pesar de las severas prohibiciones de los clérigos con espuelas, como llamaban á sus enemigos.
 Cundió la voz del reto, y nada fué parte á detener á los unos en su manía de cazar y á los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó á cabo. No se acordaron de ella las fieras; antes la tendrían presente tantas madres como arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fué una cacería, fué una batalla espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres, los lobos á quienes se quiso exterminar tuvieron un sangriento festín. Por último, intervino la autoridad del rey: el monte, maldita ocasión de tantas desgracias, se declaró abandonado, y la capilla de los religiosos, situada en el mismo monte y en cuyo atrio se enterraron juntos amigos y enemigos, comenzó á arruinarse.
 Desde entonces dicen que cuando llega la noche de difuntos, se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en girones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aullan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las Animas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche.
 La relación de Alonso concluyó justamente cuando los dos jóvenes llegaban al extremo del puente que da paso á la ciudad por aquel lado. Allí esperaron el resto de la comitiva, la cual, después de incorporárseles los dos jinetes, se perdió por entre las estrechas y oscuras calles de Soria.
II
 Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica del palacio de los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor iluminando algunos grupos de damas y caballeros que alrededor de la lumbre conversaban familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón.
 Solas dos personas parecían ajenas á la conversación general: Beatriz y Alonso. Beatriz seguía con los ojos, absorta en un vago pensamiento, los caprichos de la llama. Alonso miraba el reflejo de la hoguera chispear en las azules pupilas de Beatriz.
 Ambos guardaban hacía rato un profundo silencio.
 Las dueñas referían, á propósito de la noche de difuntos, cuentos temerosos, en que los espectros y los aparecidos representaban el principal papel, y las campanas de las iglesias de Soria doblaban á lo lejos con un tañido monótono y triste.
 — Hermosa prima, exclamó al fin Alonso rompiendo el largo silencio en que se encontraban, pronto vamos á separarnos, tal vez para siempre; las áridas llanuras de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y patriarcales sé que no te gustan; te he oído suspirar varias veces, acaso por algún galán de tu lejano señorío.
 Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia; todo un carácter de mujer se reveló en aquella desdeñosa contracción de sus delgados labios.
 — Tal vez por la pompa de la corte francesa, donde hasta aquí has vivido, se apresuró á añadir el joven. De un modo ó de otro, presiento que no tardaré en perderte... al separarnos, quisiera que llevases una memoria mía... ¿Te acuerdas cuando fuimos al templo á dar gracias á Dios por haberte devuelto la salud que viniste á buscar á esta tierra? El joyel que sujetaba la pluma de mi gorra cautivó tu atención. ¡Qué hermoso estaría sujetando un velo sobre tu oscura cabellera! Ya ha prendido el de una desposada; mi padre se lo regaló á la que me dio el ser, y ella lo llevó al altar... ¿Lo quieres?
 — No sé en el tuyo, contestó la hermosa, pero en mi país una prenda recibida compromete una voluntad. Sólo en un día de ceremonia debe aceptarse un presente de manos de un deudo... que aún puede ir á Roma sin volver con las manos vacías.
 El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al joven, que después de serenarse dijo con tristeza:
 — Lo sé, prima: pero hoy se celebran Todos los Santos, y el tuyo entre todos; hoy es día de ceremonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío?
 Beatriz se mordió ligeramente los labios, y extendió la mano para tomar la joya, sin añadir una palabra.
 Los dos jóvenes volvieron á quedarse en silencio, y volvióse á oir la cascada voz de las viejas que hablaban de brujas y de trasgos, y el zumbido del aire que hacía crujir los vidrios de las ojivas, y el triste y monótono doblar de las campanas.
 Al cabo de algunos minutos, el interrumpido diálogo tornó á anudarse de este modo:
 — Y antes que concluya el día de Todos los Santos, en que así como el tuyo se celebra el mío, y puedes, sin atar tu voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? dijo él clavando una mirada en la de su prima, que brilló como un relámpago, iluminada por un pensamiento diabólico.
 — ¿ Por qué no? exclamó ésta llevándose la mano al hombro derecho como para buscar alguna cosa entre los pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de oro... Después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió:
 — ¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy á la cacería, y que por no sé qué emblema de su color me dijiste que era la divisa de tu alma?
 — Sí.
 — Pues... ¡se ha perdido! Se ha perdido y pensaba dejártela como un recuerdo.
 — ¡Se ha perdido! ¿y dónde? preguntó Alonso incorporándose de su asiento, y con una indescriptible expresión de temor y esperanza.
 — No sé... en el monte acaso.
 — ¡En el Monte de las Animas, murmuró palideciendo y dejándose caer sobre el sitial; en el Monte de las Animas!
 Luego prosiguió con voz entrecortada y sorda:
 — Tú lo sabes, porque lo habrás oído mil veces; en la ciudad, en toda Castilla, me llaman el rey de los cazadores. No habiendo aún podido probar mis fuerzas en los combates, como mis ascendientes, he llevado á esa diversión, imagen de la guerra, todos los bríos de mi juventud, todo el ardor hereditario en mi raza. La alfombra que pisan tus pies son despojos de fieras que he muerto por mi mano. Yo conozco sus guaridas y sus costumbres; yo he combatido con ellas de día y de noche, á pie y á caballo, solo y en batida, y nadie dirá que me ha visto huir el peligro en ninguna ocasión. Otra noche volaría por esa banda, y volaría gozoso como á una fiesta; y sin embargo, esta noche... esta noche, ¿á qué ocultártelo? tengo miedo. ¿Oyes? Las campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzarán ahora á levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren sus fosas... ¡las ánimas! cuva sola vista puede helar de horror la sangre del más valiente, tornar sus cabellos blancos ó arrebatarle en el torbellino de su fantástica carrera como una hoja que arrastra el viento sin que se sepa adonde.
 Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible se dibujó en los labios de Beatriz, que cuando hubo concluido exclamó con un tono indiferente y mientras atizaba el fuego del hogar, donde saltaba y crujía la leña, arrojando chispas de mil colores:
 — ¡Oh! Eso de ningún modo. ¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante friolera! ¡Una noche tan oscura, noche de difuntos, y cuajado el camino de lobos!
 Al decir esta última frase, la recargó de un modo tan especial, que Alonso no pudo menos de comprender toda su amarga ironía; movido como por un resorte, se puso de pie, se pasó la mano por la frente, como para arrancarse el miedo que estaba en su cabeza, y no en su corazón, y con voz firme exclamó dirigiéndose á la hermosa, que estaba aún inclinada sobre el hogar entreteniéndose en revolver el fuego:
 — Adiós, Beatriz, adiós. Hasta... pronto.
 — ¡Alonso! ¡Alonso! dijo ésta, volviéndose con rapidez; pero cuando quiso ó aparentó querer detenerle, el joven había desaparecido.
 A los pocos minutos se oyó el rumor de un caballo que se alejaba al galope. La hermosa, con una radiante expresión de orgullo satisfecho que coloreó sus mejillas, prestó atento oído á aquel rumor, que se debilitaba, que se perdía, que se desvaneció por último.
 Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los vidrios del balcón, y las campanas de la ciudad doblaban á lo lejos.
III
 Había pasado una hora, dos, tres; la media noche estaba á punto de sonar, y Beatriz se retiró á su oratorio. Alonso no volvía; no volvía, cuando en menos de una hora pudiera haberlo hecho.
 — ¡Habrá tenido miedo! exclamó la joven cerrando su libro de oraciones y encaminándose á su lecho, después de haber intentado inútilmente murmurar algunos de los rezos que la Iglesia consagra el día de difuntos á los que ya no existen.
 Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se durmió: se durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso.
 Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de la campaña, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído á par de ellas pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz ahogada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana.
 — Será el viento, dijo; y poniéndosela mano sobre el corazón, procuró tranquilizarse. Pero su corazón latía cada vez con más violencia. Las puertas de alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes con un chirrido agudo, prolongado y estridente.
 Primero unas, y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso á su habitación iban sonando por su orden, éstas con un ruido sordo y grave, aquéllas con un lamento largo y crispador. Después silencio, un silencio lleno de rumores extraños, el silencio de la media noche, con un murmullo monótono de agua distante, lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles, ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas que se arrastran, suspiros que se ahogan, respiraciones fatigosas que casi se sienten, estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve, y cuya aproximación se nota no obstante en la oscuridad.
 Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinillas y escuchó un momento. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba á escuchar: nada, silencio.
 Veía con esa fosforescencia de la pupila en las crisis nerviosas, como bultos que se movían en todas direcciones; y cuando dilatándolas las fijaba en un punto, nada, oscuridad, las sombras impenetrables.
 — ¡Bah! exclamó, volviendo á recostar su hermosa cabeza sobre la almohada de raso azul del lecho; ¿soy yo tan miedosa como estas pobres gentes, cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura, al oir una conseja de aparecidos?
 Y cerrando los ojos intentó dormir... pero en vano había hecho un esfuerzo sobre sí misma. Pronto volvió á incorporarse más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión; las colgaduras de brocado de la puerta habían rozado al separarse, y unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, y á su compás se oía crujir una cosa como madera ó hueso. Y se acercaban, se acercaban, y se movió el reclinatorio que estaba á la orilla de su lecho. Beatriz lanzó un grito agudo, y arrebujándose en la ropa que la cubría escondió la cabeza y contuvo el aliento.
 El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de la fuente lejana caía, y caía con un rumor éterno y monótono; los ladridos de los perros se dilataban en las ráfagas del aire, y las campanas de la ciudad de Soria, unas cerca, otras distantes, doblaban tristemente por las ánimas de los difuntos.
 Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, porque la noche aquella pareció eterna á Beatriz. Al fin despuntó la aurora: vuelta de su temor, entreabrió los ojos á los primeros rayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del día! Separó las cortinas de seda del lecho, y ya se disponía á reirse de sus temores pasados, cuando de repente un sudor frío cubrió su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal descoloró sus mejillas; sobre el reclinatorio había visto sangrienta y desgarrada la banda azul que perdiera en el monte, la banda azul que fué á buscar Alonso.
 Cuando sus servidores llegaron despavoridos á noticiarle la muerte del primogénito de Alcudiel, que á la mañana había aparecido devorado por los lobos entre las malezas del Monte de las Animas, la encontraron inmóvil, crispada, asida con ambas manos á una de las columnas de ébano del lecho, desencajados los ojos, entreabierta la boca, blancos los labios, rígidos los miembros, muerta; ¡muerta de horror!
IV
 Dicen que después de acaecido este suceso, un cazador extraviado que pasó la noche de difuntos sin poder salir del Monte de las Animas, y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas horribles. Entre otras, se asegura que vio á los esqueletos de los antiguos templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla, levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y caballeros sobre osamentas de corceles, perseguir como á una fiera á una mujer hermosa, pálida y desmelenada, que con los pies desnudos y sangrientos, y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso.
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Monasterio de San Juan de Duero
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Octubre2019/Miscelánea. SAMHAIM, TODOS LOS SANTOS Y NOCHE DE ÁNIMAS

SAMHAIN
(31 de octubre)
De la noche del 31 de octubre al día 1 de noviembre celebraban los celtas la fiesta más importante del año. El final de la recogida de las cosechas, la caída de las hojas de los árboles, la prolongación de las noches... todo ello unido al sentimiento del fin de una etapa ( y comienzo de otra) hizo nacer el sentido transcendental de la muerte. Colocaban calabazas encendidas para guiar a los espíritus / almas a las tumbas en que yacían sus cuerpos terrenales.
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TODOS LOS SANTOS
(1 de noviembre)
Si Samhain se celebraba al menos desde el año 3.000 antes de cristo, ya muy tardíamente, a mediados del siglo IX, la Iglesia establece esta festividad que poco a poco va anulando la pagana.
Gregorio III (731-741) consagró una capilla en la Basílica de San Pedro a todos los santos y fijó el aniversario para el 1 de noviembre. Gregorio IV extendió la celebración del 1 de noviembre a toda la Iglesia, a mediados del siglo IX.
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DÍA DE DIFUNTOS O NOCHE DE ÁNIMAS
(2 de noviembre)
Es una fiesta que está ligada o es prolongación de la de Todos los Santos. Tiene como objeto rendir culto a los muertos.La celebración de esta fiesta dedicada a los difuntos, persigue, en la mayoría de culturas el objetivo de apaciguar a los muertos más recientes que vagan aún por la tierra sin encontrar el lugar de reposo (para la Iglesia Cristiana Católica ese lugar por el cual vagan se llama Purgatorio)
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EN TERUEL
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CINE (día 29 en el Museo) 
CONFERENCIA (día 30 Ayuntamiento)
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lunes, 28 de octubre de 2019

Octubre2019/Miscelánea. EL AZAFRÁN DE LA MASADA ROYA (TERUEL)


ZAFRÁN
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Brin.- Aragonesismo, hebra o bizna de azafrán.
El azafrán ha sido un cultivo muy popular en Teruel. Adaptado a tierras pobres y frías era un complemento a la economía familiar de singular importancia cuando las familias eran numerosas y la mano de obra abundante y barata. Se han contado miles de historias y anécdotas sobre el azafrán / zafrán, particularmente en la pasada Guerra Civil (36-39). El azafrán una vez secado no perdía valor, es decir, no se inflaccionaba y era moneda de cambio en los tratos. Por tal razón había personas que lo guardaban en la caja fuerte de los bancos. En la Batalla de Teruel se produjo el saqueo de los bancos y de ellos se sacaron las cajas que tenían azafrán. De tal manera que, cuando llegaban los camiones a Valencia solían decir: “Ya viene lo de Teruel que huele a azafrán”. En Huesa del Común confiscaron todo el azafrán de los particulares y lo depositaron en el Ayuntamiento. Por la noche, algunos vecinos hicieron un butrón y cogieron (eso sí), solamente su parte.
Ahora hemos visto, en el Alfambra, junto a La Estación de lo Baños, una plantación de azafrán y allí nos hemos ido a verlo.
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Octubre2019/Miscelánea. CUENTOS POPULARES ESPAÑOLES: LA MISA DE LAS ÁNIMAS

LA MISA DE LAS ÁNIMAS
Pues eran un padre y una madre y ambos eran muy pobres y tenían tres hijos pequeños. Pero es que, además de ser tan pobres, el padre tuvo un día que dejar de trabajar porque se puso enfermo y sólo quedaba la madre para buscar el sustento de todos y entonces la madre, no sabiendo qué hacer, tuvo que salir a pedir limosna. Así que salió y anduvo todo un día de acá para allá pidiendo limosna y cuando ya caía la tarde había conseguido recoger una peseta.
Entonces fue a comprar comida, porque quería preparar un cocido para que comieran los niños y ella y su marido, pero resultó que aún le faltaban veinte céntimos, y como no podía conseguir lo que faltaba, pensó:
-¿Para qué quiero esta peseta si no puedo llevar comida para todos? Pues lo que voy a hacer es pagar una misa con esta peseta que he sacado.
Y una vez que lo pensó se dijo:
-¿Y para quién diré la misa?
Así que le estuvo dando vueltas al asunto y al cabo del rato dijo:
-Le voy a encargar al cura que diga una misa por el alma más necesitada.
Conque se fue a ver al cura, le entregó la peseta y le dijo:

-Padre, hágame usted el favor de decirme una misa por el alma más necesitada.
Se fue entonces para su casa y no dejaba de pensar en su marido y en sus hijos que la esperaban; y en el camino se cruzó con un señor muy puesto que le preguntó:
-¿Dónde va usted, señora?
Y ella le contestó:
-Voy para mi casa. Mi marido está muy enfermo y somos muy pobres y tenemos tres hijos. Llevo todo el día pidiendo, pero no me dieron lo bastante para comer todos y como no me llegaba me fui a ver al señor cura para encargarle una misa por el alma más necesitada.
Entonces aquel señor sacó un papel y escribió en él un nombre y le dijo a la mujer:
-Vaya usted a donde dicen estas señas y dígale a la señora que le dé a usted colocación en la casa.
La mujer no se lo pensó dos veces y se encaminó a donde le había dicho aquel señor a solicitar la colocación.
Llegó a la casa que le habían dicho y llamó a la puerta hasta que salió una criada que le preguntó:
-¿Qué quiere usted?
Y ella contestó:
-Pues que quiero hablar con la señora.
Conque la criada se fue adentro a buscar a la señora y le contó que en la puerta había una pobre que pedía hablar con ella. Y la señora bajó a la puerta y le dijo la mujer:
-He visto en la calle a un señor que me habló y me dijo que usted me daría una colocación en la casa.
Y le dijo la señora:
-¿Y quién era ese señor?
Entonces la pobre, que estaba en la puerta, miró dentro de la casa y vio que en la sala había un retrato del que la había enviado allí y dijo:
-Ese señor que está en el retrato es el que me ha enviado aquí.
Y la señora dijo:
-Ése es el retrato de mi hijo, que murió hace ya cuatro años.
-Pues ése es el que me ha enviado aquí —contestó la mujer sin dudarlo.
Entonces la señora le preguntó:
-¿Y cómo es que se lo encontró usted?
Y ya le dijo la mujer pobre:
-Pues mire usted, que mi marido y yo somos muy pobres y tenemos tres hijos que mantener. Y como ahora mi marido está muy enfermo y no tenemos qué comer, yo salí esta mañana a pedir limosna y sólo junté una peseta y con eso no tenía bastante para comprar un cocido para todos y se la di al cura para que dijera una misa por el alma más necesitada. Luego volvía de la iglesia y me encontré a su hijo. A él le conté lo mismo que le he contado a usted y me escribió este papel y me dijo que viniera aquí.
Entonces la señora le dijo a la mujer que entrara y le dio colocación. Además le dio pan para que se lo llevara a sus hijos y le encargó que volviera al día siguiente y los demás días para servir en la casa. Y a los cinco días la señora tuvo una revelación y se le apareció su hijo y le dijo:
-Madre, no me llores más y no vuelvas a rezar por mí, que ya estoy glorioso y en presencia de Dios.
Y era que con aquella misa había acabado de pagar sus culpas en el Purgatorio y había subido al Cielo.
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