Vlad "El Empalador" con él nace el mito de Dracula.
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LA VERDADERA HISTORIA DEL CONDE
DRÁCULA
Hace 540 años, el 14 de diciembre de
1476, fallecía en Transilvania el auténtico Conde Drácula: Vlad “El Empalador”
(Vlad Tepes en rumano). Este sádico príncipe fue el personaje histórico, tan
real como la vida misma, que sirvió de inspiración a Bram Stoker para crear al
vampiro más famoso de todos los tiempos.
Como parte inmortal del imaginario
colectivo, el imborrable y terrorífico personaje de ficción ha permanecido vivo
generación tras generación gracias a la literatura y el cine, ¿pero cuál es su
verdadera historia?
A diferencia del Drácula de Stoker,
Vlad “El Empalador” no era un vampiro, aunque las evidencias sobre sus
sanguinarios gustos y gestas hacen pensar que se acercaba bastante a monstruo de carne y hueso. Este despiadado
príncipe de Valaquia, la zona sur de Rumania, se hizo famoso por hacer de la
tortura su pasatiempo, ganándose el sobrenombre de “El Empalador” por su
afición a clavar a sus enemigos en
estacas.
Según los historiadores Raymond T.
McNally y Radu Florescu, su padre, Vlad Dracul (de ahí lo de Drácula, que en
rumano significa ‘demonio’), fue un príncipe rumano perteneciente a la Orden
del Dragón, una fraternidad secreta de caballeros que tenía como objetivo
proteger los intereses del catolicismo y luchar contra los turcos. Los miembros
de esta orden llevaban una capa negra sobre una prenda roja en días señalados, motivo
por el que Stoker, conocedor del contexto histórico y buen documentalista,
eligió tal atuendo para su vampiro.
¿Por qué este personaje fue tan
cruel? En 1444, el padre de Vlad “El Empalador” se vio obligado a entregar a
dos de sus tres hijos como rehenes: Vlad Tepes, de 13 años, y su hermano Radu,
quienes fueron trasladados a Estambul por generales del imperio otomano. A su
regreso a casa, el joven Drácula descubrió que su padre había muerto apaleado y
que su hermano Mircea, el único que no fue capturado como rehén por los
otomanos, había sido quemado y enterrado vivo. Como venganza, Vlad se convirtió
en “El Empalador” sembrando el terror sobre el pueblo que traicionó a su
familia: Invitó a los boyardos a una
cena de Pascua, pero como si de un episodio de Juego de Tronos se tratara, el
festín acabo en masacre.
Empalamientos, ejecuciones masivas,
crueles torturas… puede que Vlad no durmiera en un ataúd ni llegara a beber de
la sangre de sus víctimas, pero se calcula que entre 1456 y 1462 mandó ejecutar
a más de 60.000 personas, sembrando el terror entre cualquiera que conociera de
sus hazañas.
Aunque no sabemos por qué Bram Stoker
eligió a este príncipe rumano del siglo XV como modelo para su personaje
ficticio, muchos historiadores señalan que fue Arminius Vambery, un profesor
húngaro de la universidad de Budapest, el que dio a conocer la historia al
escritor haciendo despertar su imaginación.
No cabe duda de que Vlad III tenía
sed de sangre, aunque fuera en sentido figurado, mientras que en el caso del
conocido vampiro gótico, Stoker provocó que la necesidad de hemoglobina para
vivir por la eternidad se tomara de forma literal (y literaria).
Las historias de vampiros formaban
parte del folklore rumano, puede que el autor tuviera acceso a un artículo de
Emily Gerard sobre las supersticiones de Transilvania publicado en 1885, y
sobre todo que, como casi todos los buenos escritores, Stoker hiciera alarde de
su habilidad para mezclar mitos y realidad documentada, dando nacimiento en
1887 al Drácula que ha llegado hasta la actualidad.
En 1976, Rumanía declaró a Vlad Tepes
“Héroe de la nación”, un detalle quizá menos memorable que la imborrable y
terrorífica marca dejada por el Nosferatu de la película de Murnau de 1922, el
vampiro encarnado por Bela Lugosi en 1931 o el sanguinario Gary Oldman en el
film de Francis Ford Coppola.
De no ser por Stoker y sobre todo,
por el séptimo arte, muy probablemente no conoceríamos la historia de Drácula,
pero al menos, tras leer estas líneas habrás puesto remedio al desconocimiento
generalizado sobre hombre de carne y hueso que le antecedió. A fin de cuentas,
sin las historias sobre sus atrocidades el vampiro inmortal ni siquiera hubiera
existido. (Tomado de Internet)
Castillo de Vlad "El Empalador" en Transilvania.
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