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martes, 31 de julio de 2012

Julio2012/Miscelánea. ¿TENEMOS SOBREDIMENSIONADA LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA EN LA PROVINCIA?

En 1860 la provincia de Teruel tenía 237.276 habitantes, en la actualidad (2012), tenemos 144.607 habitantes (INE 2011). Contábamos entonces con 10 Partidos Judiciales. Actualmente tenemos 3 Partidos Judiciales (Alcañiz, Calamocha y Teruel), sin embargo, ahora se han incorporado 10 Comarcas. La provincia tiene 236 municipios (279 en 1833) y 25 diputados provinciales. Hay pueblos como Almohaja, Alpeñés o Salcedillo con una densidad de 1,10- 0,91-0,71 habitantes por kilómetro cuadrado, respectivamente. 
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DEMASIADOS CONCEJALES
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Como consecuencia de la crisis que padecemos se está poniendo en cuestión el hecho de que si nuestros sistema representativo es adecuado o no. Primero, si la representación es adecuada en cada institución y luego, sí tantas instituciones, no representan un obstáculo organizativo y un marasmo administrativo que impide el mejor desarrollo de nuestra economía. Cuatro ojos ven mejor que dos, ello sería una razón para mantener la representación pero, la informática, es una herramienta que permite ahorrar costes de personal y agilizar los trámites. La toma de decisiones no es mejor porque haya mucho personal político: véase en Teruel la constante y prolongada serie de errores cometidos con el urbanismo. ¿¡Es imposible que con la mitad de concejales se hubieran podido cometer más!? Por otra parte los políticos se colman de asesores y ¿de que nos vale?, si al final prima el interés personal y el nepotismo.
ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓN
Municipios en España: 8.116.-
Concejales: 68.462.-
Diputados provinciales: 1.040.-
Consejeros de Cabildos Insulares: 153.-
Censo de electores: 34.202.425.-
EL TINGLADO DE UNAS ELECCIONES
23.719 locales electorales.
60.545 mesas.
181.635 miembros titulares de mesa.
208.309 urnas.
58.850 cabinas.
39.000.000 (millones) de sobres.
Además de las Juntas electorales y los Gobiernos Civiles funcionando durante dos meses (cuando menos) a base de horas extras.
Bueno la cosa no acaba aquí pues, luego, tenemos las elecciones autonómicas, las nacionales y las europeas. La democracia es un sistema caro, muy caro. ¿Por qué razón? Muy sencillo: cuando un partido ha gobernado mal y ha llevado a su país a la ruina, toda la responsabilidad acaba el día que pierden las elecciones. Al día siguiente se pone a criticar al partido ganador, de turno, con una fuerza ciega, como si el no hubiera tenido nada que ver con la ruina que se padece.
Pobre país, ya lo decía Joaquín Costa, lo que necesitamos es un “cirujano de hierro” y añado: a ver quién es capaz de acabar con la corrupción.
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lunes, 30 de julio de 2012

Julio2012/Miscelánea. ELECCIONES DEL 5 Y EL 12 DE ABRIL DE 1931

LA LEGALIDAD REPUBLICANA
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Conforme pasa el tiempo, ciertas corrientes ideológicas no sólo se atreven a hablar de la llegada de la II República a España como un hecho legal y legítimo, sino como un proceso natural dentro de la ley y el orden de la Monarquía Española proveniente del régimen de Cánovas del Castillo. Los aragoneses hemos tenido, históricamente, una especial sensibilidad con la formulación de las leyes y con su aplicación. Desde que Jaime I mandara al obispo de Huesca Vidal de Cañellas, en 1247, la compilación de los Fueros de Aragón se ha tenido especial preocupación, en esta tierra, por los derechos individuales y colectivos. Los episodios como el de Antonio Pérez, secretario de rey Felipe II, ponen a prueba el respeto y la fortaleza de las leyes en Aragón, hasta tal punto, de poner en jaque al propio reino por defender a un individuo en sus derechos legítimos. La Carta de Manifestación conocida hoy como, Hábeas Corpus, es un precepto legal genuinamente aragonés. Tal Carta protegía el cuerpo del delito mediante un Justicia y una serie de cárceles (cárcel de manifestados) en las que se garantizada la inviolabilidad del preso y un juicio justo, sólo por la causa juzgada y por leyes anteriores a la comisión de delito.
A la vista de tan escrupuloso respeto por las leyes, regido y exigido, en Aragón desde tiempo inmemorial. Cabe preguntarse por los sucesos que trajeron la II República española. En primer lugar hay que decir que se convocaron unas elecciones municipales, es decir, unos comicios cuyo objetivo era elegir nuevos concejales de Ayuntamiento de los cuales saldrían los alcaldes correspondientes. El mecanismo de dichas elecciones estaba legislado, en vigor y que al comienzo de las mismas y no se impugnó dicho proceso por infringir tal o cual ley. Las elecciones estaban programadas a dos vueltas y en ellas participaron todas las fuerzas políticas (excepto el sindicato CNT). En primer lugar se procedió a la proclamación de concejales en aquellos Ayuntamientos a los que concurría una sola candidatura (5 de abril). Luego, el día 12 se votó en el resto. La toma de los Ayuntamientos sin proclamarse los resultados electorales y el hecho de que el gobierno de la II República no los proclamase nunca, de forma oficial, ni extraoficial, da idea de la magnitud del suceso, ya fuera de la norma y de la ley. Pero no todo queda aquí (digamos, en un gran pucherazo electoral) sino que se cambia de régimen político de forma abrupta-revolucionaria. Estas prácticas de los primeros días revolucionarios de la república, se fueron prodigando cada vez con más osadía. Se culmina el proceso de violentación de la ley y el orden con ocasión de las elecciones llamadas del Frente Popular, en las que el proceso fue más que discutible y los resultados se proclaman con el nuevo Gobierno ya en pleno poder. De ahí que ahora en España pase casi un mes desde las elecciones hasta que el nuevo ejecutivo tome posesión, el gato está escaldado. La llegada de la II República fue un proceso revolucionario (golpe de Estado) dado por las fuerzas políticas de izquierda que ya se habían juramentado en el Pacto de San Sebastián y tuvo su prolegómeno con la Sublevación de Jaca por parte de Galán y García Hernández. Con estos precedentes, ¿qué modelo de democracia podía desarrollarse? Pues está claro, los socialistas y fuerzas afines (anarquistas y comunistas, POUM, etc.) nunca vieron la república como un fin en sí, sino como un camino hacia la revolución socialista. Promovieron la guerra (Asturias) y la revolución (quema de conventos e iglesias, creación de checas, etc.,) en todo momento y ocasión. Acabada la guerra, Indalecio Prieto, huyó con el tesoro del Vita a México, vivieron un exilio dorado mientras el proletariado se pudría en los campos de combate de Europa. Todo acabó con el fallido intento de invasión de España por los Pirineos tras la II Guerra Mundial y la dispersión del Maquis por nuestro territorio. Una historia romántica, sí, pero dolorosa. Una historia que pretendía que el proletariado ocupara el poder y estableciera una dictadura. Vimos el doloroso ejemplo de la URSS y quedamos vacunados para siempre. España pagó un grandísimo coste. Aragón y Teruel fueron las zonas más castigadas. Anarcosindicalismo y colectivización de las tierras en el Aragón oriental, expolio de bienes artísticos, todavía sin devolver por parte de Cataluña. Batalla de Teruel, destrucción del 75% de la ciudad de Teruel (37.000 muertos). Expolio del casco antiguo de la ciudad de los Amantes por las brigadas mixtas que fueron, luego, fusiladas por los suyos en Rubielos de Mora.  Destrucción de Belchite. Bolsa de Bielsa...
La II República que apareció de forma tan abrupta y antidemocráticamente siguió su propia estela y la justifican, hoy, con el Golpe de Estado Militar de Franco. Endeble argumento…
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La España de los años treinta era un país mayoritariamente rural y poco poblado en comparación con otros estados de la Europa occidental. A comienzos de 1931, España contaba con 23.563.867 habitantes, con una densidad de 46,7 habitantes por kilómetro cuadrado. En 1930, el 43 por ciento de los españoles vivía en núcleos de más de cien mil habitantes. Es decir,  que en 1930, el 57 por ciento de los españoles vivía en núcleos de menos de cien mil habitantes.
En 1931, en los inicios de la Segunda República, aunque las elecciones a Cortes Constituyentes de junio de 1931 se realizaron por sufragio universal masculino, a las mujeres se les reconoció el derecho al sufragio pasivo, por lo que pudieron presentarse como candidatas.
Antes de la consecución de la igualdad en el sufragio, la gran paradoja era que la mujer pudiera ser elegida y no pudiera elegir. El Gobierno republicano había autorizado el 8 de mayo de 1931 que las mujeres (y los sacerdotes) pudieran presentarse en las candidaturas, pero el voto se postergaba a una futura discusión en las Cortes.
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ELECCIONES MUNICIPALES DEL 5 y 12 DE ABRIL DE 1931
En las elecciones del 12 de abril de 1931 no participan las mujeres a ningún nivel.
Se realizaron dos vueltas, tal como estaba previsto.
 En la primera vuelta no había que votar pues eran proclamados automáticamente aquellos concejales que se presentaban por el artículo 29. La primera vuelta se realizó el día 5 de abril y quedaron proclamados concejales aquellos candidatos que no tuvieron oponente. Es decir, cuando se presentaba una sola candidatura.
La  segunda vuelta se celebró el día 12 de abril en aquellas ciudades y pueblo donde el número de candidaturas fuera al menos de dos.
Los resultados son los siguientes:
TUÑÓN DE LARA (marxista) da: 22.150 concejales monárquicos y 5.775 republicanos. Esta cifra está en cuestión pues había que elegir 80.000 concejales en toda España.
Como la República nunca dio los resultados de las elecciones tenemos que referirnos a:
MANUEL ARTOLA.  Este historiador basándose en el Anuario estadístico de 1932 da como resultados:
Concejales monárquicos: 40.275 concejales.
Concejales republicanos: 26.563 concejales.
 Consecuencia, las elecciones las ganaron los monárquicos, y se instaló un régimen republicano de izquierdas que nunca dio los resultados oficiales de dichas elecciones.
La ocupación de los Ayuntamientos sin proclamar los resultados electorales (excepto en la primera vuelta que eran evidentes) se debe entender como el inicio de un proceso revolucionario en el que se vulnera la ley y los resultados electorales: así nace el fundamento de la "nueva" democracia.
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domingo, 29 de julio de 2012

Julio2012/Miscelánea. TERUEL ( I I I )

TERUEL III
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Pedro Pruneda
Más allá de donde estaba la puerta de Zaragoza, subsiste aún la que la tradición ha llamado de la traición. Por ella penetraron, llevándolo todo a sangre y fuego, las tropas de Pedro I de Castilla, durante la guerra de los nueve años. No faltó denuedo a los de Teruel para defender sus hogares. Nueve días sostuvieron las embestidas de los ballesteros castellanos, y la ruina y mortandad que producían las enormes piedras que lanzaban desde fuera las bombardas. Rindiose Teruel “el día negro de Santa Cruz (1365), a mediodía, miércoles, por pacto malo et falso”. Junto a la puerta de la Traición se levantan los esbeltos arcos del famoso acueducto que construyó Bedel para surtirle de agua a la población, y al otro lado del barranco se ve el extenso llano de San Cristóbal, donde ahora está la plaza de toros, y donde antes estuvo el fosal o cementerio de los judíos.
Hay entre la puerta de Zaragoza y de la traición, entre el arrabal y los muros, una pequeña planicie, en la cual tuvo lugar un auto de fe en año 1486. Allí fueron quemados, por heréticos o judaizados, nueve vecinos de Teruel, siete hombres y dos mujeres. Desplegose fúnebre e inusitada pompa para el cruento espectáculo. Escoltados por mucha gente armada de a pie y de a caballo, llevaron a los presos por la Carrera de la Cárcel, desde las casas llamadas del Arzobispo, hasta la plaza del Mercado, en la cual se habían erigido dos cadalsos. Subieron al uno el inquisidor y sus ministros con sus trajes negros; en el otro subieron las desgraciadas víctimas de la intolerancia y el fanatismo religiosos, con sambenitos amarillos y mitras negras. Después de una arenga  u homilía que les dirigió el inquisidor, leyose a cada uno de los presos su proceso  y deposición de testimonios. Clamando ¡misericordia! Que no debían hallar sino ante el Dios en cuyo nombre los condenaban, fueron llevados a las hogueras que se habían encendido fuera de la puerta de Zaragoza, “en do era de Pero Pancha”. Era piedad ver una cosa tan nueva, dice con ingenua conmiseración el cronista, testigo presencial del suceso.
No por olvido, sino por considerarla de importancia secundaria, hemos dejado para lo último la Casas Consistoriales, la Sala Capitular y la Casa de la Comunidad. Las primeras, cuya fachada da a la plaza de la catedral, se encuentran en un estado ruinoso. Pronto tal vez la piqueta del albañil convertirá en escombros este antiquísimo edificio que fue casa solariega del ilustre D. Francés de Aranda, cuya imperecedera memoria vive en los anales de Aragón y vivirá eternamente bendecida por los pobres de Teruel. En la Sala Capitular, llamada así por ser el local destinado para celebrar sus reuniones el Capítulo General, se conserva así por ser el local destinado para celebrar sus reuniones el Capítulo General Eclesiástico, se conserva, colocada en una urna, la cabeza auténtica y embalsamada de D. Gil Sánchez Muñoz, electo Papa el 10 de junio de 1423 por los cardenales de la obediencia de Benedicto XIII. Renunció tan alta dignidad por la paz de la Iglesia, cuya determinación participó al ayuntamiento y capitulares en 26 de julio de 1429. En ambos costados de la sala se ven los retratos de Pedro IV, de Alfonso II, y del citado Sánchez Muñoz. La Casa de la Comunidad, construida en el siglo XVI, es de una solidez poco común. Su fachada que da a la plaza de la Marquesa, es toda de piedra labrada; su pórtico se compone de un intercolumnio corintio, y termina el frontispicio con una galería de arcos semicirculares apoyados sobre columnas dóricas.
Los únicos establecimientos literarios son el Instituto de segunda enseñanza, la Escuela Normal, y el Seminario Conciliar. Tiene teatro, plaza de Toros y dos casinos. Fáltanle paseos, porque no merece el nombre de tal el llamado Óvalo, falto de flores y arbolado, y con mezquinos apoyos o bancos de ladrillo. Actualmente no se publica otro periódico que La Concordia; pero desde el año 1840 se han publicado los siguientes: El Centinela de Aragón, El Constitucional, El Avisador, El Teruelano, El Turia, La Voluntad, y El órgano de Móstoles.
 Teruel ha sido patria de D. Gil y D. Antonio Sánchez Muñoz citados anteriormente; D. Francés de Aranda; de fray Jerónimo de Ripalda; de Juan Yagüe, autor del poema sobre Los Amantes; de D. Juan Martínez Salafranca, fundador del Diario de los Literatos, que fue el primer periódico que se publicó en España; de D. Domingo Bengoechea; de D. Joaquín Arascot, barón de Valdeciervos que escribió la Vida y hechos de D. Francés de Aranda y de D. Miguel Jerónimo de Castellot, Justicia Mayor de Aragón en 1655.  (Crónica de la Provincia de Teruel, Madrid 1866)
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El texto de la foto superior es de Jerónimo Lafuente.

Julio2012/Miscelánea. TERUEL ( I I )

TERUEL
(II)
Por Pedro Pruneda
Sobre la puerta de la parroquia de San Andrés descuella su torre, cuadrilonga y almenada, remedo de las de San Martín y San Salvador, pero sin arabescas labores y sin el arco atrevido que tanto llama la atención en las otras. En esta iglesia descansan las cenizas de Don Antonio Sánchez Muñoz, obispo de Albarracín y Segorbe, miembro del concilio Lugdunense en 1274. La torre de la parroquia de San Juan parece haberse levantado sobre un torreón árabe, que con otros dos de la misma clase que se alzaban en el solar que hoy ocupa el ex-convento de dominicos, y otro derruido hace pocos años, llamado la torre del Redentor, formaban el punto más fuerte de Teruel, y ha servido de mansión para los caballeros del Temple y de fortaleza para la ciudad.
Afirma la tradición que la iglesia de Santiago ha sido mezquita árabe, y palacio de reyes moros en convento inmediato de religiosas de Santa Clara; y aún se añade que su torre sirvió de cárcel en tiempo de los romanos, y que en ella estuvieron presos, a su paso para Valencia, San Vicente Mártir y su maestro San Valero. Por lo demás, nada de notable tiene este templo, el más pequeño de Teruel, si no es un magnífico retrato de Antonio Bisquert, que fue el predilecto artista de los teruelanos en el siglo XVII, La iglesia más moderna es la de San Miguel, debajo de cuyo órgano se conserva el altar de San Jorge, que se supone haberse construido en el reinado de don Jaime I, así como un Nazareno  de bulto y de tamaño natural que se saca en las procesiones de Semana Santa. También se conserva en esta iglesia el retablo del retrato deleitado rey.
Es el Seminario un edificio de colosales proporciones, que se levanta erguido a un extremo de la población, y domina la vega que fecunda el Turia, desde cuya orilla, más que templo parece fortaleza. Edificole la opulenta Compañía de Jesús para que a sus asociados sirviera de vivienda; habilitose después de su extinción para Seminario conciliar, sirvió de ciudadela a los franceses al posesionarse de Teruel, y se ha destinado en nuestros días, durante la guerra civil, alternativa o simultáneamente, a parque militar y almacén de víveres y utensilios, a fuerte, a cuartel, a cárcel, que para todo bastaban su anchurosa iglesia y dilatados claustros. Con sobrada profusión se ostentan en sus altas bóvedas bien conservados frescos y múltiples adornos. Pilastras y columnas, capiteles y molduras, cuadros y estatuas, la nave y las paredes, todo aparece allí recargado de oro y colocado sin tino ni medida. Es el templo, suntuoso; pero carece de la sencillez y y severidad que deben resaltar en esta clase de construcciones. Con iguales elementos, un artista de gusto hubiera podido levantar un basílica grandiosa. En su conjunto y en sus detalles se observa que quien dirigió la construcción no poseía el sentimiento del arte cristiano.
Siete conventos hubo en Teruel, que unidos  la siete parroquias, componen un número de fundaciones religiosas hato excesivo, si se compara con el ámbito reducido de la población. No los mencionaremos todos,porque algunos han sido derruidos, y otros no ofrecen incentivo a la curiosidad del viajero ni al estudio del artista. Solo merecen mención el de Santa Clara, fundado por la reina doña Leonor en 1369, en cuya iglesia se ven algunos frescos de Vicente Vidal; y el de San Francisco, de arquitectura gótica, cuya fundación se atribuye a los Santos Juan de Perusa y Pedro de Saxoferrato.
Hay en Teruel dos establecimientos de beneficencia: la Casa de Misericordia  y el Hospital. La Casa de Misericordia se debe a la iniciativa del obispo don Félix Rico, que presidió la puesta de la primera piedra el 9 de febrero de 1798. Más antiguo es el Hospital, que fue en sus principios una casa dedicada para albergue de leprosos; una mujer caritativa la erigió hospital; Magdalena de la Cañada, que habiéndola habitado desde la niñez, y gobernado y servido con su persona y  bienes, solicitó de D. Alonso el derecho privativo, para sí y sus descendientes; el privilegio perpetuo de administración, y todos los derechos del hospital, cuya merced le concedió el monarca en Teruel a 16 de marzo de 1433. Fue el establecimiento propiedad de su familia hasta 1555, en que Mariano Martín Fillol, descendiente de Magdalena, lo vendió y cedió al municipio de Teruel. Tiene este edificio cuatro salas muy cómodas y ventiladas, en donde puede acomodarse con holgura ochenta o noventa enfermos.
Escasos son los restos que quedan de las antiguas murallas de Teruel. Toda se ha derrumbado o ha sido derruida por las nuevas edificaciones, a excepción de un trozo que se conserva junto a la puerta de San Esteban, y los dos torreones llamados el castillo del Ambeles y torre Lombardera. NI vestigios se ven del antiguo alcázar que está junto a la puerta de Zaragoza (vulgo del Tozal), y han desaparecido por completo las dos torres que flanqueaban la entrada, edificadas en tiempos de Pedro IV, y sobre las cuales flotaba la enseña o estandarte de la ciudad encaso de guerra. El erudito Cortés, diligente investigador de antigüedades españolas, afirma que la fábrica de los muros y torres de Teruel, sus magníficas puerta de grandes sillares, los aljibes de la plaza, y el derruido alcázar son restos de la dominación romana; pero no es más que una mera conjetura que no se apoya en ninguna lápida antigua, ni documento posterior que recogiera  aunque desfiguradas, las memorias de la tradición  En cuanto a los aljibes  no se sabe la fecha precisa de su construcción. (Crónica de la provincia de Teruel 1866)
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domingo, 22 de julio de 2012

Julio2012/Miscelánea.TERUEL ( I )

(En esta época la techumbre estaba tapada)
TERUEL
(I)
Por Pedro Pruneda
Asentada sobre una meseta o altura de bastante elevación, en la carretera de Zaragoza a Valencia, y a la izquierda del río Guadalaviar, se halla la capital, Teruel, cuyos antiguos muros, en parte desmoronados, atestiguan su respetable antigüedad. Vista por fuera, admira por su posición soberbia, y por la majestad de sus altas  y moriscas torres, levantadas sobre arcos que por su pie abren paso a la calle con pintoresca osadía. Descuella entre todas por su atrevida construcción; y los bellos arabescos que la adornan, la de San Martín, que Pierres Bedel dejó como suspensa en el espacio para restaurar sus cimientos, tal vez cansados de sostener tan pesada mole. No tan bella parece la ciudad en su interior; antes bien producen una impresión desagradable lo empinados de sus cuestas, lo tortuoso de sus lóbregas calles, y el mezquino y ruinoso aspecto de sus edificios, entre los cuales descuellan por su solidez y grandes preparaciones, ya que no por su artística belleza, la Casa de la Comunidad y el Seminario. La distribución interior de las casas es antigua y de poco gusto, ofreciendo en su exterior un aspecto poco ventajoso y sin ningún orden arquitectónico. Sin embargo, en los últimos años se han mejorado algunos notablemente, construyéndose varias y rectificándose otras según el gusto moderno. Las plazas son catorce, siendo las principales la Mayor o del mercado, y la de San Juan. En la primera están las principales tiendas de comestibles, y fuera de los soportales el abundante mercado de artículos de consumo de todas las clases, y diferentes puestos de verduras que allí llaman paradas; en la de San Juan, el ex-convento de dominicos que ahora ocupan las oficinas de Hacienda, el Hospital general con su iglesia, y la casa de los barones de Escriche, cuyos dueños aún se honran con el ilustre apellido de los Sánchez Muñoz.
Sobresalen las iglesias de Teruel, más por los recuerdos históricos que excitan, que por su construcción arquitectónica. Son las más antiguas la catedral, la de San Pedro, la de Santiago y la de San Salvador. Fue la catedral simple parroquia, hasta que en 1428 se erigió en colegiata, hallándose en Teruel el arzobispo de Zaragoza D. Alonso Argüello, y el rey don Alonso V celebrando Cortes con los aragoneses, elevándose a Catedral a petición de Felipe II y por bula expedida por Gregorio XIII en 20 de julio de 1577, reiterada por Sixto V en 5 de octubre de 1587, y confirmada por otra parte de Clemente VIII. Consta de tres naves paralelas con un crucero, sobre el cual descansa un cimborrio de dos cuerpos de estilo gótico. Escasos son los adornos del templo y muy regular el techo de las naves laterales. Nada revela allí la grandiosidad de una catedral, sino es el altar mayor, cuya arquitectura es de estilo medio o plateresco, y cuyas esculturas pertenecen a la escuela florentina del tiempo de Miguel Ángel.
Colocados en los diferentes cuerpos del altar mayor, se ven doce tableros que representan asuntos de la vida y pasión de Jesucristo, con figuras casi totalmente renovadas. Este notable trabajo estatuario en madera es obra de Joli, inteligente y laborioso artista, a cuyo cincel se debe también el altar mayor de la iglesia de San Pedro. Los inteligentes en bellas artes hablan con encomio de un magnífico cuadro que hay a la derecha del crucero, que representa las once mil vírgenes, firmado por D. Antonio Bisquet. Este eminente artista era valenciano: se estableció en Teruel en 1620, y murió en 1646. En el retablo de la capilla de los Santos Reyes hay otro cuadro de la Epifanía, copia del de Rubens, ejecutado por Francisco Giménez, de Tarazona. Atribúyese la muerte de Bisquet ala melancolía que le produjo el haber intentado inútilmente reproducir la citada copia.
La reja del coro, de gusto gótico, está adornada con grandes follajes, y algunos ramilletes ejecutados con el mayor primor. Entre las varias alhajas de este templo se conserva una custodia de plata desorden plateresco, con seis columnas abalaustradas, debida  a la magnificencia del Sr. D. Pedro Martínez Rubio. Más rica, aunque de menos mérito artístico, osténtase en la procesión del Corpus otra custodia de peso de 14 arrobas, labrada en Córdoba en 1742 por Bernabé García de los Santos. Es su estilo churrigueresco, y su forma la de un templete de dos cuerpos sobrepuestos, sostenidos por columnas con relieves y adornos de buen gusto, y terminado en una corona imperial.
El templo de la parroquia de San Pedro acaso se conserva, a pesar de su renovación en 1741, como en su primitiva fundación. Así parece atestiguarlo su anchurosa y aplastada nave gótica, única de que consta. Bajo aquellas bóvedas sombrías exhaló el último suspiro la infortunada Isabel de Segura, que presa de mortal congoja, sucumbió abrazada al féretro de su adorado Diego Martínez de Marcilla. Guárdanse allí todavía en mezquina urna, que no corresponde ala fama de los dos amantes, sus cuerpos convertidos en momias. La tradición y la historia, el drama y el poema se han disputado a porfía la tarea de inmortalizar sus nombres. Tan acendrados amores y tan trágico suceso ha servido de asunto a muchos escritores de diversas épocas. Rey de Artieda, Juan Pérez de Montalbán y Hartzenbusch lo han popularizado en el teatro; Yagüe de Salas lo ha desarrollado en un poema; Antillón y Gabarda en disertaciones histórico-críticas; Villarroya lo ha revestido con la forma atractiva de la novela. Estatuas colosales de muy mal gusto, representando en su mayor parte  el apostolado, se ven esculpidas en los postes de la iglesia. El altar mayor, como obra de un mismo artífice, aunque más en pequeño, es igual en su orden al de la catedral.
Lo más notable de la parroquia de San Martín es su magnífica torre, cuya gran mole cuadrada se eleva con insólita audacia sobre un arco que da paso a la antigua puerta de la Andaquilla. Desgastados sus cimientos tratose de repararla en 1549, con cuyo objeto se citaron los más hábiles maestros que a la sazón había en la comarca. Cada uno presentó su plano, mereciendo la aprobación el de Pedro Bedel, francés de nacimiento, que se hallaba entonces labrando la iglesia de Mora. Asombra la concepción atrevida de Bedel, y aún asombra más que pudiera realizar su pensamiento con éxito tan completo.
Apuntaló la torre perfectamente y con tal maestría, que sostenida por las vigas abrió el cimiento, y lo obró de cal y canto hasta el nivel de tierra, dejando suspendida la torre y la obra en este estado para que formara asiento durante un año. En el de 1551 comenzó a ir cortando y separando poco a poco, hasta que la dejó tal como en el día se encuentra. Obra maestra de ingenio fue la construcción de los puntales y andamiajes, y de tal manera se divulgó su mérito, que ávidos corrían los viajeros a visitarlos, los inteligentes a estudiarlos, y a embelesarse en su contemplación los curiosos. Como homenaje digno al ingenio de Bedel, se le encomendó después la construcción del acueducto, y merced a su fama hubo de construir también la fuente de Celadas, la célebre mina de Daroca, y últimamente la catedral de Albarracín, donde murió en 1567. El jornal de Bedel los días que trabajaba era diez sueldos, premio harto mezquino a su genio portentoso. (Crónica de la Provincia de Teruel. Madrid 1866)

viernes, 20 de julio de 2012

Julio2012/Miscelánea. ALBARRACÍN ( I I )

ALBARRACÍN
(I I)
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Por Pedro Pruneda
Debe Albarracín el título de ciudad a Juan II de Aragón, que se lo concedió el año 1300; y como su vecina Teruel, disfrutó mucho tiempo del fuero de Sepúlveda, base de su régimen interior. Fue también cabeza de la comunidad de su nombre, abarcando bajo este concepto un término jurisdiccional muy extenso, puesto que comprendía los siguientes pueblos: Bezas, Bronchales, Calomarde, Frías, Guadalaviar, Griegos, Jabaloyas, Masegoso, Monterde, Moscardón, Noguera, Orihuela, Pozondón, Ródenas, Royuela, Saldón, Terrriente, Torres, Toril, Valdecuenca, Vallecillo y Villar del Cobo. La preponderancia gubernativa de Albarracín se conservó hasta 1689, en cuyo año se concedió a los expresados pueblos el privilegio de constituir por separado su gobierno civil y municipal. Otórgase escrituras de concordia entre la ciudad y comunidad de aldeas en 19 de marzo de 1691, conviniéndose por ella que los pueblos conservarían como términos propios ciertos terrenos que anteriormente venían disfrutando, y que el resto quedase en participación común con el nombre de Sierras Universales. Se estipuló así mismo que sobre las Sierras Universales tuviesen jurisdicción preventiva el consejo de la ciudad y los de los pueblos; que los pastos fuesen comunes de aquella y de estos, y que los productos de los montes se dividiesen por mitad entre la ciudad y el cuerpo de comunidad. En tal concepto, el término de la ciudad es muy extenso, puesto que se extiende unas diez leguas de Norte a Sur y otras diez de Oriente a Poniente.
Entre los hijos notables que ha producido Albarracín figuran los siguientes: Micer Juan del Pastor, que escribió la obra titulada Suma de los Fueros de las ciudades de Santa María de Albarracín y de Teruel, de las Comunidades de aldeas de dichas ciudades y de la villa de Mosqueruela, y de otras villas convecinas, impresa en Valencia el año 1521. Juan Rodríguez, que enseñó humanidades en Zaragoza a principios del siglo XVII, y escribió un arte poética titulada: Epítome de la Prosodia en gracia de la juventud, año 1619. Fray Andrés Ferrer de Valdecebro, descendiente de una rama de San Vicente Ferrer, nació en 1620, fue misionero apostólico en América, explicó teología en La Puebla de los Ángeles y sobresalió en la oratoria sagrada. Escribió muchas obras ascéticas, teológicas, históricas y de elocuencia sagrada, entre las cuales citaremos la Vida de San Vicente Ferrer, La Historia de la ciudad de Daroca, y la titulada Gobierno general, moral y político de las fieras y animales silvestres, sacado de sus naturales virtudes y propiedades, de la cual se hicieron cuatro ediciones en Madrid y una en Barcelona. Fray Tomas de Antillón Martínez Rubio nació en 1583, siguió la carrera del monacato, profesando en la orden de San Agustín. Escribió Tres libros de Sermones que predicó. Murió en Caspe el año 1624. D. Pedro Valero Díaz nació a mediados del siglo XVII, desempeñó cargos en los reinos de Nápoles y Aragón; en 1687 fue nombrado Justicia Mayor del último. Los escritores contemporáneos refieren que llegó a establecer una numerosa y selecta biblioteca, y un riquísimo monetario compuesto de once mil medallas y monedas antiguas que después de su muerte pasaron a la Biblioteca Real de Madrid. Murió en Zaragoza el 28 de septiembre de 1700. Escribió varias obras de jurisprudencia y de antigüedades. Francisco de Herrera y Pruesta nació en 1474, estudió en la Universidad de Salamanca, donde desempeñó una cátedra de cánones. Distinguiole mucho el cardenal Cisneros, y por su orden paso a Roma para tratar de la Universidad de Alcalá de Henares. Siguió con brillantez la carrera eclesiástica, llegando a ser obispo de Ciudad-Rodrigo, y después arzobispo de Granada, donde murió en 1528. Tomás Ferrer de Esparza fue médico titular en su patria, y acaso el primero que estudió las propiedades curativas de los baños de Teruel. Escribió en 1634 un libro titulado Tratado de la facultad medicamentosa que se halla en el agua de los baños de la ciudad de Teruel.
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jueves, 19 de julio de 2012

Julio2012/Miscelánea. ALBARRACÍN ( I )

ALBARRACÍN
(I)
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Por Pedro Pruneda
 A siete leguas de la capital de la provincia, sobre aislada eminencia que rodea en parte el Guadalaviar, se asienta la ciudad de Albarracín, escondida en su agreste soledad e indiferente al bullicioso movimiento de nuestros días, cual si quisiera meditar a solas sobre su antiguo poder y su perdida grandeza. Su orgullo feudal parece como que desdeña engalanarse con los harapos de los pueblos modernos, y tan pobre como altiva, repúgnale abandonar la primitiva rusticidad de su juventud y el bélico aparato de su edad viril. Los siglos que han pasado podrían desfigurarla en parte, pero no transformarla por completo; habrán podido convertir en ruinas o desencajar las piedras seculares de sus torres y murallas, pero no borrar del todo los vestigios de aquella singular fiereza con que durante una centuria estuvo contrastado el poder de los aragoneses monarcas. Pueblo de guerreros y pastores debió ser Albarracín en sus primeros tiempos, porque la aridez de la roca en que se asienta y lo fragoso de los montes que lo rodean, no se prestaban en aquella edad de hierro a las faenas agrícolas, ni  a los inventos industriales, ni a la paz y quietud que requieren las tareas comerciales.
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Aunque de los mismos cristianos no se conserva monumento alguno, si por tales no se tienen la catedral construida cuando ya había pasado la época de las grandes construcciones, las puertas defendidas por salientes ladroneras, los desmantelados torreones, el desmoronado muro que desciende o se encarama según las escabrosidades del terreno, la Atalaya que se encumbra sobre peñón solitario en medio del río, y la formidable torre del Andador, fortaleza inexpugnable, que pudo resistir en 1298, durante cuatro meses, los redoblados ataques del airado y poderoso don Pedro III. Ocupados en combatir sus moradores, faltotes tiempo para embellecer la ciudad con edificios ostentosos. Y he aquí por qué no habrá tal vez en España otra población que conserve tan intactos los vestigios del feudalismo, como la belicosa capital de los Azagra. “Vasallo de Santa María y señor de Albarracín” apellidose fieramente el primero de aquella valerosa estirpe, que por espacio de ciento veinte años no rindió vasallaje a ninguno de los reyes de la tierra; y sólo, cuando extinguida la línea masculina pasó el señorío a la familia castellana de los Núñez de Lara, sólo entonces pudieron ser dominados tanta altivez y tanto brío.
Atravesando el puente de tablas, tendido sobre el Guadalaviar, que allí corre espumoso en cauce estrecho que se abrió en la roca, penétrase en la población por la puerta principal que corresponde al camino de Teruel. No es mucha la distancia que hay que atravesar para llegar al otro extremo, cuya entrada también defiende otra puerta que flanquean dos gruesas torres; ni se necesita mucho tiempo para recorrer el reducido espacio que abarca la población. Las calles son angostas y sombrías; el piso en la mayor parte de ellas formado por escalones abiertos en la peña; las casas, ni antiguas ni bien conservadas, apoyan sus muros y contrafuertes en la misma roca. Todo allí reposa sobre piedra; hasta el mismo horizonte, harto limitado por cierto, se compone de encumbrados riscos, colinas volcanizadas, y laderas escarpadas, cuya aridez no templa vegetación alguna. Solamente allá abajo, en lo más hondo, por donde pasa el río, aparece algún pedazo de tierra que embellecen con su verdor algunos árboles frutales. Ábrese a la mitad del precipicio la cueva de los judíos, cuyo barrio se extendía por el hoy desierto campo de San Juan. La torre de doña Blanca ocupaba el solar del convento de Dominicos; y el fuerte castillo tan célebre en la historia de Albarracín con el nombre de torre del Andador, mitad fábrica, mitad peñasco, asoma todavía por entre el caserío, cual un guerrero mutilado en la refriega, sus muros y torreones destrozados.
En lo alto de la población descuella la catedral, que ha cambiado su primitivo nombre de Santa María por el de San Salvador que actualmente lleva y que data del año 1212. Consta de una espaciosa nave con cuatro capillas a cada lado, y en ella se confunden distintos géneros de arquitectura, pero sin que ninguno le imprima especial fisonomía. A solicitud de don Pedro Ruiz de Azagra, primer señor de Albarracín, fue erigida catedral en 1171 la antiquísima iglesia de Santa María, anterior acaso  a la dominación de los árabes; y en 1172 consagró ya el obispo de Toledo a D. Martín, belicoso pastor, que concurrió al sitio de Cuenca, y no dudó hacer compatible, según el espíritu de aquellos tiempos, el ministerio pastoral con el manejo de la espada y la ballesta. En la institución del nuevo obispado, procurose hacerlo compatible con algunos de los tradicionales recuerdos de la Iglesia española sepultados en su comarca; y por cuatro años llevó el dictado de sede Arcabricense en memoria de la famosa Ercávica, para tomar luego el de Segobricense, que tampoco se creyó convertirla una vez conquistada Segorbe, cabeza primitiva de la citada diócesis, según se suponía. Hubo con este motivo ruidosos pleitos entre las iglesias de Albarracín y Segorbe, que terminaron en 1576 con la formación de dos diócesis y la consiguiente división del territorio, quedando desde entonces la silla episcopal de Albarracín, como sufragánea del arzobispado de Zaragoza, y Segorbe de la de Valencia, que poco tiempo antes había sido también erigida en metrópoli. La diócesis de Albarracín ha sido suprimida en el último Concordato celebrado en Roma, y agregada su jurisdicción al obispado de Teruel. (Crónica de la Provincia de Teruel, Madrid 1866)
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Julio2012/Miscelánea. ALCAÑIZ ( I I )

ALCAÑIZ
(II)
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Por Pedro Pruneda
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Nunca ha tenido Alcañiz más de cuatro parroquias: Santa María, San Pedro, San Juan y Santiago, La última que se edificaba hacia el año 1181, ha desaparecido totalmente; la de San Pedro, está ya casi reducida a escombros; sólo la de San Juan prolonga débilmente su decrépita existencia. Además de estos templos hay otros abiertos al culto; el llamado de Salinas por su fundador, la iglesia de los Padres Escolapios, y la de las monjas dominicas. Quedan ya pocos de los primitivos conventos, y aún estos consagrados a otros usos de aquellos para que se fundaran. Sirve en el día de hospital civil y militar el de San Francisco, situado en el arrabal y fundado por el maestro Andrés Vives en 1524. Después de la supresión se destinó a cuartel y teatro el del Carmen calzado, que ocupa uno de los costados de la plaza de su nombre y fue construido en 1603. El convento de Dominicos que da nombre a la plaza en que se halla, lo mandó edificar el príncipe D. Juan, hijo de Pedro IV el Ceremonioso, en 1383. Vendido en virtud de la ley de desamortización, la municipalidad lo ha destinado para alhóndiga y posada pública, e igualmente ha pasado a dominio particular el de Capuchinos que en 1612 mandaron edificar varios vecinos de la población. El colegio de Escuelas Pías data de 1729, y de 1593 el convento de monjas dominicas, fundación de don Baltasar Rudilla, rector de la parroquia de Muniesa.
Sobre el empinado cerro en cuya falda se asienta el caserío, descuella el castillo que fue en su origen morisca fortaleza, y residencia más tarde de los comendadores mayores de la orden de Calatrava en la Corona de Aragón. Alonso I el Batallador lo tomó a los árabes al emprender la conquista de la antigua Alcañit; pero la importancia militar que durante algunos siglos tuvo, la debe a los caballeros de Calatrava, a quienes Alfonso II lo donó en el último tercio del siglo XII. Es un rectángulo imperfecto, rodeado de fuertes y elevadas murallas flanqueadas con torres almenadas. Su fábrica, como todas las que en la población tienen alguna importancia, es de sillares de piedra arenisca, igual a la que construía los buenos muros de cuarenta palmos de altura que antes cerraban la ciudad, sin el arrabal, y que actualmente están bastante deteriorados. Dentro de su recinto tenía su palacio el gran comendador de la orden, y está su convento o noviciado, cuya excelente iglesia gótica aún se conserva en buen estado, y en cuyos claustros se ven todavía los sepulcros de algunos príncipes, de grandes maestres y comendadores mayores. Casi arruinado estaba en 1728 el castillo; pero habiendo tomado posesión de la encomienda el infante don Felipe lo restauró y mandó construir un magnífico palacio sobre los restos del antiguo.
Al oto lado del magnífico puente de siete arcos tendido sobre el Guadalope por el lado del O.; hay un delicioso paseo llamado el Prado, y el él una plazuela donde llama la atención la fuente de Santa Lucía que despide copiosos caudales de agua por 68 caños. Desde la plazuela arrancan muchas calles de árboles, adornadas de trecho en trecho con bancos de piedra, que terminan a un cuarto de legua de la población en el punto llamado la Palanca. Este paseo es muy agradable particularmente en las tardes del estío, por la frescura del ambiente que allí se respira y por el embeleso que produce la vistosa cascada del Río alto que no lejos de allí se precipita sordamente en el Guadalope. Fuera del portal de San Francisco se encuentra otro paseo en dirección del arrabal, que va a terminar en la ermita de la Encarnación, que fue en lo antiguo sinagoga de los judíos; no tiene arbolado, pero esta falta se compensa con los muchos jardines y huertos que por una y otra margen del mismo se descubren. Dando la vuelta al cerro del Castillo, corría antes una angosta senda, que ensanchada hace diez o doce años, se ha convertido en otro paseo que facilita el tránsito de la ciudad al arrabal.
La descripción de Alcañiz sería incompleta si no consagrásemos algunas palabras a su estanca, tan famosa por su rica pesca. Es un gran receptáculo de seis kilómetros de circunferencia, formado naturalmente por los declives de las lomas o cerrillos que la rodean, y está situada hacia el O. De la ciudad a distancia de una hora. Difícilmente podría conservarse la cantidad de agua necesaria en este estanque, cuya profundidad es de cinco o seis metros, si no se alimentase con toda la que conduce la acequia vieja tres días en el año, y el tercio de ella desde el 1º de octubre hasta último de junio. Junto al agua, en la parte baja, se halla una casita n que vive el guardia y auxiliares, y dentro de ella está el zafareche, en donde por una canal que viene del estanque, caen las sabrosas anguilas que tanta celebridad tienen en toda España. Es la estanca el sitio predilecto de recreo, ya para la caza de aves acuáticas y terrestres, ya para la pesca con arpón, red o caña.
Tuvo antiguamente Alcañiz cuatro hospitales denominados de Santa María, San Nicolás, San Juan y San Lázaro ,los cuales a petición del ayuntamiento se refundieron en el mencionado de San Nicolás, que es el que existe en el día,, aunque trasladado al suprimido convento de San Francisco. También tiene un pósito de de granos o banco agrícola. La instrucción pública está a cargo de los padres escolapios, que han establecido escuelas de instrucción primaria, elemental y superior, y clases de gramática latina, retórica y humanidades. Para la enseñanza de niñas hay cuatro escuelas, en las que además de la labores propias de su sexo se les enseña a leer, escribir, contar y el Catecismo.
Ha sido Alcañiz madre de fecundos ingenios, de célebres filósofos, poetas y jurisconsultos, especialmente durante el siglo XVI. Sobresalen entre la brillante pléyade de hombres notables que florecieron entonces en Alcañiz los poetas Juan Sobrarías y Luis Jover, y la poetisa Juana, hija del primero; Pedro Ruiz de Moros, jurisconsulto distinguido, que por espacio de nueve años, explico derecho en la universidad de Cracovia, con grande aplauso y admiración de todo el Norte de Europa; Juan Lorenzo Palmireno, calificado como una de las glorias españolas, de los que m´s contribuyeron al renacimiento de las letras, y que alcanzó universal nombradía tanto por las lecciones que explicó en la universidad de Valencia, como por la multitud de obras literarias que escribió durante su dilatada carrera; Bernardino Gómez Miedes, uno de los hombres más eminentes en literatura que ha producido Alcañiz, obispo de Albarracín, donde murió en 1589, y autor de la Vida y hechos de D. Jaime el Conquistador; y finalmente, Andrés Vives contemporáneo y amigo de Sobrarías, profundísimo en ciencias médicas, que gastó su cuantiosa fortuna en crear establecimientos literarios y hacer obras de beneficencia, todo en provecho de sus paisanos. Posterior a los escritores citados, puesto que nació el último tercio del siglo XVI, fue Micer Jerónimo Ardid, que gozó merecida fama de jurisconsulto en Zaragoza, donde desempeñó cargos importantes y publicó diversas obras de Derecho.
Entre los hombres notables que produjo Alcañiz en el siglo XVIII, descuella Pedro Juan Zapater, Antonio Enáguila y Francisco Mariano Nifo. Es conocido el primero por la Historia de Alcañiz que publicó en 1704. Floreció Enáguila en el último tercio del citado siglo, dándose a conocer en Zaragoza por sus vastos conocimientos en la historia de Aragón, de cuyas glorias fue ardiente defensor. Nifo era un escritor enciclopédico, activo, emprendedor, infatigable, que sin arredrarse por los inconvenientes propios de su época, logró aclimatar el periodismo en España, en cuya empresa habían fracasado otros escritores. Las obras de Nifo, periódicas y no periódicas, originales y traducidas, no bajan de noventa tomos en 4º y en 8º Algunas de sus publicaciones le sobrevivió, tal como el Diario curioso, erudito y comercial que fundó en unión con Lozano en 1758 y continuó publicándose hasta 1802. Cuenta además Alcañiz entre sus hijos ilustres al cardenal de Aragón D. Domingo Ram, que floreció en el siglo XV, obispo de Huesca y Jaca, y uno de los miembros más influyentes e inteligentes del Parlamento de Alcañiz. Entre los contemporáneos son bien conocidos D. Gaspar Bono Serrano, por su bella colección de poesía que publicó en 1850, y D. Vicente Alcobar por sus bastos conocimientos filológicos. El Sr. Alcocer que a los 31 años poseía cuarenta idiomas, ha publicado diversas obras para la enseñanza de las lenguas francesa e inglesa. (Crónica de la Provincia de Teruel. Madrid,1866).
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miércoles, 18 de julio de 2012

Julio2012/Miscelánea. ALCAÑIZ ( I )

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ALCAÑIZ
( I )
Por Pedro Pruneda
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En la parte baja y oriental del antiguo reino de Aragón, a cuatro leguas de la frontera catalana, y en medio de feraces tierras y frondosos olivares, se encuentra la ciudad de Alcañiz, a la que bien puede darse el nombre de capital del bajo Aragón. El río Guadalope, que en su parte derecha lame sus antiguas y desmoronadas murallas, fertiliza su hermosa vega, manteniendo una población de más de 7.000 habitantes. Bella es la perspectiva que presenta la ciudad, mirada desde una colina inmediata. No es extenso el horizonte que desde allá se descubre; pero sí suficiente para recrear y satisfacer el gusto de quien lo contemple. El raudo río que va serpeando debajo de la colina, después de haber dado vuelta a la ciudad de Mediodía a Norte, promediando desde aquí la distancia y ausentándose rápidamente por entre los cercanos montes del uno y otro lado; el risueño paraje que se prolonga hacia el Occidente decora con fertilísimas huertas y pintorescas ermitas en las alturas de la próximas montañas, y el claro oscuro que a la caída del sol presenta todo el conjunto, dan seguramente gran interés a la animación de este bello cuadro de la naturaleza y del arte.
Pero todavía es más variado y completo el que ofrece desde Mediodía a Poniente, visto y examinado desde la misma ciudad. Cruza por debajo del castillo un paseo que la une al arrabal, formando al mismo tiempo un ángulo saliente y de bastante elevación para dominar perfectamente una grande extensión de terreno. En primer lugar aparece una campiña de tres leguas de largo por una de ancho, en que campean majestuosos los olivos y toda clase de árboles frutales, alternando con grata variedad y bello colorido toda clase de cereales y hortalizas. Descúbrese luego el precioso estanque de más de una legua de circunferencia, en que se crían tantas aves y tan sabrosas anguilas; las tierras de labor, que no tienen riego artificial; algunos pueblos inmediatos de no escaso vecindario; más lejos, los montes Indubedas de los romanos; y el último término y como en lontananza, el célebre collado de D. Blasco y el Palomita de Cantavieja, distante doce leguas de la ciudad.
La parte oriental contrasta notablemente con las anteriores por su agreste y descarnado aspecto, dándoles por lo mismo mayor importancia y valor. El riego no fertiliza ya sus numerosos valles, y los cerros y oteros que hacen monótona su vista, no ofrecen más que peñascos desgajados de sus bancos horizontales, y detenidos por las piedras y tierras de aluvión. Diríase que toda esta comarca ha sufrido en su forma terribles sacudimientos y trastornos, cuya época no es fácil de determinar.
No desdicen ciertamente de los contornos pintorescos de Alcañiz, los artísticos primores que dentro de su recinto guarda. La piedad religiosa y el fastuoso boato de los comendadores de Calatrava, contribuyeron a embellecer sus plazas y sus calles, aquella con sus templos y conventos, los otros con sus góticas moradas cuyos escudos de armas aún se ostentan en las grandes casas de Ardid, de Franco, de Ram, de Blasco, de Lafiguera, de Andilla, de Salillas y Montañés. Vense por doquiera delicadas molduras en las fachadas, y afiligranados arabescos en las ventanas, que hermosean a veces ligeras columnitas. Al recorrer las calles de Alcañiz, y contemplar tantos brillantes vestigios del siglo XV, compréndese bien que, émula de Teruel, haya querido disputarle la capital en nuestros días. Merecedora de ella es ciertamente por su crecido vecindario, por sus monumentales edificios, por la belleza de su campiña, por la fertilidad de su comarca, y tuviérala sin duda, si posición más céntrica ocupara.
Menos rica que aquella en iglesias y conventos, tiene Alcañiz en cambio la magnífica Colegiata de Santa María, cuya primitiva belleza gótica desfiguró en 1736 el arquitecto D. Miguel Aguas, no por falta de gusto ni por desconocimiento del arte, sino tal vez con el deliberado propósito de darle más unidad y concierto. Pero si la restauración le quitó algo de su nativa hermosura, si hizo desaparecer el riquísimo retablo de crestería que adornaba el áspice cercado de columnata, si destruyó los haces de columnas que formando robustos pilares sustentaban la nave principal, si no dejó ni vestigios siquiera de los primorosos encajes, doseletes y guirnaldas que adornaban los arquivoltos de las magníficas puertas, todavía sorprende a los viajeros por su grandeza y magnificencia. Soberbio aspecto presenta la Colegiata por su parte exterior. Sembrada de graciosas y laboreadas ventanas, elévase la fachada en irregulares curvas entre dos altas y graciosas torres; pilastras dóricas y corintias dividen sus dos cuerpos, y un arco colosal cobija la portada dividida en tres cuerpos a manera de retablo, cuajada de columnas salomónicas y de barrocos caprichos; corona el centro de la iglesia, majestuosa cúpula de grande elevación, y sobre todo el edificio  descuella el gótico y colosal campanario del siglo XIV, compuesto de cuatro cuerpos, divididos por ligeras molduras, flanqueados por pilares en las recortadas esquinas, adornados con grandes ojivas, y terminando gallardamente en moderno piramidal remate con cruz y veleta en la cúspide.
La parte interior es bella, desahogada y de convenientes proporciones. Consta de tres naves, que sostienen  diez columnas cuadradas y de esbelta figura. En cada lado de la iglesia hay siete capillas, dos de las cuales, la Soledad y el Santísimo, se prolongan algo más fuera de los muros, y tiene sus bellas cúpulas. El altar mayor, aislado en el tercio de la testera del templo, es obra magnífica y de gran mérito artístico. Construyose desde el año 1800 al 1805. Sus grandes columnas, basamento, cornisa y ático, son preciosos mármoles y jaspes trabajados con prolijidad y esmero, adquiridos casi todos de las canteras de Alcañiz, y de las más afamadas de todo el reino y de las más apreciables entre los extranjeros. Es un gran zócalo de dos metros y medio de alto con hermosas molduras, sobre el que descansan los pedestales de cuatro altas y corpulentas columnas del orden corintio, y dos estatuas, ambas a la parte exterior de cada columna.
Entre las muchas preciosidades que encierra la Colegiata, debe mencionarse el bello sepulcro que la piedad del cardenal Ram erigió en memoria de sus padres, y las excelentes estatuas que envió de Roma aquel prelado para adorno del retablo. Notables son también la costosa sillería del coro, de nogal con embutidos de madera de acebo primorosamente trabajada, y el enverjado de bronce que se apoya en zócalos de jaspe del país, entrecortado con bases y capiteles de mármol blanco. Hay también en la Colegiata algunas pinturas de no escaso mérito. El cuadro de San Joaquín, que está en la segunda capilla de la nave de la derecha, es de Espinosa, y muy celebrado por los inteligentes. También son muy apreciados los de Santa Ana, de San José y la Cena; y se tiene en grande estimación, por considerarlo como una excelente copia de Mengs, otro de grandes dimensiones que representa la Anunciación.(Crónica de la Provincia de Teruel. Madrid, 1866)
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martes, 17 de julio de 2012

Julio2012/Miscelánea. LA FABLA ARAGONESA ( I I I )

Si veintidos academias de la lengua española en todo el mundo son capaces de coordinarse y obtener resultados, por qué nosotros, "cuatro gatos", no lo somos.
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LA FABLA III
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Lo que se ha trabajado hasta la fecha, por nuestra lengua, puede parecer bien, mal o regular. Sin embargo, hay un paso singular que dar y que posiblemente sea el más costoso de todos. Pues no se trata de trabajo de gabinete, ni de investigar entre libros o de recoger material de campo, se trata de convertir el aragonés en la principal lengua vehicular de los aragoneses. Que en las Cortes de Aragón y en la DGA se hable y escriba con normalidad en aragonés. Que las comunicaciones dentro de la administración, de la administración con el ciudadano y del ciudadano con la administración sean en aragonés. Conseguir esto sin forzar la máquina, como han hecho los catalanes puede ser una tarea inacabable. A pesar de ello, cada paso que se dé será bueno y asentará nuestra lengua. ¿Por qué los debates sobre la Ley de Lenguas no se hacen en aragonés? Sería, al menos, por parte de los partidos que dicen defender nuestra cultura un acto de honestidad. Sin embargo, a nivel de calle da la impresión que, ahora, con Ley de lenguas, estamos peor que antes. Se nota menos presencia en la calle y apenas hay una carta en aragonés en los medios de comunicación. Da la sensación de que agotado el periodo de lucha de una generación, no ha habido repuesto. Bien, hemos superado etapas y hemos aprendido de los errores, pero es necesario reanudar la marcha con nuevos ímpetus y renovados esfuerzos. No en vano la tarea es ingente.
De la lengua aragonesa han hablado ilustres filólogos como Manuel Alvar y se han ocupado de su léxico famosos humanistas como Gerhard Rohlfs. Modernamente tenemos buenos estudiosos de la Fabla y cabe citar algunos de ellos como Francisco Javier Nagore Laín, Eduardo Vicente de Vera, Rafael Vidaller Tricas, Chusé Aragües, Antonio Martínez, Fernando Abella Mairal, José María Mañas Pascual, Chusé Inazio Navarro García, Francho Rodes Orquín, Juan José Segura Magallón o Chesús Vázquez Obrador. No queremos olvidar, la preocupación por la lengua aragonesa que siempre ha tenido, Bizén d´o Río Martínez o Chusé Raúl Usón…
Pero buena parte de nuestra chobenalla se dedicó, durante un tiempo, a la elaboración y difusión de pegatinas, produciendo un número infinito de ellas y que llegaron a colmar las farolas del Coso zaragozano. Tiempo es ya de cambiar de rollo y darle al aragonés más dignidad. De nada vale su reconocimiento oficial si no se habla  y no se escribe.
Si algo hemos aprendido en este tiempo es que una cosa tan importante como una lengua, por muy minoritaria que sea, no puede funcionar a base de voluntarismo y de asociacionismo. Basta ya de jugar con nosotros. Es necesario que cada palo aguante su vela y que cada persona, con sus capacidades y especializaciones, trabaje desde un puesto singular con una responsabilidad específica. Las asociaciones tienen (tenemos) un papel de animadores socio-culturales, las cátedras de la universidad el de investigar y normalizar la lengua y los políticos la de coordinar los esfuerzos. No al revés, porque entonces haremos un churro y será, luego, muy costoso deshacer el entuerto.
Hay que mantener un perfil de no imposición y de valoración cultural en la fabla que a la larga será agradecido por todos.
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La lengua ha sido considerada como el más importante elemento etno-cultural a la hora de definir el llamado "nacionalismo periférico" del Estado Español.
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Se imitan los modelos catalán y vasco al usar la lengua como instrumento político.
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La Colla de Fablans ha sido la más humilde de las asociaciones por el aragonés. Desde la periferia hemos visto la pérdida de energías en debates estériles, olvidando lo esencial.
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lunes, 16 de julio de 2012

Julio2012/Miscelánea. LA FABLA ARAGONESA ( I I )

El IFC ha hecho poco por el aragonés.
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LA FABLA II
Todas las lenguas de la península Ibérica, excepto la lengua de los vascos y la desparecida lengua de los íberos, son lenguas romances e indoeuropeas. Todas nacen, por descomposición, de un tronco común que no es otro que el latín (la lengua celta es también indoeuropea y afín a la Itálica). El Imperio Romano nos legó la lengua y, tras su caída, un territorio por recuperar a los musulmanes. Por ello las lenguas romances aparecen en la cornisa Cantábrica y en la Marca Hispánica de los Pirineos. Las lenguas en la península viajan de norte a sur conforme se va desarrollando la reconquista. Por circunstancias históricas, algunas de estas lenguas tienen más éxito que otras, es el caso del castellano. Debido a los pactos matrimoniales, sobre todo en tiempos de Fernando el Católico, se recompone de forma definitiva la Monarquía Hispánica y una lengua (la castellana) que sin ser oficial será con el tiempo común a todos los españoles. La primera gramática la escribe Lebrixa en el año 1492, año del descubrimiento de América, de la conquista de Granada, de la expulsión de los judíos...
El gallego, el asturiano, el castellano, el vascuence, el navarro-aragonés y el catalán son las “lenguas” que se hablan en la península Ibérica durante la Edad Media. Sin embargo un habitante de la península podía recorrerla, como hiciera la mítica ardilla de la leyenda, entendiéndose perfectamente con todos sus habitantes. Para que las lenguas peninsulares resultaran extrañas (irreconocibles) entre los peninsulares tuvo que mediar un proceso de “normalización lingüística”. Este proceso comenzó con el castellano 1492 y está actualmente activo con lenguas francamente minoritarias o en trance de desaparición como el asturiano o el aragonés.
La activación de una lengua como el aragonés, durante siglos muerta o en estado de hibernación, viene de la mano de un movimiento socio-político que se activa en España tras la caída de la dictadura franquistas y la aprobación de una constitución que daba un espacio claro al nacionalismo-regionalismo. Aparecen espacios políticos, dentro de los poderes regionales, que dan lugar a la creación de partidos que los ocupan. Hay siempre, al menos, una derecha y una izquierda regionalista en el nuevo esquema. Pero hay sobre todo un deseo de ir a más. Más autonomía, más poder, más autogobierno, más… Y ese “más”, es la sublimación de todos los deseos y la creación de la arcadia feliz: LA NACIÓN/NAZIÓN.
A la constitución de esa arcadia feliz contribuirá la lengua allí donde esté todavía presente (Provincias Vascas, Galicia y Cataluña) y habrá que desempolvarla, allá donde queden restos suficientemente identificables para poder recomponerla. La lengua es piedra de toque, pues es el eje fundamental de la cultura de un pueblo y su mayor creación cultural. En Aragón, durante este primer tiempo, la Universidad de Zaragoza y sus filólogos más prestigiosos se ponen de “perfil” mirando de soslayo el asunto y no dándole importancia, a la espera de acontecimientos. Los nuevos acontecimientos llegan por la vía política al aprobarse la llamada Ley de Lenguas de Aragón. Si hay Ley y hay dineros, habrá que arrimar el hombro. ¿Por qué me quieres Andrés?
Mientras tanto, han sido asociaciones culturales y políticas las que se han preocupado por el tema. Asociaciones, llevadas del ramal de la subvención por parte de los partidos políticos de turno, de tal manera, que el asunto no se les fuera de las manos y apareciera un monstruo. Las asociaciones han trabajado asfixiadas entre el voluntarismo y la tacañería económica y no han sido pocos los momentos, como se verá en las pegatinas que acompaño, que han tenido la tentación de echarse al monte ante tanta impotencia.
A la Colla de Fablans d´o Sur d´Aragón (bien es verdad que no ha contribuido en nada al desarrollo del aragonés) nadie le dio una subvención. Curiosamente, Ibercaja que daba subvenciones a diestro y siniestro sin criterio alguno hizo una excepción para retirar la publicidad a la revista Ruxiada. Con este panorama no es extraño que La Fabla no progresase. Se la tenía prácticamente hibernada. Tal como sigue ahora.
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Tuvieron que venir de fuera a descubrir lo nuestro.
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Se considera que el primer intento de normalización del aragonés se debe a la Escuela Humanista de Juan Fernández de Heredia. Creó un señorío en Mora de Rubielos (siglo XIV).
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Por aquí van los tiros.
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Una revista es necesaria para mantener vivo el pulso de la lengua y el contraste de pareceres.
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La pegatina más clásica de todas editadas en aragonés.
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Esta colección es muy interesante. Se edita gracias a Xordica y a Chabier Tomás Arias. Hay que empezar por la base.
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A  Antonio Peiró hay que leerlo con mucha atención, sabe mucho.
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