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UNA BANDERA QUE COSTÓ 500 MANCUSOS DE ORO ANUALES
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LOS DATOS
Año 1031 caída del califato de Córdoba (reinos de taifas)
Año 1035 nace el reino de Aragón con Ramiro I
1068 Sancho Ramírez viaja a Roma y se somete al vasallaje (protección) del Papa Alejandro II
1087 se comienza a pagar los 500 mancusos de oro anual al Papado.
Los colores rojo y amarillo ya eran distintivos del Imperio Romano. El Papado los asume y difunde con el nacimiento de la heráldica y la vexilología.
De esta manera los colores rojo y amarillo pasan a ser señal (o siñal reyal) distintiva del rey de Aragón, en primer lugar.
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Silvestre I nació hacia el año 270 y
murió el 31 de diciembre del año 335 (siglo IV). Fue obispo de Roma y
considerado Papa entre los años 314 y 335. Coetáneo del emperador Constantino
fue gran propulsor del cristianismo en este periodo en el que es
reconocido por el emperador romano como la religión del Imperio.
Si nos fijamos en la iconografía de
Silvestre I, ya aparece la umbela
basilical con los colores rojo y amarillo, colores que otorgará luego, el Papa
de Roma, a algunos reyes que le prestan vasallaje. Es el caso del rey
navarro-aragonés Sancho Ramírez y que dio origen a la bandera del rey de
Aragón. Sancho Ramírez prestó vasallaje de 500 mancusos de oro y fue nombrado portaestandarte papal.
El mancuso de oro aragonés fue una moneda acuñada en Jaca por Sancho
Ramírez de Aragón hacia 1089.
Aparece en la documentación coetánea como «mancusos Iacensis» o «auro de
Iacca». Se trataba de una aleación de oro de 18 quilates con plata y tenía una
masa de 1,95 g y fue emitido probablemente para pagar el tributo de enfeudación
al Papado como consecuencia del viaje que Sancho Ramírez efectuó a Roma en 1068
para declararse vasallo del Papa.
Se conservan muy pocos ejemplares, uno en Turquía y otro de Siria. Se ha
supuesto que han sido hallados en el Mediterráneo oriental porque fueron usados
por el Papado para costear la primera cruzada; todo ello hace pensar que no
circularon por el reino de Aragón, dedicándose en exclusiva la emisión a pagar
los 500 mancusos de oro anuales al papa. (Tomado de Internet)
LA VITICULTURA EN CARIÑENA
(Último tercio del siglo XIX)
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Lo resume perfectamente Francisco
Tobajas Gallego en este artículo publicado en la comarca de Calatayud. El último
tercio del siglo XIX, comenzó bien para la comarca y los vinos de Cariñena,
pero terminó (la comarca) infectada, también, por la plaga de la filoxera.
Cariñena haría un esfuerzo primordial y para 1908 ya había cambiado todos los
pies de las cepas y le rey Alfonso XIII le había concedido el título de CIUDAD.
La filoxera era un enfermedad
endémica de las cepas americanas y tras muchos estudios y vacilaciones se llegó
a la conclusión, lógica, de que lo mejor era poner “pies” de cepa americana y, luego, injertar. La plaga llegó en principio a Francia entre los años 1870 y 1874. Para entonces
Cariñena se convirtió en un reservorio de vino para exportar a granel a
Francia. Paralelamente la provincia de
Zaragoza llegó a cultivar 90.000 Ha. de viñedo con una producción de 2.000.000 Hectolitros.
Para dar salida al vino, se
construye un ferrocarril de vía estrecha (se inaugura en el año 1887) que a
través de Alsasua e Irún llevará el vinos a Francia.
Nacen en la comarca las grandes
familias vitivinícolas cuya trayectoria y eco llega hasta nosotros. Por otra
parte, el primer tercio del siglo XX es, también, agitado y quedará marcado por
la firma del Estatuto del Vino. Tras la guerra civil y una economía en precario, el agricultor de la mano del Estado, tiene que organizarse en cooperativas.
Apenas unas pocas bodegas particulares sobreviven y todas/todos tienen que
hacer frente a los retos del momento, que no son pocos.
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La exposición de Cariñena de 1891
FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | La Exposición viti-vinícola de Cariñena
fue un certamen científico-agrícola que se celebró en septiembre de 1891. La
idea surgió de la Compañía de ferrocarriles de Cariñena a Zaragoza, con
iniciativa de Juan Tutau, ex-ministro, director gerente de la Sociedad Catalana
General de Crédito y del ferrocarril de Cariñena a Zaragoza, idea que recogió
la Cámara de Comercio e Industria de Zaragoza. Este ferrocarril de vía estrecha
se había construido entre 1882 y 1885, inaugurándose en 1887. Permitió que el
vino de Cariñena llegara al mercado francés, siguiendo la red
Zaragoza-Alsasua-Irún. Con el ataque de la filoxera a los viñedos franceses,
entre 1870 y 1874, se plantaron muchos viñedos en Aragón. En España se
conocieron focos de filoxera en Málaga en 1876, en Gerona en 1879 y en Orense
en 1881. A Aragón llegó a finales de siglo. En octubre de 1881 se celebró en
Zaragoza el Congreso Internacional Filoxérico, bajo el patrocinio del gobierno,
de la Diputación Provincial y de la Junta de Agricultura, Industria y Comercio
de la provincia.
En las Casas Consistoriales de Cariñena tuvieron lugar varias conferencias. La primera, celebrada el 3 de septiembre, a cargo de Juan Tutau, versó sobre las "Consideraciones generales de economía agrícola". En ella Tutau felicitaba a los agricultores por el esmero con el que cultivaban los viñedos, aunque pocos eran los que abonaban. La mayoría aportaba estiércol. Y añadía: "Sois perfectos viticultores y medianos vinicultores. La naturaleza os ha dado un suelo envidiable para la producción de vinos; vosotros la secundáis perfectamente trabajándolo bien, pero, sin duda porque en su estado natural os son solicitados los mostos, no habéis cuidado de trabajarlos". En la Exposición había podido ver que los agricultores de Cariñena utilizaban los mejores procedimientos en la elaboración, aunque todos los vinos eran generosos y por ello de poco consumo. Tutau creía que las plantas americanas no iban a ser resistentes a la filoxera y animaba a los agricultores a asociarse para comprar en común semillas, abonos y remedios a mejores precios, así como a ensayar en campos de experimentación. El día 6 habló Julián Rivera, ingeniero agrónomo, tratando el tema "Cultivo de la vid en la provincia de Zaragoza". En toda la provincia se cultivaban entonces más de noventa mil hectáreas, catorce mil en regadío, siendo la cosecha media de dos millones de Hl. de vino. Recomendaba las variedades Garnacha, Perrel y Miguel de Arcos, plantadas en un marco de dos metros, que permitía el empleo del arado. Animaba a los agricultores a crear sindicatos para comprar abonos y consideraba que el ferrocarril era necesario para el transporte del vino. Ramón Bosqued, farmacéutico de Aguarón, habló el día 8 de los "Conocimientos químicos aplicados a la agricultura". Bosqued defendía la aplicación de abonos químicos, que "empleados juntamente con el estiércol, producen los mejores resultados". Ricardo Górriz, natural de Cariñena, graduado en Farmacia, licenciado en Ciencias Físico-químicas y farmacéutico del Hospital Provincial, habló el día 10 de las "Relaciones de la Entomología con la viticultura", señalando las plagas de la vid y sus tratamientos. Hilarión Gimeno Fernández Vizarra habló el día 12 del "Enyesado de los vinos", enumerando las ventajas y desventajas del enseyado, recomendando la utilización del ácido tartárico y del fosfato de cal en vez del yeso. "Nosotros cultivamos mejor que antes, pero elaboramos como antiguamente. Se recolectan las uvas, no siempre en completa sazón su gentil espíritu, y en carreta, especie de lagar ambulante hecho de tablas mal unidas, se amontona el fruto que estrujado y mal cubierto comienza a fermentar en el camino antes de llegar a las clásicas bodegas, verdaderos antros donde la luz falta, la temperatura escasea y el aire se renueva difícilmente, y en ellas mezclado con abundante yeso cede su zumo a la presión más primitiva que el hombre pudo imaginar en las edades prehistóricas. Luego, casi sin otras precauciones, el mosto fermenta y da origen al vino que unos años es dulce y otros seco, por la gracia de Dios, en unas vasijas claro y en otras turbio, porque Él lo quiso, y siempre de graduación alcohólica distinta, aun procediendo de terrenos y vidados idénticos, quizá por aquello de que en la variedad está el gusto, cuando en este caso el gusto exige unidad". El día 16 habló Manuel Gayán y Angulo, ingeniero agrónomo, en una conferencia titulada "La asociación se impone". Señalaba que los vinos aragoneses se vendían a Francia sin transformarlos. Si los hubieran exportado los productores, tendrían entonces mercados. Francisco X. Tobeña y Argila, perito agrónomo, habló el día 18 del "Pasado, presente y porvenir de la viticultura española". Tobeña defendía la sustitución de las vides por cepas americanas, "único remedio al mal" de la filoxera. El día 19, Ángel López de Santa María, doctor en Medicina y Cirugía, ofreció la última conferencia titulada "El alcoholismo y sus efectos"
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REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
Manuel Mariano La Gasca Segura
Biografía
Por Antonio González Bueno
La Gasca Segura, Manuel Mariano.
Encinacorba (Zaragoza), 6.X.1776 – Barcelona, 26.VI.1839. Botánico, médico y
agrónomo.
Hijo de Ramón Gasca y Manuela Segura,
campesinos modestos; muy joven fue colocado en casa del erudito Antonio
Verdejo, canónigo de Tarragona; bajo su férula, y con el auxilio de Antonio
Martí Franqués, estudió Humanidades, se interesó por la agricultura y participó
en las sesiones de la Sociedad Económica de Tarragona. Durante el curso
1795-1796 inició, en la Universidad de Zaragoza, los estudios de Medicina,
donde asistió a las clases de Botánica dictadas por Pedro Gregorio Echeandía;
continuó su carrera en la Universidad de Valencia (1796-1799), donde practicó
Botánica con Vicente Alonso Lorente, y culminó sus estudios en Madrid; en 1801
obtuvo los grados de bachiller en Filosofía (11 de junio de 1801) y bachiller
en Medicina (15 de junio de 1801), si bien no solicitaría su título de médico
hasta seis años después (7 de abril de 1807).
A su llegada a Madrid en el verano de
1800, por intercesión del médico Ignacio Graells, se colocó en casa de Juan
Bautista Soldevilla, médico de Cámara, quien le presentó a Antonio José
Cavanilles, con el que habría de iniciar una estrecha relación personal y una
fructífera actividad profesional en el ámbito botánico. En 1801 (6 de julio)
fue nombrado, junto a José Demetrio Rodríguez, alumno interno del Real Jardín;
ambos colaboraron activamente en la edición de los Anales de Ciencias
Naturales, donde vieron la luz sus primeros trabajos botánicos. Durante el
verano de 1803 recorrió las montañas de León y Asturias, pensionado por el
Gobierno con objeto de completar la flora española.
Tras la muerte de A. J. Cavanilles
(1804), colaboró con su sucesor, Francisco A. Zea, en la docencia impartida en
el Real Jardín; ejerció como viceprofesor de Botánica General desde comienzos
de 1806 (Real Orden de 14 de enero de 1806) y, desde septiembre de 1807 (Real
Orden de 13 de septiembre de 1807), como profesor de Botánica Médica en el Real
Establecimiento; en su docencia siguió el método de clasificación propugnado
por Agustin Pyramus De Candolle, del que fue su introductor y uno de sus más fervientes
divulgadores.
En esos años de comienzos del siglo
XIX contrajo matrimonio con Antonia Carrasco Sanabria.
La entrada de las tropas francesas en
Madrid le indujo a alejarse de la Corte; sirvió como médico de las Milicias
Nacionales, acompañando al ejército destacado en Salamanca (agosto de 1808),
Jaén (noviembre de 1809) y Cuevas de Almanzora (Almería) (febrero de 1810),
donde, al mando del general José Antonio Sanz, recorrió desde la hoya de Loja a
la huerta de Orihuela; en septiembre de 1810 fue destinado a Alicante, pese a
permanecer apenas un par de meses —y con quebrantada salud— en esta plaza, tuvo
tiempo suficiente para entablar relación con el IX marqués de Rafal, Vicente
Melo de Portugal Fernández de Heredia, gracias a cuyo mecenazgo se publicó, en
Orihuela, en 1811, el primer volumen de sus Amenidades naturales de las
Españas, donde se encuentra uno de sus más valorados estudios, el relativo a la
ordenación natural de las Compuestas; pasó luego a Murcia, donde combatió,
desde los comienzos de 1811, la epidemia de fiebre amarilla, en la que él mismo
recayó en tres ocasiones; en Murcia sirvió en el Hospital Militar de San Andrés
y en el lazareto del Llano de la Luz, donde aplicó el método febrífugo ideado
por el médico Tadeo Lafuente, a cuyas órdenes sirvió y cuyas teorías divulgó
con amplitud. Durante su estancia en Murcia fue nombrado socio de número de la
Academia de Medicina de Murcia (12 de enero de 1812), institución que llegó a
presidir; tras su regreso a Madrid, la Academia le nombró asociado (3 de
octubre de 1814).
La Regencia del reino le confirió, en
agosto de 1814, la plaza interina de director del Real Jardín Botánico,
confirmada, en propiedad, unos meses después (2 de diciembre de 1814); en 1815
(27 de enero) recibió el nombramiento de profesor de Botánica General,
conservando la plaza de encargado del Real Establecimiento que entonces
ocupaba; desde 1817 actuó, además, como inspector general de los plantíos y
arbolados del canal de Manzanares; se mantuvo en estos puestos hasta su
obligada partida a Sevilla (marzo de 1823) y posterior exilio londinense
(1824). Colaboró, muy activamente, en la edición de la Agricultura general...,
de Gabriel Alonso de Herrera, elaborada por la Sociedad Económica Matritense de
Amigos del País (Madrid, 1818-1819) y preparó, junto a Simón de Rojas Clemente,
la edición de una Ceres hispanica, que no llegó a ver la luz; tras la llegada a
España de las colecciones compiladas por J. C. Mutis, en 1817, fue comisionado
para hacerse cargo de los trabajos de ordenación y edición de esta flora, pero
no envió a imprenta material alguno.
Durante el período comprendido entre
1814 y 1823, el de mayor desarrollo de su actividad botánica, publicó sus
destacados estudios sobre Compuestas, Umbelíferas y Crucíferas, iniciados desde
sus primeras colaboraciones con A. J. Cavanilles, y de los que ya había dado a
la imprenta sus primeros resultados en Orihuela, en 1811. Elegido diputado a
las Cortes (3 de diciembre de 1821), representó a la circunscripción electoral
de Aragón durante las legislaturas de 1822 y 1822-1823. Su nombre figura en la
“Lista de Masones hallados que componen varias logias de Madrid”, conservada
entre los papeles reservados de Fernando VII (Archivo de Palacio, Madrid, t.
67, fols. 159r.-201r.); colaboró, junto a José Francisco Pedralbes, Agustín
López de Baño, Narciso Tomás, Ramón Trujillo, José Pumarejo, Pablo Montesino,
Ramón Salvato y Mateo Seoane, en la redacción del Proyecto de código sanitario
de la Monarquía española presentado en 1822; fue firmante del manifiesto que
propugnaba nuevas Cortes y nuevo Gobierno, publicado el 23 de julio de 1822, y
de la Exposición hecha a las Cortes extraordinarias por 66 [sic] diputados
sobre las causas de los males que afligen a la nación, leída, en las Cortes, el
9 de octubre de 1822. Sus actuaciones en pro de las Sociedades Económicas de
Amigos del País le llevaron a ser nombrado, entre otras, socio de mérito de las
de Valencia (3 de febrero de 1815) y Madrid (6 de marzo de 1815); fue fundador
del Ateneo Español (14 de mayo de 1820), donde desempeñó el puesto de
vicepresidente interino y tomó parte activa en la redacción de su Reglamento
científico (Madrid, 1820). Las relaciones internacionales mantenidas durante
estos años promovieron su inclusión en la Sociedad Fisiográfica de Lund (8 de
marzo de 1815), la Academia Leopoldina Cesárea de los Curiosos de la Naturaleza
de Bonn (28 de noviembre de 1818), la Sociedad de Horticultura de Londres (4 de
mayo de 1819), la Academia de Ciencias Naturales y Artes de Barcelona (10 de
mayo de 1820), la Academia de Ciencias Naturales de Múnich (19 de abril de
1821) y la Sociedad Linneana de París (8 de noviembre de 1821).
Junto al resto de las Cortes, en
marzo de 1823, se trasladó a Sevilla; allí soportó la triste violencia de la
jornada de San Antonio de 1823, en la que perdió parte de sus pertenencias,
incluidos algunos manuscritos y herbario; prosiguió con las Cortes su viaje a
Cádiz. Luego siguieron los años de exilio; se trasladó a Gibraltar, después a
Londres (1824-1831) y, finalmente, a Jersey (1831-1834), donde estableció
estrecha colaboración con el agrónomo sir John Le Couteur.
Durante su estancia en el exilio
cooperó con las iniciativas culturales propiciadas por los emigrados españoles,
entre ellas el Ateneo Español de Londres, inaugurado el 16 de marzo de 1829,
donde impartió clases de Botánica; mantuvo —con limitaciones— sus contactos
científicos internacionales y publicó algunas contribuciones en revistas
científicas inglesas. Durante estos años fue nombrado miembro honorario de la
Sociedad Botánica de Ratisbona (24 de septiembre de 1824), corresponsal de la
Sociedad Real de Horticultura de los Países Bajos (17 de enero de 1828),
miembro de las Sociedades Linneanas de Londres (21 de diciembre de 1831) y de
la de Estocolmo (31 de marzo de 1832) y socio honorario de la Real Academia
Irlandesa (24 de junio de 1833) y de la Real Sociedad de Agricultura y
Horticultura de Jersey (31 de julio de 1833).
A la muerte de Fernando VII, y como
feliz consecuencia del Decreto de 23 de octubre de 1833 firmado por la Reina
Gobernadora, pudo regresar a España, junto al resto de su familia, compuesta,
por entonces, por su mujer y cuatro hijos: José, Mariano, Juan y Francisco; lo
hizo por el camino de París, Lyon, Aviñón y Montpellier, volviendo a pisar
suelo español, a comienzos de 1834, por Cataluña; residió durante un mes en
Barcelona, bajo la protección de Ignacio Graells y Félix Janer. Retornó a
Madrid y fue repuesto como profesor de Botánica General en el Real Jardín (19
de marzo de 1834); desde su puesto promovió la reorganización de los
establecimientos científicos y la creación de una Junta de Profesores del Museo
de Ciencias Naturales, a la que quedó adscrito el Jardín Botánico, y de la que
fue nombrado presidente por Real Orden de 21 de septiembre de 1837; por estas
mismas fechas recibió el reconocimiento gubernativo con la concesión de la
Orden de Isabel la Católica. Las sociedades científicas siguieron integrándole
en su seno; durante estos años fue nombrado socio de la Academia de Medicina de
París (31 de marzo de 1835) y de la Sociedad Farmacéutica Lusitana (14 de abril
de 1839).
Su delicado estado de salud
—probablemente padecía asma— le llevó a trasladarse a Barcelona (28 de
diciembre de 1838), se alojó en el palacio episcopal; allí falleció, seis meses
después, a consecuencia de una angina de pecho. Fue enterrado, bajo las
especiales disposiciones del prelado de la diócesis, Pedro Martínez San Martín,
en el cementerio del Este de la Ciudad Condal [Poblenou]. En octubre de 1996
sus restos fueron trasladados a su localidad natal, donde hoy reposan.
Obras de ~: con J.
Rodríguez, “Descripción de algunas plantas del Real Jardín Botánico de Madrid”,
en Anales de Ciencias Naturales (ACN), 4 (12) (1801), págs. 256-263; con J. Rodríguez,
“Descripciones de algunas plantas nuevas que han florecido en el Real
Establecimiento Botánico en el año 1801”, en ACN, 5 (13) (1802), págs. 65-76;
con D. García y S. de Rojas Clemente, “Introducción á la Criptogamia de
España”, en ACN, 5 (14) (1802), págs. 135-215; con J. Rodríguez, “Descripción
de algunas plantas que colectó D. Guillermo Thalacker en Sierra Nevada”, en
ACN, 5 (15) (1802), págs. 263-288; con J. Rodríguez, “Fascículo III. De las
plantas que el Ciudadano Augusto Broussonet colectó en las costas
septentrionales de la África y en Canarias”, en ACN, 6 (16) (1803), págs.
138-158; “Noticia sobre la vida literaria de Don Antonio Josef Cavanilles”, en
Variedades de Ciencias, Literaturas y Artes (VCLA), 1 (3) (1804), págs. 65-75 y
148- 158; “Descripcion de dos géneros nuevos de plantas, y de varias especies
nuevas, ó poco conocidas”, en VCLA, 2 (4) (1805), págs. 35-40; “Memoria sobre
un género nuevo de la familia de las gramas llamado Botelua, y sobre otro de la
misma familia que le es afine”, en VCLA, 2 (4) (1805), págs. 129-143;
“Caracteres diferenciales de once especies nuevas de plantas y de otras dos
poco conocidas”, en VCLA, 2 (4) (1805), págs. 212-217; Amenidades naturales de
las Españas: o bien disertaciones varias sobre las producciones naturales
espontáneas, ó connaturalizadas en los dominios españoles [número I], Orihuela,
Imprenta de la Muy Ilustre Junta, 1811; Examen de la memoria sobre la fiebre
amarilla, que se ha padecido en la ciudad de Murcia en 1811, escrita por D.
Bartolomé Colomar, que no estaba en ella, según consta de la sin par historia,
que acaba de dar á la luz este zaherido martir del contagio hecho en 1812, de
modo que pueda servir para el de 1813, y siguientes, por un curioso en la
ciudad de Murcia; é ilustrado con notas instructivas y fidelignas por un médico
musulman y casualista, Murcia, Imprenta de Teruel, 1812; Elenchus plantarum,
quae in Horto Regio Botanico Matritesi colebantur anno MDCCCXV, cum novarum,
aut minus cognitarum stirpium diagnosi, nonnulanque, descriptionibus
contractis, Madrid, Typographia Regia, 1816; Genera et species plantarum, quae
aut novae sunt, aut nondum recte cognoscuntur, Madrid, Typographia Regia, 1816;
Memoria sobre las plantas barrilleras de España, Madrid, Imprenta Real, 1817;
con A. Sandalio Arias, C. Boutelou, S. de Rojas Clemente, J. Eliozondo, F. de
Paula Martí, F. Martínez Robles y A. Pascual, Agricultura general de Gabriel
Alonso de Herrera, corregida según el texto original de la primera edicion
publicada en 1513 por el mismo autor, y adicionada por la Real Sociedad
Económica Matritense, Madrid, Imprenta Real, 1818-1819, 4 vols.; Amenidades
naturales de las Españas [número II], Madrid, Ibarra, 1821; Extracto de la obra
sobre la fiebre amarilla de don Tadeo Lafuente, hecho por el mismo. Se expone
en él el método preservativo y curativo mas eficaz de cuantos se han publicado
hasta el día. Lo ilustra con notas y lo adiciona [...], Madrid, Cosme Martínez,
1821; Discurso leído en la sala de lecciones del Jardín botánico de Madrid al principiar
el curso de botánica general el día 9 de abril de 1821 [Observaciones sobre la
posibilidad de poner en planta dentro de tres años el proyecto de instrucción
pública, presentado a las Cortes por su comision en la legislatura de 1820],
Barcelona, Antonio Brusi, 1821; “Descripcion de dos plantas nuevas halladas en
los contornos de Sevilla, y noticias de otras varias que se crían con ellas”,
en Periódico de la Sociedad Médico-Quirúrgica de Cádiz, 4 (1) (1824), págs.
1-5; “Observaciones sobre la familia natural de las plantas aparasoladas
(Umbelliferae)”, en Ocios de los españoles emigrados, 4 (1825), págs. 267-277, 342-360, 446-456 y 531-537;
Hortus Siccus Londinensis; or, a collection of dried specimens of plants,
growing wild within twenty miles round London, named on the authority of the
banksian herbarium, and other original collections, London, M. Calero, 1826;
“Sketches of the botanical, horticultural, agronomical and rural cincunstances
of Spain [On the Gardening and Botany of Spain]”, en The Gardener’s Magazine, 1
(3) (1826), págs. 235-249, 2 (8) (1827), págs. 393-399,
y 4 (14) (1828), págs. 65-76.
Bibl.: E. Carreño,
“Notice sur la vie et les écrits du botaniste espagnol D. Mariano La Gasca”, en
Annales des Sciences Naturelles, serie 2, 14 (1840), págs. 146-161; A. Yáñez y
Girona, Elojio de D. Mariano La-Gasca y Segura, Barcelona, Imprenta de D.
Antonio Bergnes y Cía., 1842; G. C. Druce, “La Gasca and his Hortus Siccus
Londinensis”, en Journal of Botany, 46 (1908), págs. 163-169; E. Reyes Prósper,
“Estudio bio-bibliográfico de M. La Gasca y Segura”, en Dos noticias históricas
del inmortal botánico y sacerdote hispano-valentino don Antonio José Cavanilles
[...] Con anotaciones y los estudios bio-biográficos de Cavanilles y de La
Gasca: 219-261, Madrid, 1917; F. Barras de Aragón, “Cartas del botánico francés
Léon Dufour a Don Mariano Lagasca, existentes en el Archivo de la Real Academia
de Medicina de Sevilla”, en Boletín de la Real Sociedad de Historia Natural, 19
(1919), págs. 394-400;
J. Britten, “La Gasca in England”, en Journal of Botany, 62 (1924), págs. 347-349; E. Gelabert Aroca, “Unos datos poco conocidos de la biografía de
La Gasca”, en El Monitor de la Farmacia y de la Terapéutica, 50 (1334) (1944),
págs. 14-16; E. Balguerías, “Una carta de D. Mariano Lagasca”, en Anales del
Instituto Botánico A. J. Cavanilles (AIBAJC), 10 (1) (1951), págs. 119-127; R.
T éllez Molina y M. Alonso Peña, Los trigos de la Ceres hispánica de Lagasca y
Clemente, Madrid, Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas, 1952; M.
Rocamora, Estancia y fallecimiento del botánico La-Gasca en Barcelona (1834-
1839), Barcelona, Imprenta E. Tobella, 1955; F. Baguena Novella, “Los fondos de
botánica y la Biblioteca de La Gasca en la Biblioteca Municipal de Málaga”, en Revista
de Archivos, Bibliotecas y Museos, 65 (1958), págs. 477-492; J. L. Pérez de
Castro, “Del viaje de don Mariano de La Gasca por Asturias”, en Boletín del
Instituto de Estudios Asturianos (BIEA), 72 (1971), págs. 3-33; B. Casaseca,
“La vida de La Gasca”, F. Bellot Rodríguez, “Lagasca como político”, J.
Malato-Beliz, “Mariano Lagasca y la ley de las series homólogas en la variación
de Nikolai Vavilov”, y R. Téllez Molina, “Lagasca, botánico agrícola”, en
Lagascalia, 6 (2) (1976), págs. 191-201, págs. 203-208, págs. 209-214 y págs.
215-218, respect.; B. Casaseca Mena, Panorama de los estudios florísticos en
España hasta mediados del siglo XIX, Salamanca, Universidad, 1978; M. Laínz,
“Mariano de Lagasca en la Cordillera (julio-agosto de 1803)”, en Torrecerredo,
2.ª época, 14 (1978), págs. 26-29; C. Sepúlveda (ed.), Cartas autógrafas de y
para José Cecilio del Valle. Correspondencia con Jeremías Bentham, Alexander
von Humboldt, Abate de Pradt, Conde de Pecchio, Álvaro Flores Estrada, Andrés
del Río, Vicente Rocafuerte, Manuel de Mier y Terán, Mariano La Gasca y otras
personalidades, México, 1978; M. Laínz, “Más sobre Lagasca y su viaje
cantábrico”, en AIBAJC, 35 (1980), págs. 417-421; E. Diego García,
“Aproximación al estudio de los posibles masones en 1823”, en J. A. Ferrer
Benimeli (coord.), La masonería en la España del siglo XIX, vol. II, Salamanca,
1987, págs. 451-466; V. Martínez Tejero, “Mariano Lagasca: un botánico de fama
mundial”, en Aragón en el mundo, Zaragoza, 1988, págs. 308-319; J. Fernández
Pérez y A. Gomis Blanco, “La Ceres Española y la Ceres Europea, dos proyectos
agrobotánicos de Mariano La Gasca y Simón de Rojas Clemente”, en Llull, 13 (25)
(1990), págs. 379-401; M. Laínz, “Más aún sobre Lagasca y, muy especialmente,
sobre su viaje de 1803”, en BIEA, 138 (1991), págs. 515-523; R. Gamarra
Gamarra, “Nomina plantarum in bibliographia lagascana provenientia”, R. Gamarra
Gamarra y M.ª J. Morales Abad, “Nonnulla nomina praetermissa in bibliographia
lagascana provenientia”, M. Laínz, “Pequeño recordatorio... ¿inútil?”, y J.
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