RADICALISMO
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En España vivíamos tan ricamente,
desde la transición, en un limbo bipartidista, cuando de repente aparece la
crisis de 2008. Una crisis profunda y larvada que ha transformado y que todavía
transforma nuestra sociedad. Si a ello le añadimos la pandemia actual, el cóctel es explosivo. Consecuencia de ello es una sociedad, empobrecida,
desestructurada y, en política, radicalizada. No solamente esta radicalización
política afecta a nuestros partidos políticos sino que, la sociedad en general, se
muestra mucho más agresiva, alejándose de toda racionalidad a la hora de emitir un juicio
o de hacer un análisis de tal o cual circunstancia. Es ya evidente que, incluso
dentro de la propia familia, surgen discrepancias que crean ambientes poco
gratos.
En España todo comenzó con Zapatero.
El planteamiento fue muy simple. La culpa de la crisis del (2008) no es nuestra, la
culpa la tiene el sistema, el sistema capitalista (ahora que Zapatero apoya sin
ambages a Maduro, se entiende mejor). Para visibilizar la acción sacó a los
jóvenes y los plantó en las plazas públicas (tenemos el relato de la plaza de
San Juan en Teruel capital). De esas movilizaciones salió una coalición
electoral (Podemos) comandada por el PCE y que le hurtó un buen puñado de votos al PSOE.
Por la otra parte, como reacción natural, nace la extrema derecha con VOX.
Tras las últimas elecciones se ha
formado un gobierno entre socialistas y comunistas, cuya actuación día a día y
cuyo destino es impredecible (aunque sí previsible). La actual acción política
y los problemas sanitarios han dejado al país en ruina y las colas del hambre
no son ya una apelación a la posguerra, son una realidad.
Un gobierno en estas circunstancias,
acorralado, con un país en la ruina (sobrevivimos gracias al sostén de Europa)
tiene la tentación de limitar las libertades. Y, aquí, el enroque ha sido
total. Gracias a las hemerotecas y a las videotecas sabemos que el gobierno nos
miente pero que, además, tiene la osadía de presentarse como garante de la
libertad y de la verdad estableciendo un régimen de censuras (Ministerio de la
Verdad, se le llama popularmente) para acallar lo que no le interesa que se
sepa.
Si a todo ello le añadimos la deriva
de Podemos con la apertura de un frente con Marruecos en base a la antigua colonia
del Sahara y el Frente Polisario (marxista) y, que ha derivado, en el desembarco en Canarias de más de 16.000
emigrantes en pateras. La reacción de EEUU con la consiguiente secuela de problemas
diplomáticos de España con Marruecos. Los pactos del gobierno con Bildu (ETA asesina, no
ha pedido perdón)… El que, a España no la llame Europa para las cumbres sobre el
terrorismo y, así, un largo etcétera...
Todo ello nos da idea del descalabro
tan brutal en que nos encontramos. Y, consecuencia de ello, no es difícil comprender
que, las discusiones y discrepancias naturales entre personas se hayan
endurecido, se hayan radicalizado y nos lleven a algún brote de violencia (ya
constatado). Mientras, los problemas sociales crecen con los okupas, la pobreza
y la marginalidad, caldo de cultivo para
una sociedad inculta (Ley Celaá) y en franco retroceso.