Santa Catalina nació en Alejandría en la segunda mitad del tercer siglo.
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Retablo de Santa Catalina, mártir, del primer cuarto del siglo XVII. Imagen de la titular, alargada con gusto manierista, seis bajorrelieves con escenas dela vida y martirio de Santa Catalina, presentando en el remate la Crucifixión (Texto de Santiago sebastián)
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LA VIDA EJEMPLAR DE UNA SANTA
SANTA CATALINA
Según sus «actas», santa Catalina
nació en Alejandría en la segunda mitad del tercer siglo. Descendía de una
familia de abolengo y se distinguía por su inteligencia, erudición y belleza.
Muchos ricos y nobles pretendientes pedían su mano. La madre y los parientes
trataban de convencerla para que se casara, pero Catalina no se decidía y decía
a sus allegados: «Si quieren que me case entonces encuéntrenme alguien que me
iguale en hermosura y erudición.»
Dios hizo que Catalina conociera a un
anacoreta, hombre inteligente y de vida ejemplar. Examinando con Catalina los
méritos de sus pretendientes el anacoreta dijo:
-Yo conozco al Novio que es superior
en todo a ti. No hay nadie igual.
Después le dio el icono de la
Santísima Virgen, prometiendo que Ella ayudaría a Catalina a ver al Singular
Novio. Durante la próxima noche, adormecida Catalina vio a la Reina Celestial
rodeada de ángeles parada delante de ella con el Niño que resplandecía como el
sol. Fueron vanos los esfuerzos de Catalina para ver Su rostro. El se daba
vuelta.
-No desprecies a Tu creación -pedía
la Madre de Dios a Su Hijo- dile lo que tiene que hacer para ver Tu imagen
brillante, Tu Rostro.
-Que regrese y pregunte al anacoreta
-contestó el Niño.
Este singular sueño asombró a la
joven. Ni bien amaneció, fue a ver al anacoreta y se arrodillo a sus pies
pidiendo consejo. El anacoreta le explico detalladamente sobre la verdadera fe,
sobre el paraíso y la vida en el paraíso de los justos y sobre la perdición de
los pecadores. La sabia joven comprendió la superioridad de la fe cristiana
sobre la pagana. Creyó en Jesúcristo como el Hijo de Dios y se bautizó. Y
entonces la luz divina entró en ella y la llenó con una gran alegría.
Cuando Catalina regreso a su casa con
su alma renovada, rezó durante mucho tiempo agradeciendo a Dios por la gracia
otorgada. Durante la oración se quedó dormida y vio nuevamente a la Madre de
Dios. Ahora el Niño Divino la miraba con benevolencia. La Santísima Virgen tomó
la mano derecha de la joven y el Niño le puso un maravilloso anillo, diciendo:
-No tengas otro novio terrenal.
Catalina comprendió que a partir de
este momento ella estaba comprometida con Cristo y se despertó con mayor
alegría en su corazón. A partir de este sueño ella cambió completamente. Se
hizo humilde, benévola y amable. Empezó a rezar a Dios frecuentemente pidiendo
Su guía y ayuda. Única meta que la entusiasmaba: vivir para Cristo.
Poco tiempo después vino a Alejandría
Maximiano (años 286-305) codirigente del emperador Diocleciano. Envió
mensajeros a las ciudades de Egipto para invitar al pueblo a la fiesta en honor
a los dioses paganos. Catalina estaba muy triste porque el emperador, en vez de
ayudar a instruir al pueblo, extendía la superstición pagana. Cuando llegó el
día de la fiesta ella fue al templo pagano, donde estaban reunidos los
sacerdotes paganos, la nobleza y el pueblo y dijo sin miedo al emperador:
-¡Emperador, no te da vergüenza orar
a los repugnantes ídolos? Conoce al verdadero Dios eterno e infinito. Por Él
apareció el universo y los reyes reinan. Él bajó a la tierra y se hizo hombre
para nuestra salvación.
Maximiano se enojo con Catalina por
la falta de respeto hacia la dignidad imperial y ordenó encarcelarla. Después,
ordenó a la gente erudita convencer a Catalina de la autenticidad de la
religión pagana. Durante varios días ellos exponían diferentes argumentos en
pro de la religión pagana, pero Catalina los vencía con su lógica, y con sus
razonamientos les demostraba que no tenían razón. Demostraba que solamente
puede existir un Sabio, Creador de todo, quien con sus perfecciones se eleva
infinitamente sobre los dioses paganos. Finalmente, los sabios paganos tuvieron
que admitir que perdieron con los argumentos imbatibles de Catalina. Sin
embargo, al sufrir la derrota sobre el campo intelectual, Maximiano no dejó su
intención de convencer a Catalina. La llamó y trato de seducirla con regalos,
promesas de favores y gloria. Pero Catalina no se dejó seducir.
Maximiano tuvo que ausentarse de la
ciudad por un corto período. Su esposa, emperatriz Augusta, quien escuchó mucho
sobre la sabiduría de Catalina, quiso verla. Se encontró con ella y, habiéndola
escuchado, se hizo cristiana. Cuando Maximiano regresó a Alejandría llamó
nuevamente a Catalina. Esta vez se quitó su mascara de benevolencia y empezó a
amenazarla con torturas y muerte. Después mandó traer unas ruedas con sierras y
ordenó matarla de esta horrible manera. Pero, ni bien empezaron las torturas,
una fuerza invisible rompió el instrumento de tortura y santa Catalina salió
ilesa. Cuando la emperatriz Augusta supo lo que pasó, vino a ver a su esposo y
le reprochó que pretendiera él desafiar al mismo Dios. El emperador se
enfureció por la intervención de su esposa y ordenó matarla ahí mismo. Al otro
día Maximiano llamó a Catalina por última vez y le ofreció ser su esposa,
prometiendo todos los bienes materiales. Pero Santa Catalina no quiso saber
nada. Viendo la inutilidad de todos sus esfuerzos el emperador ordenó matarla y
un guerrero la decapitó.
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