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viernes, 24 de marzo de 2017

Marzo2017/Miscelánea. UN CLAVO SACA A OTRO CLAVO. (CUENTO)

Clavo en la sala de audiovisuales de la Fundación Santa María de Albarracín
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UN CARÁCTER ENDIABLADO
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Maese Pierres había sido contratado con el Cabildo para construir la sede/seo del obispado de Albarracín. A un costado de la muralla y, casi colgado sobre el abismo, tenía su taller. En el pasaba todo el día y, además, prolongaba su estancia todo el tiempo que la torcida de la lucerna  se mantenía encendida. Entregado obsesivamente a su trabajo consumía las horas sin apenas tener un respiro para entender lo que pasaba a su alrededor. Por ello, no se enteró de que, ya bien entrada la noche, llamaban a la puerta de su estudio. La mujer que hasta allí llegó iba acompañada de un joven que a primera vista, ya daba muestra de tener un carácter indomable: tiene un carácter ENDIABLADO, le dijo a maese Pierres la madre del muchacho, casi de sopetón. He hablado  con su mujer, apostilló luego aquella mujer que se había atrevido a interrumpir el importante trabajo de este afamado maestro de obras venido desde muy lejos, hasta estas apartadas tierras para una obra tan soberbia. Verá maese Pierres, prosiguió ésta, su mujer me ha dicho que puedo dejarle al zagal para que trabaje en el taller… para que le haga recados o, para lo que usted crea oportuno.  El muchacho es agudo y aprenderá bien y pronto, pero, tiene un genio insoportable y es muy maleducado. Su carácter es tan irascible que le impide tener amigos e incluso nos trata a nosotros, sus padres, con displicencia. No queremos salario por su trabajo, con que se le corrigiera ese genio sería suficiente. Tras estas manifestaciones, la mujer dejó al crío en el taller y se volvió sola a su casa de la calle del Chorro.
Maese Pierres miró al muchacho, advirtió lo adusto del gesto, el desplante de su mirada y su actitud desafiante. Tras sopesar las posibilidades que había, se decidió a aceptar el reto. No será este trance, se dijo, más difícil que el de construir toda una catedral. Así que con estas premisas le dijo al muchacho. Mira, mañico, mañana por la mañana, antes de subir al taller, te pasas por la fragua del tió Gato y le pides doscientos clavos de 5 pulgadas cada uno. Y dicho esto, lo despidió, pues ya era noche cerrada y se había consumido el aceite que empapaba la torcida.
Al día siguiente, tras pasar por la fragua y cargar los clavos, llegó el muchacho al taller enfurecido y maldiciendo su suerte. Para entonces maese Pierres ya había diseñado la estrategia a seguir. Mira le dijo, coge uno de esos clavos, un martillo y clávalo en este madero que refuerza el andamio de la obra. Si acaso perdura esa actitud desabrida, vuelve a clavar otro. Pero, cuando te hayas calmado vuelve. Así lo hizo el mocoso, mientras maese Pierres trabajaba sin descanso. Apenas le hacía caso al muchacho, pero, cada día eran menos los clavos que gastaba y, finalmente, no tuvo que volver a la fragua a por más clavos.
Bien, le dijo finalmente maese Pierres, mi tierra, que está mucho más al norte del río de los Íberos, es una tierra de pastores y ellos, cada día, hacen un doble recorrido. Primero caminan con su ganado hasta el mediodía y luego vuelven a casa para llegar justo, en la anochecida. A ti, también, te va a suceder lo mismo que a los pastores de mi tierra. Has hecho la mitad de la jornada y te queda por completar la otra mitad.
Ahora que has domeñado el carácter será menester que perdure esta actitud. Para ello, cada día que te manifiestes durante toda la jornada con semblante afable y actitud positiva, deberás arrancar uno de esos clavos que con tanto ahínco clavaste en la madera. De esa forma habremos cerrado el círculo de tu reeducación.
Marchó maese Pierres a sus quehaceres y dejó al muchacho en los suyos. Pero éste, cada día, arrancaba uno de los clavos clavados en la madera. Un clavo saca a otro clavo, decía el mozo mientras se las arreglaba para extraer aquellos hierros, gruesos y rumientos que le había dado el tió Gato ya haría, al menos, un mes.
Pasaron los días y los meses, las obras de la catedral avanzaban con pausa pero de forma continua y a plena satisfacción del cabildo. Cuando, una mañana del mes de abril, entro en el taller el muchacho con gesto alegre y un último clavo cogido entre las pinzas de unas tenazas. Maese Pierres, es el último clavo, dijo con satisfacción.
No debes sentirte satisfecho, le advirtió maese Pierres, ven y observa los agujeros que han quedado en la madera. Todo este material ha quedado inservible y eso es consecuencia de una mala conducta. Pues, debes saber, que todos nuestros actos tienen unas consecuencias. De que éstas sean positivas, depende de nosotros. Por ello, hay que saber valorar a las personas y a las cosas que forman parte de nuestra vida y que participan de la vida en común de la comunidad en la que vivimos.
Las pérdidas del material la asumo yo, pero, la ganancia que estas enseñanzas te han reportado deben servir para que tú obres con los demás de la misma forma que yo lo he hecho contigo. De esta manera, si así lo haces, se logrará una cadena positiva y el mundo mejorará poco a poco.
Con estos propósitos construía catedrales y educaba a sus jóvenes aprendices, maese Pierres Vedel, allá por el siglo dieciséis de la Era Cristiana.
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Tibi gratias ago Deo
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