Dice Santiago Sebastián en el Inventario Artístico de la Provincia de Teruel que en la sacristía de la iglesia de Mirambel se encuentran: "Fragmentos de un retablo hispanoflamenco del siglo XV, tales son una predela y los guardapolvos o polseras; se afirma que este retablo perteneció a la ermita de San Cristóbal".
Al final de las imágenes hay un artículo de don Antonio Gómez Arribas que aclara el valor, tanto artístico como histórico de estas piezas. Toda una sorpresa.
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Para ver las polsera pinchar aquí:
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Cristo resucitado y entronizado.
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San Pedro
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Santa Coloma.
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PINTURA ESPAÑOLA ANTIGUA
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LA PREDELA DE RETABLO DE
MIRAMBEL, DEL MAESTRO DE PEREA. Parte I
Por Antonio Gómez Arribas
Era de esperar, y no ha
defraudado. Tras la atribución que hicimos al Maestro de Perea de los laterales
de la polsera de un retablo que se encontraba en la iglesia de santa Margarita
de Mirambel, por fin hemos podido contemplar la tabla central de la predela de
este retablo, que confirmamos, pertenece también a nuestro Maestro. ¡Y qué
obra! Todo un mensaje admonitorio. El Juicio Final.
En todo su esplendor se nos
presenta a Cristo resucitado y entronizado sobre el arco iris, con los brazos
hacia arriba y las palmas de las manos visibles para mostrarnos las heridas del
sufrimiento en la cruz. Viste la túnica roja de la pasión atada al cuello,
cayendo lateralmente por sus hombros hasta ocultarle las piernas; dejando al
descubierto los pies llagados, el torso con la herida de la lanzada de Longino
y el paño de pureza. En su cabeza el nimbo dorado, y a los lados los símbolos
de justicia –reflejada en la espada, para los condenados- y de la misericordia
-en la rama de lirio, para los redimidos del infierno-. El rostro del Cristo de
Mirambel nos lleva de inmediato a identificarle, por similitud, con el del
Cristo de “La Última Cena” de la Colección Masaveu.
A los lados los ángeles
trompeteros llaman a los muertos a salir de sus tumbas al modo de la tabla
central del retablo del Maestro de Artés –encargo de hacia 1512 para la capilla
de los Artés en la Cartuja de Portaceli, que le da nombre- del Museo de Bellas
Artes de Valencia, y que hace palpable el estrecho conocimiento de ambos
maestros. Sobre una superficie plana, se extienden diseminadas y desordenadas
las tumbas de las que salen los difuntos; algunos, a la derecha de la tabla,
desnudos, son conducidos por diablos al infierno; y otros, envueltos en sudario
blanco, dirigen la mirada y las manos unidas en actitud suplicatoria hacia
Cristo. En último término, en el agua, esperan los ahogados que descansan en el
fondo de las aguas la decisión divina. Otros ejemplos cercanos y más antiguos
de esta representación los tenemos en el entorno aragonés en el retablo del Salvador
de la iglesia del Salvador de Ejea de los Caballeros de los maestros Blasco de
Grañén y Martín de Soria.
Enlazando la parte baja del
retablo, predela, con la de los laterales conocidos, polsera, podemos suponer
el carácter ejemplarizante e intimidatorio que el encargo perseguía, a la vez
que, buscar la intercesión de los santos que en ella se representan de manera
intencionada.
En 1494 los jurados de Valencia
encargaron la tabla del “Juicio Final” de Vrancke van der Stockt. El Maestro de
Perea debió conocer la obra, así como los que hicieron el encargo de Mirambel.
Si el tríptico de Valencia perseguía objetivos de perfeccionamiento en la
administración de justicia entre los jurados valencianos -remedio profiláctico
contra prevaricadores, entre otros-, y dado que los escudos del de Mirambel
podrían corresponder a los blasones de la villa, ¿perseguiría el mismo objetivo
éste, que el tríptico de Valencia?