Descubre la contrabruja o bruja que va a la
contra.
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HUEVOS FRITOS Y PAJARILLA
(Pura dinamita)
(Pura dinamita)
Un frío y estridente grito en la noche del
estrecho valle del Frasno, anunció la llegada de las brujas. Se posaron sobre
una viña vieja que Conchito tenía plantada en espaldera y a contraluna. Desde esa noche y ese
año, las cepas crecieron raquíticas y los granos diminutos. De ellas salía un
vino espeso y ácido como el vinagre que comía las paredes del trujal y diluía
los pellejos de los botos como el salfumán. La puerta de la casa se cerró de un
violento portazo tras atravesar Dionisio el umbral. En el ambiente se palpaba
un espeso olor a almizcle de macho cabrío y la luna salía pura y redonda por
Santa Quiteria. ¡Noche de brujas! pensó… y quiso quitarse la idea de la cabeza
de inmediato. Preparó la leña para encender la chaminera mientras bajaban por
la campana que cubre el fogaril rebufos de aire negro y silbidos agudos. ¡Noche
de brujas!... volvió a pensar, y tornó ha hacer un ejercicio de desapasionado
realismo. En esta época es absurdo pensar en ellas: ¡no existen!
Estaba solo en casa, pues la
Josefina se había quedado en Zaragoza para ir de médicos. Se preparó la cena en
el butano mientras que el fuego del hogar tomaba fuerza y las cepas se
consumían con una llama viva y brillante. El viento, cada vez más huracanado,
golpeaba las desvencijadas ventanas de la casa. En el patio, el gato resoplaba
y bufaba saltando y dando botes de manera alocada. En el callejón el viento
había tumbado el pozal de la ceniza y las macetas de la rumana. Los trastos y
antiguallas del portugués volaban por los tejados como plumas sin peso. Nadie
se atrevía a salir a la calle y el espanto se apoderaba por momentos del
corazón compungido de Dionisio que no acertaba a encontrar el teléfono para
pedir ayuda a su vecina la Celia. “Pero
más gran encá se le fizo o espanto en beyer o reboluzio que, en un inte s´eba
fecho a o suyo redolín. Os tizóns de o fogaril, como gobernaus por bella fuerza
de o más fundo, pretón a tremolar y a sobatir-sen. De o calibo meyo esboldregau
rebrincaban firmes flamaradas que s´espardiban por o pretil ta difuera. As
purnas de a zenisa brincaban, petenaban por o cremallo enta alto de o tellau y
o aire que por a cheminera intraba, como un chilo se clababa en as orellas. O
fullín y a zenisa rancada de o fogaril se fundiban en un boira que no deixaba
beyer cosa y a casa, tremolosa y sobatida, se borneaba y chiraba arrebol sin
aturar.”(tomado de: Ch.C.B.)
Sintió Dionisio dos golpes
fuertes en la puerta y despertó de su denso y pesado sueño. Se restregó los
ojos y miró alrededor. Todo parecía estar en su sitio. El fuego de la chaminera
se estaba apagando y sobre la mesa había una botella de pajarilla y un plato
con los restos de unos huevos fritos y unas costillas de conserva (la Josefina le
había dicho: "No comas huevos fritos que te sentarán mal"). El gato
dormitaba sobre la almohada de una silla ajeno a los golpes que se repetían en
la puerta. Se levantó para abrir y era su vecina la Celia… ¡Chico, Dionisio,
qué si me puedes dejar un poco de sal! Pero…, qué te pasa, tienes mala cara.
Estás como demacrado y pálido, ¿no estarás malo?
Chica, chica, he tenido un sueño que pa qué. Con decirte,
que me parece que he soñado en fabla y todo.
Al oír tales explicaciones, Celia
se echó a reír y Dionisio de nuevo a temblar. Aquellas risas… esas carcajadas
tan estridentes y sonoras las había oído él, sin lugar a ninguna duda,
en sueños. Pero esta vez no pudo despertar y el sonido desternillante de la risa
desencajada de Celia le penetraba en su cabeza con la fuerza de un clavo en la
madera tierna.
Tuvo que subir, al fin, la
ambulancia de Cariñena y llevárselo al Clínico con camisa de fuerza. En el
pueblo se dijo que Conchito se había vuelto loco. Armando probó el vino que
había hecho su padre en el trujal que tiene junto a la fuente y éste seguía, ácido y
almizclado.
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