Plano del primer tramo.
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INICIO
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Iniciamos el paseo de buena
mañana desde la Caseta del Moro, lugar en el que nos había convocado Gachero-Fabián.
Preguntó Gachero-Miguel, si alguien sabría explicar por qué a aquella fuente que nacía
al otro lado del Guadalaviar le llamaban, La Fuente de la Señorita. Sí, contestó rotundo Gachero-Marcial, yo os lo puedo explicar. Se trata de una vieja historia medieval
conocida en esta vega de Dornos con el nombre de “La Señorita y el aponderador”. Nos sentamos intrigados en el verdor de la
orilla posando los ojos sobre las cristalinas aguas del río de las pozas,
mientras, un airecillo fresco y apacible traía aromas de flor de gabardera, entonces, sin más preámbulos, comenzó el relato.
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LA SEÑORITA Y EL
APONDERADOR
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Una rica familia cristiana
cultivaba la frondosa vega de Dornos después de que el rey Alfonso II
conquistara estas tierras. Tenían una hermosa hija en edad casadera. Poseía una belleza arrebatadora y una piel, fina y sonrosada, gracias a las aguas de esta fuente en la que todos los días se lavaba la cara.
Más, llegó el día en que fue núbil y su padre
habló con el casamentero-aponderador para que le buscase un marido adecuado a su belleza y a su riqueza. Todos los jóvenes
herederos, desde Dornos hasta los estrechos de Villel, eran rechazados sistemáticamente
por la joven y por la madre de ésta. Ninguno se acomodaba a sus altas
exigencias. En estas circunstancias, el casamentero-aponderador que
acompañaba y presentaba a los jóvenes de la comarca ante la “Señorita”, decidió
cambiar de estrategia y darles una lección.
Buscó en el mercado de la villa
un mozo alto y elegante, pero ignorante
e inculto. Le enseñó a saludar cortésmente y le dijo que no abriera la boca
para nada. Corría de su cuenta dar las pertinentes explicaciones. Tras la visita
y la presentación de tan elegante mancebo, madre e hija quedaron prendadas del porte del pretendiente. Rápidamente se iniciaron los esponsales y se casaron.
Ese mismo día de la boda tras la
cena familiar con los nuevos esposos, como tenía por costumbre el padre de hacer algunas lecturas de libros sagrados antes de
dormir, pidió al mancebo recién desposado que le leyera algún pasaje de las Sagradas Escrituras.
Cogió éste el libro, y al ver en la página abierta dos figuras representadas
con la cabeza hacia abajo, exclamo: cuidado señora que se van a caer.
Quedó espantada la madre de ver a
un hombre tan lerdo e inculto y mandó llamara al casamentero-aponderador. Le pidió
explicaciones del por qué había obrado de esa forma tan indigna para con ellas.
Respondió el casamentero-aponderador: “Señora, puesto que se os han presentado
a los mejores mozos de la comarca y los habéis rechazado, bien merecéis una
lección”.
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Si el agua te es placentera,
hay allí fuente tan bella,
que para ser la primera
entre todas, sólo espera
que tú te laves en ella.
Gaspar Gil Polo
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Terminado el relato, levantamos el reposo a la vez que íbamos comentando entre nosotros los pasajes mas destacados y ocurrentes de esta historia tan conocida desde antaño entre los habitantes del barrio
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El paseo a la orilla del río era un delicia y la conversación cambió de rumbo. Pasamos a descifrar los nombres de la rica flora que crece a las orillas de este oasis de frescura y verdor.
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La belleza de las flores.
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Pronto llegamos al siguiente punto de referencia en el que, de nuevo, las historias mas fantásticas vendrían a ser distracción y regalo para los oídos de los Gacheros.
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Los Gacheros ya estaban impacientes por conocer la siguiente historia y quién la contaría, pues este día no había acudido Gachero Demóstenes, que era el encargado de los relatos más fantásticos y entretenidos.
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De nuevo, en el mirador y a la vista del Balsón, alguien inquirió sobre la construcción de esta obra de ingeniería. Dijo Gachero-Fabián que el conocía, por haberlo leído en viejos pergaminos, alguna razón de estas obras y de los beneficios que había reportado desde siempre a la población del valle.
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EL TESORO
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Un padre tuvo cuatro hijos. Los cuatro
eran unos haraganes pues ni les gustaba el estudio, ni el trabajo, ni el oficio de las armas.
Sufría el padre por sus hijos al verlos crecer tan despreocupados y con esa
falta de responsabilidad tan grande.
El padre se fue cargando de años
y de achaques y, cada día, presentía más cercano el día de su muerte. Sufría por el futuro de sus
hijos y por lo que les sucedería cuando él faltara. Así que, ideó una estrategia con la que morir tranquilo y poder descansar toda la eternidad.
Reunió un día a sus cuatro hijos
y les dijo: hijos míos, yo pronto faltaré, pero me tenéis que prometer una cosa bajo juramento. ¡Jurádmela!
Los hijos, acongojados, aceptaron
el juramento que les pedía el padre y atendieron a su petición.
Hijos míos, les dijo el padre, el
día que yo me muera abrid este cofre que está cerrado con una llave que llevó
siempre colgada al cuello. Dentro encontraréis un pergamino con el mandato que
me habéis jurado cumplir.
Tras espirar el padre, corrieron
los hijos a cogerle la llave del cuello, curiosos por conocer el contenido del cofre
e inmediatamente, lo abrieron.
En el interior del magnífico
cofre nacarado había una carta en la que decía: hijos míos, os dejo por
herencia un GRAN TESORO. Lo encontraréis enterrado en mitad del río Guadalaviar,
más arriba de la fuente de la Señorita.
Los cuatro hermanos se pusieron a
cavar frenéticos en mitad del río haciendo una gran balsa o Balsón. No
encontraron ningún tesoro, pero una vez hecha tamaña presa, pensaron que tan gran esfuerzo no podía quedar en nada y decidieron desviar el
agua con una acequia y regar los campos que tenían en Dornos.
Al cabo de pocos años y gracias al riego de las fértiles tierras del valle, eran los más
ricos de la comarca. Comprendieron que el verdadero tesoro era el trabajo y
alabaron la sabiduría del padre.
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Pasaron los Gacheros al siguiente mirador conocido como del "Pozo del Chopo". Desde él se observa, en la margen izquierda del Guadalaviar, toda una ladera arrasada por las arenas de una empresa de producción de áridos. No gustó a los Gacheros esta parte del río tan contaminada y amenazada por la avaricia del hombre.
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Dijo Gachero-Aurelio que él conocía una historia muy sutil sobre la avaricia humana. Se dispusieron los Gacheros a escucharla con mucho agrado, sabiendo que Gachero-Aurelio había viajado por todos los países conocidos y había adquirido gran sapiencia y conocimiento de la naturaleza humana. Cómo se titula la historia, pregunto Gachero-Alcahuete quien, sin embargo, no había dicho nada en toda la mañana.
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EL PADRE NO SE COME UN HUEVO,
SI NO MEDIO DE CADA UNO
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Un padre, comenzó Aurelio, tenia
cuatro hijos y una mujer que alimentar. Salía todos los días a la plaza a
buscar jornal y si no lo encontraba, iba a buscar comida o a mendigar con tal
de llevar algo de comer a casa todos los días. Las gentes que lo conocían y sabían
de sus problemas trataban de ayudarle.
Un día, al anochecer, llegó a
casa con tan sólo cinco huevos que le había dado un granjero. La mujer los preparó
en el fuego del hogar y los sirvió a la mesa.
Dijo el padre, comeros vosotros
los huevos que yo me quedaré sin nada. Al menos tomad un huevo cada uno, pues
vosotros tenéis que crecer y desarrollaros.
No, no, dijeron los hijos, no
queremos que nuestro padre se quede sin huevo y sin cena pues sale todos los días
a trabajar.
Así que los hijos partieron cada
uno su huevo y se lo dieron al padre. De esta forma el padre comió dos huevos
mientras que los hijos comieron medio cada uno.
Desde entonen se dice en San
Blas: “El padre no come un huevo, si no medio de cada uno.”
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Con tan entretenidas historias llegamos al punto más alto del recorrido y Gachero-Fabián explicó las características geo-morfológicas del valle a quien quiso escucharle.
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En el medidor, Los Gacheros, retomaron la conversación sobre los días pasados en las aulas y el cuidado que había que tener al informar a los padres de las capacidades de sus hijos. Dijo en un momento de la conversación Gachero-Francisco esta frase lapidaria: Si dices la verdad, pierdes la amistad. Alguien comentó que Gachero-Demóstenes conocía una historia con ese título y que en el próximo encuentro, en el molino de Aliaga, la contaría a todos los Gacheros presentes.
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Con este y parecidos comentarios iniciamos la segunda parte del recorrido. A algunos Gacheros les entró la "flojera" y tornaron a la fuente de la Señorita.
Parte segunda, que veremos en la próxima entrega.
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