Retrato de Nati Cañada
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LA MÚSICA QUE DA VIDA
Entre la plaza Bolamar y la de la
Judería hay un túnel, seguramente un pasadizo medieval que serviría para
evacuar el castillo en caso de asedio. Cuando en Teruel sonaban las sirenas
anunciando la llegada de la aviación, el padre de Antón García Abril, cogía a
sus cuatro hijos y los bajaba por una escalera de su taller hasta el refugio antiaéreo
de la Judería. El pequeño se pasó la guerra llorando (recuerdan). Pero lo peor estaba por llegar.
Entraron las tropas republicanas en Teruel y rodearon al padre con sus fusiles
por llevar un uniforme caqui. Antes de disparar las gentes se pudieron delante
de él en su defensa. ¡No disparen, no disparen… el uniforme es el de La Banda
de Música de Teruel! La música le devolvió la vida al padre y el suceso suena
hoy a premonición: LA MÚSICA HA SIDO LA VIDA DE ANTÓN GARCÍA ABRIL. Salvó la
vida pero se lo llevaron preso al castillo de Mora de Rubielos. Quedó en Teruel
la madre con los cuatro hijos y una batalla de por medio. Aquí aparece “madre
coraje” como también lo fueron otras muchas madres turolenses en esos difíciles
trances. Cargó con los enseres que pudo y con los hijos de camino a Caparrates.
En este punto les esperaban camiones para llevarlos hasta La Puebla de Valverde.
Desde La Puebla de Valverde en tren los conducían a Valencia. La madre de Antón sólo tenía una obsesión en esos momentos, se trataba de contactar con el Jefe de
Estación de Barracas que era pariente de la familia. No se lo permitieron en La
Puebla pero sí que lo pudo hacer en Mora. Con la ayuda de un capitán
republicano de buen corazón lograron abrir la puerta del tren en la estación de
Barracas. En Barracas pudieron recuperar al padre y traerlo de Mora, donde
había sufrido grandes penalidades. En Barracas, dicen los García Abril, se acabó
la guerra para nosotros.
Este mes de mayo, el día 19,
cumplirá 81 años. Nació en 1933 y sin
llegar a cumplir los cinco, fue evacuado de Teruel a Barracas. En el invierno
del 37 al 38 con cuatro añitos, vio como su ciudad era aniquilada por la guerra
en la famosa Batalla de Teruel. A su vuelta, su ciudad natal estaba arrasada,
era puro escombro. Tales eran las noticias que por el mundo corrían de la
suerte de la pequeña ciudad que, en Colombia, quisieron que su nombre no se
perdiera y le cambiaron el propio a un pueblecito llamado El Retiro,
rebautizándolo con el de Teruel. Nombre que conserva hasta la fecha. Vio Antón,
con sus ojos de niño, como renacía la ciudad de las cenizas a la vez que jugaba
con los amigos en las escombreras de la Ronda y del Ensanche. Lo llevaron a
estudiar al La Salle y por supuesto a La Banda de Música de Teruel. Pocos saben
en Teruel que la música le salvó la vida a su padre y que ahora este centro
docente lleva el nombre del hijo.
Cuando nace un genio, puede
hacerlo entre la miseria, entre los escombros de una batalla o en ricos y palaciegos
aposentos. A Antón García Abril le tocó nacer en una ciudad que iba a ver
desaparecer a sus cuatro años de edad. Los traumas infantiles dejan profunda
huella que el tiempo apenas puede borrar. Por ello, cuando vemos la extensísima
obra musical de Antón entendemos bien que, sus experiencias infantiles, le
llevaran a ser un hombre en positivo, un hombre que CONSTRUYE, que se ha pasado
la vida "fabricando" y regalando arte, el arte más universal que existe.
Hoy, García Abril, que inició su carrera con las penurias de la posguerra ha tocado la
gloria y su trabajo, su arte, ha sido reconocido, quizás más fuera que dentro. Está
considerado como uno de los más importantes compositores europeos del siglo XX. Lo decimos hoy, que celebramos el Día de Europa.
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Existe una extensa bibliografía sobre su obra.
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El retrato de Nati Cañada nos descubre un hombre de mirada franca que, como se dice comúnmente en Teruel, " da la cara" y se muestra tal como es.
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Pero lo que más nos descubre la verdadera naturaleza de Antón García Abril es su firma. Hay que fijarse en el segundo patronímico, Abril. Está remarcado más que su propio nombre y, aún el de su padre, que es un mero signo entre madre e hijo. Ya, el escultor Pablo Serrano, nos dejó bien señalada la naturaleza férrea y las grandes virtudes de la mujer turolense, Antón lo vuelve a señalar inequívocamente. Seguramente recordará como con sus cuatro añitos su madre le aferraba la mano, hasta el dolor, en la evacuación de Teruel para evitar la separación y en ese lance, le iba a ella la vida. La firma viene subrayada por un escueta línea, firme, pero levemente elevada hacia la madre y que une a ambos.
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