Cristo de la iglesia de las Hermanas Clarisas de Teruel
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DESCRIPCIÓN/JUSTIFICACIÓN
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La
cruz con el Cristo llagado, crucificado, surge de los confines de la Tierra y
desde más allá del ocaso, se eleva sobre Teruel sobrepasando nuestro margen
celeste. Es un Cristo imponente que muestra en su cuerpo todas las heridas
recibidas en su pasión y muerte. Que soporta todos los pecados, todas las bajas
pasiones, todas las indignidades humanas
y que asume a su vez, con descarada prepotencia, el papel de Redentor. Es
un cristo renovado que mueve a la reflexión y a la contrición. Su sola
presencia excita las conciencias… “Tú me mueves, Señor, muéveme el verte”… Pero a veces es necesario hacer visible lo que
es evidente y por eso la imagen muestra, sin ambages, que el Señor está… “clavado
en una cruz y escarnecido.” El hombre
está en el centro de la creación y Dios ha querido hacerse hombre para, desde
esa centralidad, realizar su redención. A su pesar, la obra está inconclusa y
el hombre sigue consumiendo la llama de la guerra, de la explotación y de la soberbia.
Por todo ello, la presencia de su figura se hace necesaria para espolear cada día nuestra voluntad… “muéveme ver tu cuerpo tan herido”. Si acaso todo
esto no fuera suficiente, si el hombre exigiera un tributo mayor, Dios está
dispuesto a ofrecerlo y lo ofrece. El espíritu conmovido de Santa Teresa lo
acepta sin dilación de esta manera… “muévenme tus afrentas y tu muerte”.
A los dos lados del
Cristo, las torres neomudéjares son como dos grandes cirios que
procesionalmente lo iluminan. Hay otras luces menores recortando el horizonte, son las luces de los hombres que andan dispersos sin encontrar su verdadero
camino. A nuestra espalda, determinadas por las luminarias del suelo se intuye
la Ciudad. La Ciudad es la expresión vital y espiritual de la civilización humana. Jesús
era recibido al entrar a las ciudades y, la ciudad por antonomasia es Jerusalén. Tras el crucificado, Jerusalén (la Ciudad, cualquier ciudad) representa el encuentro, la interacción, el lugar donde el hombe se humaniza. Es el núcleo central del imaginario del pueblo (reunión de las tribus) de Israel trasmitido al cristianismo.
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SONETO A JESÚS CRUCIFICADO
(Anónimo, siglo XVI)
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No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
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Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
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Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
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No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.