LA LATA DE LA CARNE
DE MEMBRILLO
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En muchas casas todavía tienen guardado, en algún armario o quizás en el granero, la lata de la carne de membrillo
con las fotografías de la familia. Son recuerdos de toda una época en la que,
la fotografía, se hacía sólo cuando había un acontecimiento importante digno
de celebrar y “guardar” para la posteridad. Amontonadas sin ningún orden se apilaban
decenas y decenas de instantáneas de los más diversos momentos de la vida de la
familia. Claro que, la vida familiar, estaba marcada por el ciclo religioso. La
Iglesia católica, a la que todos pertenecíamos sin excepción, marcaba y marca
todo el ciclo vital del creyente y practicante. De tal modo que la mayor parte
de las fotografías pertenecen a esa circunstancia. Bautismo, primera comunión,
confirmación, foto escolar, fiestas patronales, fotografía de familia numerosa,
foto del carnet de identidad, servicio militar, boda religiosa… Con la aparición
de la fotografía digital y con su incorporación al móvil, la foto ha perdido
valor y se “tiran” miles de instantáneas que van a parar a un archivo electrónico, en el mejor de los casos, o se borran por descuido o por otra circunstancia. La
religión católica ha marcado los momentos más importantes de nuestra vida y con
ellos esos recuerdos que se llevaban a la lata de carne de membrillo porque no
había para un álbum ni para otros “lujos”. La “lata” marcaba la distancia entre
lo necesario y lo superfluo y era a su vez un buen método de reciclaje. Nada se
tiraba y todo volvía a reutilizarse, algo que nos repiten ahora, machaconamente,
los ecologistas y que nosotros ya practicábamos cuando ellos todavía no habían
nacido. La prueba más evidente: LA LATA DE CARNE DE MEMBRILLO.
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