Se sentó sobre las duras tablas de un asiento en el andén número uno de la estación de Teruel. Al frente, las vías del tren y al fondo el otoño de la Muela. No habrían pasado cuatro horas y media de solitaria compañía cuando se le acercó un empleado de Adif. ¿A quién espera?, le inquirió nervioso el del chaleco amarillo. No estará esperando al EJE... No, le dijo el hombre sentado, no espero al EJE... Entonces, a quién espera... A un tal Godot, le contestó el hombre sentado. Es seguro que pasará por aquí. No habrían pasado otras cuatro horas y media cuando de nuevo el empleado de Adif se dirigió a al solitario viajero y le me comunicó: Señor, señor, nos informan que Godot no pasará hoy por aquí, pero mañana, mañana seguro que sí. No importa, le contestó el solitario viajero. Yo, en realidad, espero al EJE. Bien, pues siga usted sentado. Y, los relojes de la estación, siguieron desgranando las horas, los minutos y los segundos... lentamente. Pasaron los días, las semanas, los meses y Godot no pasó por esta estación... el Eje, tampoco.
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