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En algún momento habrá que poner fin
a los desmanes que se están produciendo en el mundo de la enseñanza. Si no
fuera suficiente con la politización del sistema educativo, de un tiempo a esta
parte, se ha añadido al cóctel, la intromisión/injerencia de buena parte de
psicólogos, sobre todo desde su colegio profesional, en los tres segmentos
fundamentales que forman la comunidad escolar: padres, pedagogos y alumnos.
No es raro escuchar en las emisoras
de radio, de televisión, en la prensa y anunciarse en las múltiples charlas que
dan la AMPAS de todos los colegios de educación de España a, un psicólogo,
dando su receta, como si de un alquimista se tratara. Temas como el de los
deberes o charlas sobe el acoso escolar en preescolar es moneda corriente. Todo
ello suplantando y marginando al verdadero profesional competente en esta
materia: EL PEDAGOGO.
Antes de que la psicología existiera
como ciencia, ya era milenaria la profesión de pedagogo. Palabra que nace en la
Grecia clásica y significa: el que conduce. Así pues, desde este principio tan
básico debe entenderse y los psicólogos deben entender, que quien dirige la
educación de los niños son los padres y subsidiariamente los pedagogos. Unos y
otros deben coordinase mediante una comunicación clara y sincera. El papel del
psicólogo no es el del protagonista, ni el de alquimista o el de brujo, todo lo
contrario, la psicología es una ciencia que debe auxiliar al pedagogo o al
individuo, en particular, cuando éste acude a su consulta. En ningún caso debe
interferir ni suplantar tareas que no le competen.
Últimamente, esta es la razón de
estas letras, un grupo de padres ha hecho una huelga de DEBERES. La razón
básica estriba en una mala interpretación del sistema educativo y la injerencia
de elementos extraños en él. Quien dirige o codirige el proceso educativo,
quien está capacitado, quien debe “conducir” al alumno hacia el éxito en su
formación integral es el pedagogo. La huelga de DEBERES es un menoscabo a su “autóritas”
un desplante en toda la regla y un daño incalculable al alumno en el proceso
educativo. Si ponemos en cuestión al docente descomponemos y destrozamos el
proceso de confianza mutua que debe regir la educación del alumno.
La falta de un colegio profesional y la
utilización ideológica del MAGISTERIO han dado a lo largo de la historia una
nutrida panoplia de hechos, muy perjudiciales, para la formación de los
alumnos.
Si el médico está capacitado para
recetar un medicamento (no a la automedicación) un docente está (de la misma
forma) dotado de la formación necesaria para establecer las pautas que
conduzcan a una educación integral y armónica del alumno. Al lado de los
docentes, los discentes y los padres, estará el psicólogo ayudando, auxiliando y
guardando la debida compostura. Deberá
controlar y guardar la información y trasmitirla de forma correcta con el fin
de que ésta sea eficaz y no distorsione y cree confusión entre quienes no están
capacitados para leerla correctamente. De ahí que muchos padres han
interpretado erróneamente los mensajes de los psicólogos dando lugar una alarma
social innecesaria.
Viene aquí a cuento el dicho: ¡ZAPATERO…
A TUS ZAPATOS!
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GENTE CON SENTIDO COMÚN
GENTE CON SENTIDO COMÚN
La protagonista
Nuria Pérez.
Este es el nombre de la mujer, madre de dos hijas, que no ha dudado en
posicionarse en contra de la mencionada huelga de deberes que se ha llevado a
cabo con el impulso de CEAPA (Confederación Española de Asociaciones de Madres
y Padres de Alumnos). Y lo ha hecho a través de su perfil de Facebook Sparks
& Rockets, donde ha publicado una carta muy clara, contundente y
argumentada.
La carta
El pasado día 5
de noviembre fue cuando la citada mamá se animó a exponer su opinión acerca de
ese día de “libros caídos” y desde entonces la misma se ha viralizado. La carta
que redactó ha conseguido más de 14.000 “me gusta” y se ha compartido en más de
12.000 ocasiones, sin olvidar los numerosos comentarios que le han dejado los
internautas.
¿Qué decía esa
misiva? Te la mostramos íntegra a continuación:
“El diálogo,
ante todo:
Soy madre de dos
hijas en la escuela pública y este mes no secundaré la huelga de los deberes.
Vengo de una
generación en la que los deberes eran cosa de los niños, no de los padres. Mis
padres estaban ahí si quería repasar con ellos, pero si tenía dudas la
respuesta era: “se las preguntas mañana al profesor”. Jamás de los jamases
levantaron un teléfono para preguntar a otros padres qué deberes tenía. Ni
siquiera nos planteábamos esa posibilidad.
Crecí
aprendiendo que si me olvidaba el libro era mi problema, así que más me valía
traer todo a casa y apuntar bien las tareas. Hoy en día, como trabajadora
autónoma, agradezco que desde pequeña se me inculcara la autonomía, la
organización y la responsabilidad, porque me sirven diariamente en mi trabajo.
Sobretodo, crecí
respetando a los profesores. Ya en la edad adulta descubrí que mis padres no
siempre estaban de acuerdo con las decisiones que se tomaban en mi colegio,
pero durante la infancia eso nunca se discutió delante de mi. Al profesor había
que escucharle y obedecerle, punto. Pertenecía a una línea, la de los mayores,
que viajaba bien unida en nuestras cabezas. No había bandos: padres y
profesores, profesores y padres: teníamos que respetar a ambos por igual.
Hoy en día el
respeto ya no va de moda. Van de moda en cambio el conflicto y la polémica.
Aceleramos en seguida pero lo hacemos saltando el que siempre ha de ser el
primer paso: el diálogo.
Si considero que
mis hijas tienen demasiado deberes pediré una tutoría. O dos, o tres. Intentare
entender, junto con el profesor (esa es la clave), qué está fallando en la hora
de clase. Por qué no se consigue avanzar en las horas del cole o por qué es
necesaria esa carga semanal.
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