EL PATIO TRASERO
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Nuestros pueblos se encuentran en un
grado de decadencia importante y por ello, es verdad, que no se pueden pedir “peras
al olmo”. Cuando paso por la autovía, camino de Zaragoza, suelo echar la vista
a los peirones que suben al cementerio de Lechago. Su deterioro es patente. Se
trata de lo periférico. De igual manera sucede cuando visitas la periferia del
pueblo… los pajares. Su proceso de degradación lleva produciéndose durante
décadas. Vallar, tapiar o acotar las ruinas no merece la pena. Los
ayuntamientos saben lo impopular que es la medida y así sigue la cosa, no toman
medidas. En la inmensa mayoría de los pueblos sucede lo mismo. Tapiar solares o
simplemente vallarlos es un dispendio que nadie está dispuesto a hacer. Lo
mismo sucede con los perros, dueños y señores de las calles. Unas veces son las
mascotas y, otras, los perros de caza que permanecen sueltos toda una semana.
Lo dice la gente: “En los pueblos se puede vivir por la libertad que hay.”
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Peirones del viacrucis hasta el cementerio de Lechago.
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