EL HORNO DE SANTA CRISTINA
En Teruel, hasta los más despistados saben cuando comienzan las Vaquillas por la cola que se forma en la puerta del
Horno de Santa Cristina. Y es que son muchos los turolenses que
(obligatoriamente) van a comprar aquí el “regañao” pues, en ningún otro lugar
es de la misma calidad.
El regañao es un invento turolense que nada
tiene que ver con las Vaquillas y que tiene su origen en la más lejana y oscura
Edad Media. Cuando los mozos turolenses salían de cabalgada, las madres les
ponían a los jóvenes guerreros en las alforjas un pan con longaniza. En otras
ocasiones les metían congrio, sardinas saldas, tunina o jamón. El nombre proviene de que las madres, al despedirlos en el portal de Valencia,
parece ser que les amonestaba: ¡Hijo mío, sobre todo come, que si no comes se te
comerá a ti el moro! De ahí que el “saquillo” de la merienda fuera siempre “regañao”
por las madres, que en esto, sí, suelen ser un poco pesadas. El caso es que este horno
tiene fama por los “regañaos”, por la hornacina con la Santa y porque, cuando
pasa la procesión, hay que acachar la peana debido a que los hilos de la luz que
atraviesan la calle, están muy bajos.
En esta panadería fabrican tres clases
de productos: los pagaos, los regalaos
(de esos suelo comer a menudo) y los “regañaos” (estos últimos sólo para Vaquillas). Cuenta el dueño, no sin sorna, que al regañao, en Italia, le llaman Pizza y que se la copiaron sus vecinos venecianos pues él, que es un bendito, nunca registró la propiedad del producto.
Sales de la panadería y enseguida te encuentras en una de las calles con más
solera de Teruel, la de las Murallas (Joaquín Arnau). Pero si subes cuesta
arriba das con el Banco de España equina a la calle y plaza San Juan.
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Suelen representarla con unas flechas en la mano y también atada a una rueda de molino.
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La biografía de
la hermosa Cristina bien podría catalogarse como un relato fantástico. No
difiere demasiado de otras vidas de santos en sus términos generales: su padre
quiere casarle y ella alega que ya está esposada con Dios, le ordena que adore
a los ídolos a lo que ella se niega y finalmente decide someterla a los más
cruentos castigos que no tienen ningún efecto sobre su cuerpo. Lo curioso, sin
embargo, es que, uno tras otro, van falleciendo sus torturadores mientras que
ella sigue incólume resistiendo tormentos desde los más sofisticados a los más
brutales. Por último el juez Juliano es quien ordena clavarle tres flechas que
la dejan atravesada y sin vida, cosa que sucede el año 287 según Santiago de
Vorágine (Almanaque popular 2016)
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FOTOGRAFÍA INÉDITA
Fotografía del edificio que albergaba el Horno de Santa Cristina en la posguerra, cuando casi todos los edificios del entorno estaban en obras. Esta casa, me comunican sus dueños, se reformó en el año 1957 añadiéndole un piso y eliminando la terraza. La fotografía es gentileza de Juan José Domingo Viñado.
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FOTOGRAFÍA INÉDITA
Fotografía del edificio que albergaba el Horno de Santa Cristina en la posguerra, cuando casi todos los edificios del entorno estaban en obras. Esta casa, me comunican sus dueños, se reformó en el año 1957 añadiéndole un piso y eliminando la terraza. La fotografía es gentileza de Juan José Domingo Viñado.
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Junto al restaurante Venecia.
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