ENCUENTRO ANUAL EN “EL CAMPO”
DESPOBLADO DE VILLEL JUNTO A LOS
ESTRECHOS
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Al igual que las golondrinas vuelven
en primavera al nido primigenio. Está mañana del 23 de abril hemos visto, poco
a poco, llegar a los viejos habitantes del barrio de El Campo con sus coches.
Traían a toda la familia, hijos y nietos, a un reencuentro permanente pero
singular. Los nietos se asombran de que las casas estén derrumbadas, como si de
un terremoto se tratara, han preguntado al abuelo por la catástrofe. Hubo que
abandonarlo todo para buscar nueva vida. Aquí no había trabajo y poco a poco, unos marchando y otros muriendo de viejos, el caserío quedó desierto.
La reunión en la ermita para celebrar
la misa ha tenido, también, su parte de asamblea popular anual. Primero ha sido
el saludo, el encuentro y el recuento. Luego, al pasar la vista por tan desolado
paisaje a muchos se les han caído las lágrimas de los ojos enrojecidos, eran
tantos los recuerdos. Antes de comenzar el sacerdote, una señora ha leído el
estado de la cuestión, como si de la alcaldesa se tratara. Las cuentas de la
ermita (que mantienen en pie los viejos habitantes emigrados con resistencia
numantina) ya habían sido colocadas en el chaflán de entrada. Un repaso a lo
que ha sido el año y… los fallecidos. Este año se pronunció el nombre de Jesús Gómez y, al eco de las palabras en el silencio del templo, una mujer enlutada
rompió a llorar a mi lado.
Luego, prácticamente la totalidad de
los asistentes han oído la misa. También,
los nuevos pobladores se han acercado a ver, a sentir, a escuchar... Ya forman
parte de un espacio singular, junto al río Turia. Un río que se lleva a la
gente y que deja toda su fortuna en Valencia.
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