POEMA DE AGUA Y DE ESPERANZA
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Cuando llega abril, florecen los
narcisos con los que cada primavera recordamos a los auténticos poetas, a
aquellos que no escribieron ni un solo verso. Cuando llega abril, todavía Javalambre peina las
canas blancas del invierno y, los gorriones, excitados, componen raudos su
nido. En este preciso instante vital, cuando la cabaña ya ha vuelto de la trashumancia y pasta feliz en las praderas frías de la ibérica. Entonces, la nieve de la montaña roja se sunse.
Se diluye en finísimas gotas que son simiente de vida. Se filtra por las rendrijas
de los peñascos. Viaja en negra noche hasta las entrañas de la tierra y…
emerge, fluye, borbotea… por las laderas de esta mágica montaña dando lugar a
los AMANADEROS. Y, estos, con su agua cristalina dan verdor y risa. Y dan pábulo
al amor y a la esperanza de unas gentes que murmullan desespero. Hemos tirado
el invierno y la flor anuncia la bonanza. Hay sol, hay risas y esperanza. Teruel existe, al menos, en el agua,
en la flor y en esta tibia y sonrosada primavera turolense.
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