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viernes, 24 de enero de 2014

Enero2014/Miscelánea. SUCEDIÓ EN PERALES, TRAS LA GUERRA CIVIL

NI HAMBRE NI FRÍO
Desde Rillo y Pancrudo o desde Utrillas y Escucha bajaba todos los días con su camión cargado de carbón hasta Teruel. Al pasar por Perales hacía sonar la bocina de su Pegaso. Volaba sobre las parameras, sobre las rastrojeras, sobre la columna vertebral de los puertos de montaña ( El Esquinazo y San Just) soltando carbonilla y polvo de mineral. A su paso quedaban ennegrecidos los restos de nieve de las cunetas. Era el invierno del año 1945 y en Teruel, pedían más y más carbón. Tenían hambre,  frío… era pues menester hacer pan en los hornos y alimentar las calefacciones de los ministerios. Dar calor a los cines de sesión continua, donde la gente pasaba toda la tarde caliente y viendo pasar una y otra vez la misma “cinta”. Al pasar por la fuente de Perales paraba la bestia sudorosa que llevaba entre sus manos y allí se refrescaban ambos: agua clara para el motor del camión y a agua fresca para su corpachón de camionero cuarentón.  Llegó febrero y nevó un día, y al siguiente, y al siguiente. Se heló la nieve y se cerraron las carreteras. El camión no pudo llegar ni a Tortajada y dio la vuelta en el Paraíso, junto al Puente el Bao, para volver de nuevo a Teruel. Las Rochas del Pairón fueron también difíciles a la vuelta. Nada, no se podía salir ni entrar de Teruel. La Diputación había comprado una maquina quitanieves de aceite pesado en Bilbao, que estaba en marcha hacia Teruel, pero se desplazaba a una velocidad de 50 kilómetros al día. Todas estas circunstancias hacían que la población se desesperase. El hambre de nuevo en Teruel, pensaron. Fundamentalmente la falta de pan, hacía recordar los negros días pasados recientemente en la Batalla de Teruel. Una comisión, encabezada por el Alcalde, logró salir en tren hasta Calatayud y de allí llegaron a Madrid para ver a Franco. ¿Qué queréis los de Teruel? preguntó el Caudillo, no sin cierta suspicacia en la mirada al recibirlos en audiencia… ¡Excelencia…!, llegó a articular con temor el Alcalde, los de Teruel tenemos: hambre y frío. Después de meditar un rato dijo el general mirando fijamente al alcalde.  Para comer no tengo nada que daros, pero... frío no vais a pasar. Dio las órdenes oportunas y despidió a los de Teruel.
De vuelta a la capital el Alcalde puso en práctica el plan del Caudillo. Cuatro camiones de Regiones Devastadas que estaban sacando escombros de la ciudad al barranco de Cofiero se situaron bajo el acueducto de los Arcos, en la zona de la Nevera. El Alcalde sacó un bando para los que quisieran ir voluntarios hasta Rillo a por carbón. Cada camión llevaría, además del chofer y del ayudante en la cabina, cuatro hombres en la caja con picos y palas para apartar los ventisqueros. Pronto se completó la dotación con voluntarios. Salieron de madrugada llevando de combustible coñac, cazalla y la bota de vino que siempre colgaba en la cabina del camión. Hicieron una parada en Perales, en el bar que hay a la salida por la calle Mayor, justo donde hoy se sitúan las oficinas de Ibercaja. En Perales empezó de nuevo a nevar y parecía imposible que la expedición tuviera éxito. Sin embargo, los del pueblo se presentaron en su ayuda. Se reforzó la expedición con hombres del pueblo que se adelantaron con caballerías. Hombres fuertes y rudos, acostumbrados al clima extremo y a ese viento que corta la paramera como un cuchillo, rompieron los hielos y desmontaron los ventisqueros. Cando llegaban los camiones a una zona complicada, los de Perales ya habían hecho su trabajo. De esta forma tan solidaria, los de Teruel, llegaron por fin a Rillo. Era medio día, corría prisa cargar el carbón para que la noche y el frío no se les echase encima a la vuelta. Al volver a Perales y despedirse, los de Teruel les decían desde las cajas de los camiones… “no lo olvidaremos nuca”. Tal es la nobleza y el valor de los hombres de Perales y la impresión imborrable que dejaron en los de Teruel. Desde entonces, para el viajero de Teruel, siempre hay una ocasión para parar en Perales y sentir la acogida de sus gentes, nobles y sencillas.
La llegada a Teruel de la expedición, al caer la tarde, fue apoteósica. Una fila de gente acordonaba las dos cunetas de la carretera de Alcañiz. ¡Vivan los valientes! Y la gente quería tocas sus manos, besar sus caras ateridas y agradecer la hazaña de aquellos hombres que habían arriesgado sus vidas para que toda la comunidad no pasara NI HAMBRE NI FRÍO. El Alcalde de Teruel, pasado lo más crudo del invierno, los recibió solemnemente junto a la corporación y se les nombró hijos predilectos de la ciudad. Esto último no se puso por escrito porque aquel invierno, también, se andaba escaso de papel. Sin embargo, la historia es cierta y permanece viva en la memoria de la gente.
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Salida de Perales en dirección a Teruel.
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Es conocida, como "La Recta de Perales"
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En dirección a Rillo.
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