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José
Francisco Luz Gómez de Travecedo es/ha sido médico de la UVI de Teruel durante
toda su vida profesional. Su jubilación se ha producido sin que la sociedad
turolense haya reaccionado al suceso y sin que se le haya dado el merecido
homenaje a un extraordinario médico que ha vigilado/cuidado a las personas,
sobre todo turolenses, en sus más críticos
momentos vitales con absoluta dedicación, cariño y trato atentísimo. Pepe Luz ha estado siempre a la altura de las
circunstancias, quizás el resto de los turolenses no lo hayamos estado a la
hora de reconocer su labor. Pocos médicos salen hoy tan preparados y con una
formación humanística tan sólida como la que se ha forjado nuestro doctor y
padre atentísimo que ha sabido, también, formar extraordinariamente bien a sus
hijos. Pepe Luz ha creado una realidad virtual (Luzlandia) en la que refleja la
sociedad ideal que el desea para nosotros y para las próximas generaciones. En
este sentido es un adelantado a su tiempo al realizar un escrupuloso análisis
de nuestra sociedad actual y ofrecer soluciones a los problemas que padecemos
en base a las experiencias pasadas. Aquel que haya seguido sus escritos
reconocerá enseguida, por las citas, la cuidada y selecta colección de filósofos
y pensadores que ha leído y sobre cuyos asuntos esenciales ha meditado. Ingrato
pueblo el que deja marchar a sus mejores hombres sin el merecido
reconocimiento. Sin embargo y siempre que nos quede aliento, estaremos aquí
para recordarlo y releer sus magníficos textos.
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OBJETIVIDAD
Mi estimado español, señor. Para un luzlandés como yo
vuestro Estado me desconcierta. Un
Estado estructurado sobre etnias que hablan en
un lenguaje medieval plagado de alusiones al terruño, a la lengua y al
mito. Un lenguaje pretérito apto para la superchería y el engaño. Una babel,
en suma.
A nosotros, los luzlandeses, modernos como somos, nos ha
interesado desde siempre el tema del lenguaje.
La lengua entendida como un medio de expresión y, por ende, de
comunicación. Como un medio, jamás como
un fin. Por esto, ha sido una constante preocupación de nuestro
país, Luzlandia, el hablar con objetividad. Hablar y proponer cosas visibles
para todos. El lenguaje objetivo, racional, ha sido el resultado. Consideramos,
no obstante, que la expresión subjetiva tiene su lugar: la filosofía, la
creación literaria y la expresión sentimental, la poesía. Naturalmente, con el
riesgo siempre de que no nos entendamos. Por poner un ejemplo. En este soneto
de Góngora, ¿quien entendería que: “…hebra voladora que la Arabia en sus venas
atesora y el rico Tajo en sus arenas cría” equivale a tus rubios cabellos?
La subjetividad en la exposición de ciertos temas es
inevitable pero mueve a confusión, se nutre y promueve pasiones y, sobre todo,
es herramienta al servicio de los embaucadores y la patraña. Si yo afirmo que
la circunferencia es el lugar geométrico de los puntos que equidistan de uno
llamado centro, todos me entienden. Todos saben a que figura geométrica me
refiero. No hay posibilidad no de confusión ni de camelo. Expongo en un
lenguaje objetivo válido para la comprensión general. Es, sin duda, el lenguaje
de la verdad ya sea científica o consensuada. Es el lenguaje del hombre
moderno, renacentista que, lamentablemente, no abunda. Podríamos decir que en
la Edad Moderna desembarcan un puñado de hombres que son lamentablemente, solo
eso, una avanzadilla de la Humanidad que se rezaga. Para los demás, el único
lenguaje válido es el lenguaje mágico preñado de subjetividad que es lenguaje
apto para la mitología y en manos de bribones poderoso útil. El lenguaje
objetivo habla a la razón y es lengua de la razón, el otro, habla al
sentimiento, a la pasión y es lengua de la emoción.
Mi estimado español, señor, este nuevo concepto de la lengua
como medio al servicio de la verdad y por tanto integrador exige cambios hacia
la objetividad incluyente en los otros ámbitos de la concepción humana.
Cambios, por caso, en el concepto de Estado.
El Estado moderno es una creación racional concebido por
sesudos filósofos: Hobbes, Locke, Montesquieu, Rousseau… Pioneros que se
esforzaron por idear un espacio vital apto para todos desde la consideración
más objetiva posible. Un Estado caracterizado por la soberanía popular y la
separación de poderes. En él, el político era mero mandatario de la voluntad
popular. Un Estado apoyado en la igualdad, en la libertad y la fraternidad. Un
Estado a la medida del hombre concebido para el hombre, en absoluto para el
grupo, la etnia. El Estado, que no es otra cosa que el pueblo dotado de
voluntad y fuerza, asentado en un
territorio (que por huir de sentimentalismos al uso evitaré llamar patria) El
Estado es necesariamente homogeneizador e integrador y nada sabe de
intermediarios cualquiera que sea su denominación, autonomía por ejemplo.
Cualquier alternativa a esta consideración se consideró una aberración
contraria al pueblo y digna de repulsa. Hoy diríamos que se trataría de una
consideración pequeño-burguesa y de derechas, en el concepto jacobino. Según esto, señor, ¿aun consideráis que vivís en un Estado
integrador, moderno, racional, o en una vulgar imitación?
Jose Fco. Luz Gómez de Travecedo.
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