PUNTO FINAL
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Hubo una época en que nuestros pueblos
tenían 400, 600 o 1.200 habitantes, entonces, hubo una siembra de figuras
destacadas en el panorama nacional e incluso internacional. Esto duró hasta el
final del bum demográfico del siglo XIX. Desde los años 50 del siglo pasado,
hasta nuestros días, no hacemos más que perder población. Algunos estudiosos
turolenses tuvieron un chollo con la provincia a base de realizar biografías
de sus más ilustres hijos. A José María
de Jaime Lorén se le está acabando. Hay pueblos en los que hace décadas
que no ha nacido nadie. Pueblos que tienen la pila bautismal cubierta de
telarañas, literalmente. Las pilas bautismales eran, y son, recias moles de
piedra esculpida. Tan sólidas, que fueron, en muchas ocasiones, el único elemento que sobrevivió a la
revolución anarcosindicalista de los años treinta del siglo pasado. Blasco Ibáñez, Francisco Peña, Buñuel, Serrano, Chomón, Loscos, Antillón, Braulio Foz, Berdejo Elipe, Arnau, Gómez Miedes… son el
resultado de esa siembra monumental, de ese éxito intelectual que dio la
población y el cultivo de un territorio. Ahora, apenas nos queda otra cosa que lamernos
las heridas. Si alguna figura destacada nace hoy, seguro que se irá rápidamente
fuera de nuestra tierra a triunfar. Así ha sucedido con Luis Pascual Ferrer al
que los medios de comunicación traen con ocasión de las Fallas valencianas. Un
mundo rural, que prácticamente ha muerto y al que algunos, todavía, le quieren
sacar su último beneficio. La desertización es un hecho y eso no lo recupera
nadie y menos con dinero. Fue una forma de ocupar un territorio en la Edad
Media y a la que se le ha puesto punto final o se le va a poner en el siglo XXI. Ha durado demasiado y, sin embargo, nos ha cogido por sorpresa. ¡Qué cosas!
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