UN TEMPLO BARROCO PARA LA VILLA
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Paseaba el párroco de Orrios por las
orillas del Alfambra. Era verano y comienzos de siglo. Aunque había guerra
(1701-1713), eso no era novedad, pues esa era una lacra que acompañaba siempre
a nuestra monarquía católica. Ahora, sin embargo, tenían que poner sucesor en el trono hispánico.
Muchos se apresuraron a posicionarse para obtener favores si su bando era el
vencedor. Los Ibáñez, se apresuraron a ponerse de lado de los Borbones y les
fue bien, acertaron. El párroco se mesó las barbas y pensó que, aquel siglo que comenzaba,
iba a ser difícil. Examinó mentalmente el dinero ahorrado y los diezmos
venideros para calcular, a groso modo, en cuanto tiempo se podría hacer un
templo digno de la villa de Orrios que diera la mayor gloria al Redentor. Desde
luego sería barroco y de tres naves. Tendría una amplia nave central con bóveda
de cañón y los lunetos precisos para que la luz necesaria se filtrase y diera
realce a los estucos de las columnas y de los arcos. Aprovecharían los
materiales de la torre del castillo para construir la que iría adosada a los
pies del templo y al lado del Evangelio. Sin olvidar que el coro podría ir bajo
y lógicamente a los pies del templo, ahorrando de esta manera dinero. Encargaría imágenes de Santa Beatriz,
patrona que trajo de Roma el Gran Maestre Juan Fernández de Heredia, y que
compartía patronazgo con Alfambra. También serían necesarias tallas buenas en
madera de San Fabián y San Sebastián de arraigado y tradicional culto. Más
adelante se pensaría en el órgano. De entrada ya había apalabrado la obra con el alarife
que debería comenzar las obras. Estamos a comienzos del 1709 y la gran obra está
a punto de comenzar.
El templo fue finalmente compuesto y aparejado en lo fundamental. La economía en los siglos siguientes fue a peor y otra guerra, en la primera mitad del siglo XX, desmanteló completamente su interior, se quemó todo aquello que era de madera y se picaron las piedras y loas cerámicas. Se trataba de acabar con todo rastro del cristianismo para, sobre sus cenizas, crear una sociedad nueva. Eran revoluciones marxistas urdidoras de una nueva sociedad que nacería sobre el drama de una revolución que como un trillo molturaría las mentes en un nuevo y genial proyecto universal. La idea original la formuló Goethe, judío y padre del romanticismo, a final de este mismo siglo XVIII. Un siglo convulso y determinante para el futuro de España y de Europa. Al final de la guerra los países europeos se repartieron buena parte del botín que representaba el Imperio Español. La era colonial había empezado.
El templo fue finalmente compuesto y aparejado en lo fundamental. La economía en los siglos siguientes fue a peor y otra guerra, en la primera mitad del siglo XX, desmanteló completamente su interior, se quemó todo aquello que era de madera y se picaron las piedras y loas cerámicas. Se trataba de acabar con todo rastro del cristianismo para, sobre sus cenizas, crear una sociedad nueva. Eran revoluciones marxistas urdidoras de una nueva sociedad que nacería sobre el drama de una revolución que como un trillo molturaría las mentes en un nuevo y genial proyecto universal. La idea original la formuló Goethe, judío y padre del romanticismo, a final de este mismo siglo XVIII. Un siglo convulso y determinante para el futuro de España y de Europa. Al final de la guerra los países europeos se repartieron buena parte del botín que representaba el Imperio Español. La era colonial había empezado.
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* 27 ENERO DE 1863
+ 26 DE SEPTIEMBRE DE 1935
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Bóveda de cañón con lunetos.
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Retablo confeccionado por el párroco de la villa.
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Detalles de la arquitectura barroca.
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Pieza reconstruida tras la guerra civil.
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Santa Beatriz es la patrona. San Fabián y San Sebastián son, también, patronos de Orrios.
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Hornacina que se pudo salvar en la guerra civil, al ser de piedra y estar obrada en la pared.
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Mecanización de las campanas. Ya no las bandean los mozos.
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Vieja maquinaria del reloj, ahora rumienta, en espera de la llegada del relojero de Tramacastiel.
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Talibanismo en la Segunda República Española.
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Provincias y partidos judiciales son divisiones administrativas que tienen su origen en la Constitución de Cádiz.
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