HA TRAÍDO DE ALIAGA
Ha traído de Aliaga el aire
tierno y fresco de la tierra que ama. La primavera viva recreciendo el esperma
sutil de nuestros sueños, ha venido hasta
aquí, con parsimonia y tacto. Con cuidado sublime, las paredes angostas, umbrías
y severas de la Fonda el Tozal le sirven de morada. Pero antes, mucho antes, de
que el agua y el viento alargaran la vida de la flor del almendro. Él ya robó,
osado, con pupila perfecta, sin esperar que Diego suplicara su beso, la
lágrima perdida de Isabel de Segura en un rostro de nacar. Después de aquel
instante de gloriosa armonía merodeó, de cerca, los olivares verdes que cultiva
el otoño. Y ya, sobre teñadas y viejas rastrojeras en que sucumben yermos los
fríos invernales, abrió por fin al mundo, la estética dorada de sus viejos paisajes. Extendió
su mirada de insólita planicie atormentada y batió, con certeza, la flecha
azul del cielo y de la nada. Persiguió, con sus ojos
de lince, los angostos senderos que bordean los ríos. Señor de las praderas, le
habló al pipirigallo en la lengua romance de los viejos pastores que apacientan, cautivos, a la sombra del tiempo. Parcelas infinitas de cereal fecundo. Montes
de peces muertos engullidos en roca. Cavernas de carbón, donde nace la
entraña oculta de la vida. Insectos planeando sobre la flor que brota del agua
y de la piedra. Recodos de camino con chopos cabeceros. Frondas de flores
tiernas. Angostas, manchurridas, hojas rojas de pascua en grudón esparcidas.
La bastedad del pino, el rojo del rodeno, el blanco caolín y el azufre amarillo
mezcló con los caireles del azafrán perdido. Hizo todos caminos que le caben al hombre y
captó de esta tierra, su belleza más pura. Cuando llegó el ocaso, buscó en la
nube alada la nave de partida… Y fue absorbiendo luz… Y acumuló sapiencia… Y
con plasma y espuma digitó, en su cámara oscura, la mejor poesía.
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