Vistas de página en total

martes, 17 de marzo de 2015

Marzo2015/Miscelánea. LEYENDA DE LA IMAGEN Y SANTUARIO DE LA VIRGEN DE LAS CUEVAS EN CAMINREAL.

LA VIRGEN DE LAS CUEVAS
*
(Extraido del Cartularium Magnum de San Pedro de Ara)
*
Fue para el año 1120 cuando el rey Batallador tuvo la de Cutanda. Pasaron unos pocos años más y volvió sobre el valle del Xiloca, ahora sí, con intención de permanecer. Llevaba nuestro soberano siempre, a su diestra, un noble caballero aragonés llamado Azirón. Era éste, de noble cuna y un caballero esforzado al que no le asustaban los trances más difíciles en el campo de batalla. En varias ocasiones había salvado al rey de una muerte segura en circunstancias complicadas pues, el Batallador, cuando entraba en combate, a menudo perdía la noción del lugar y del tiempo en que se encontraba. Tanto y tan firmemente se empleaba en la pelea y, tal era su afán de extender la verdad de Cristo entre los hombres, que el riesgo que tomaba era ciertamente mucho más que suicida. Por esta razón y advertido por su Corte, colocaron siempre a su derecha al señor de la Caridad, pues éste era el sobrenombre de don Pedro Azirón, por haber nacido junto a esta ciudad celtíbero-romana y ser descendente de una noble familia de patricios romanos aquí asentada, en pleno valle del río que nace en los Ojos de Mont Regal.
Llegados al año del Señor de 1124, las huestes aragonesas empujaban con fuerza a las musulmanas río Xiloca arriba en dirección a Valencia. Pero, antes de llegar a esta importante población costera, aún le quedaba al rey guerrero por conquistar muchas plazas del interior peninsular. Cerca de Mont Regal, el Batallador se puso en manos de don Pedro Azirón, ya que éste conocía bien el terreno por ser natural de estas tierras y haberlas recorrido de mozo en numerosas ocasiones. Pararon ese día junto a la Caridad y, muy cerca ya de los Ojos del Xiloca, quiso el rey hacer misa y rezar antes de emprender la batalla que le daría como triunfo (si Dios quería) esta importante población para convertirla en Trono de Dios. Don Pedro le indicó el lugar adecuado y el rey sacó de la bolsa que siempre llevaba colgada del arzón de su silla de montar una imagen singular de la Virgen con el Niño. Era ésta, una talla de tamaño mediano en la que la Virgen permanecía sentada mientras que el niño reposaba sentado, también, sobre las rodillas de la Virgen María. Todo el conjunto estaba delicadamente policromado y, al traerlo envuelto en un paño de lana blanco se mostraba, al descubrirlo, en todo su esplendor. Improvisaron un pequeño altar y celebraron como era costumbre, la Santa Misa, antes de entrar en combate. Terminada la ceremonia, don Pedro pidió al rey permiso para guardar tan bella imagen en una cueva cercana que el conocía bien. No querían correr riesgo alguno y que la imagen cayera en manos sarracenas, eso sería peor que la misma muerte. Accedió el rey sin más precaución y confiando, como siempre, en el buen criterio de don Pedro.
Sucedió que, en aquella dificilísima y cruenta jornada en que se decidió el dominio de Mont Regal, don Pedro Azirón, al tratar de nuevo de salvar al rey de un apurado trance cayó muerto por una certera lanzada de un esforzado e intrépido moro que le atravesó limpiamente el corazón. Mucho y muy duro peleó desde ese instante el rey, preso de la ira, con que acogió la muerte de su gran amigo y brazo derecho. Al final del día la plaza cayó del lado del Redentor, pero, el rey había perdido a su mejor espada, a su mejor amigo.
Pacificada la población, quiso el rey hacer de nuevo Misa de acción de gracias por tan notoria victoria y tan esplendida plaza conquistada. Entonces recordó que la entrañable imagen de la Virgen, que siempre llevaba consigo, esta vez la había guardado en algún lugar secreto su amigo Azirón.  Mandó que se buscara dicha imagen sin descanso, desde los Ojos de Fuentes Claras a los Ojos de Monreal. Se empleó ese día y el siguiente, sin que hubiera forma humana de encontrar la imagen de la madre de Dios. Estimando el rey que sería imposible encontrarla ya, desechó definitivamente su búsqueda.
Pasaron muchos años y se acrecentó el misterio. En todo el valle se habló de la existencia de una imagen singular en el entorno de la Caridad. Sin embargo, nadie pudo encontrarla. Se removió el suelo, se profundizó en las cuevas, se hicieron ojos en el suelo. Pero nada, fue imposible encontrar la imagen de la madre de Dios. Muchos pensaron que la imagen debería estar ya, a esas alturas, muy lejos de aquellos parajes, pues tan minuciosamente y tan a conciencia se había buscado que se consideraba imposible no encontrarla.
Pasaron los años… los siglos. Creció la leyenda de la Virgen de las Cuevas entre las sencillas gentes del lugar. Se propuso crear una cofradía que levantara un templo en el que albergar una imagen, réplica aproximada de la desaparecida. Pasaba el tiempo y las obras no adelantaban mucho pues, las limosnas, no eran todo lo abundantes que tan monumental obra requería.
Una tarde de verano, mientras una  pastora estaba guardando el rebaño junto al paraje de las Cuevas, vio una potente luz que, procedente de su interior, surgía refulgente como rayo divino y misterioso. Llamó a sus padres que prestos acudieron a conocer el misterio de las luces. También, otros vecinos del lugar que a esas horas realizaban las tareas del campo, acudieron alarmados por los signos de extrañeza de esta familia. Una vez llegados al portal de la cueva todos aquellos vecinos que se encontraban en los campos de su alrededor, una voz suave y calmada les habló de esta manera: “No tratéis de encontrarme pues moro en muchos lugares a la vez. Mas, si me construís un templo aquí cerca, me quedaré para siempre con vosotros”.
Para ese año de 1715 se comenzaron la obras y se puso data en la hornacina de la fachada del nuevo templo. Luego, cuando el templo estuvo totalmente construido, allá por el año 1722, de forma sorprendente y misteriosa, la imagen de la Virgen de las Cuevas fue a posarse en la hornacina del altar mayor.
Muchos son los que señalan que es la misma imagen que portaba colgada en su arzón el rey Batallador. Sin embargo, los documentos históricos no la describen en su totalidad, pues, no era costumbre en la época entrar en tales detalles. Los expertos en arte señalan que tiene rasgos claros de la época en que se conquistó Mont Regal. Así lo cree toda la población de Caminreal que la aclama año tras años y la tiene por madre e intercesora.
Laus deo
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*