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lunes, 16 de marzo de 2015

Marzo2015/Miscelánea. CONSIDERACIONES PREELECTORALES (IV). LA FLOR DEL ALMENDRO ANUNCIA LA PRIMAVERA

EL ROMANTICISMO
(La era de las revoluciones románticas: burguesa, proletaria, populista, llega a su cenit en el siglo más violento de toda la historia de la humanidad, el siglo XX. La caída de las monarquías absolutas, que marca el inicio de la Edad Contemporanea, dispara la lucha, sin tregua, por el poder.)
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Apenas hemos traspasado el Idus de Marzo (15 de marzo) y el almendro, con su flor, nos anuncia la primavera. Antiguamente tal día comenzaba el año. Ahora esperamos al día 20 de marzo para que llegue la primavera astronómica (23h. 45m.). Los Idus representaban para los romanos días de buenos augurios. Sin embargo, debido a la  muerte de Cesar (15 de marzo del 44 a. C.) el concepto, hoy día, es ambivalente.
Precisamente la idea de ambivalencia es la que nos lleva a considerar el movimiento romántico, en su justa medida. La primavera será para algunos un tiempo “romántico”, sin embargo para otros lo será el otoño. La vida y la muerte, la flor del almendro o las tumbas y ruinas. Cómo entender este movimiento tan amplio y de tanta influencia en nuestra sociedad. Seguramente por su capacidad de desdoblarse interesadamente en beneficio de sus promotores. A Gustavo Adolfo Bécquer lo admiramos por su poesía romántica, sin embargo, fue él, el primero en escribir y dibujar en España, junto a su hermano, un libelo pornográfico sobre la reina Isabel II titulado “Los Borbones en pelotas”. Y tampoco, seguramente, la historia esté muy orgullosa de esta segunda faceta del poeta y por ello ha tratado de ocultarla, siempre.
El romanticismo no puede entenderse sin el estudio del siglo XVIII. Al final de éste siglo tiene lugar su eclosión teórica con Goethe y su expresión práctica con la Revolución Francesa. Durante todo el siglo se ha ido creando una burguesía europea potente gracias a la colonización del resto del mundo. Todavía conservamos expresiones como: coloniales y ultramarinos. El creciente poder económico de la burguesía exigía el asalto al poder, todavía, en manos de una monarquía absoluta. El grito será el de LIBERTAD IGUALDAD Y FRATERNIDAD y el método (praxis) el REVOLUCIONARIO. Se pone en marcha la Revolución Francesa  y con ella un movimiento tremendamente violento, que no cesará ya hasta nuestros días. Tras las revoluciones burguesas llegan las revoluciones “proletarias” y tras éstas las revoluciones “populistas”. Se trata de hacerse con el poder y qué mejor método que el de la guillotina, la horca, el cuchillo o el pelotón de fusilamiento. El poder absoluto se divide en tres partes: legislativo, ejecutivo y judicial. División que nunca ha estado clara y en muchos casos se ha vuelto al poder absoluto de forma despiadada: Napoleón, Hitler, Stalin... y un largo etcétera.
De la aparición del movimiento romántico cabe señalar que, seguramente, era imposible detener su enunciación y su puesta en práctica. Pero hoy podemos constatar que ha dado las más tristes páginas de dolor al mundo. Su espíritu se funda en la primera frases que lo anuncian: sobre las cenizas de la vieja sociedad, nacerá una nueva era de libertad. Estas palabras las ha asumido desde Marat, pasando por Stalin y Maduro sin que nunca se hayan concretado esa anhelada libertad. Pero siempre, es una constante, los revolucionarios románticos han tratado de conseguir el poder a toda costa. Un poder que nunca ha sido para el pueblo.
Sin embargo el romanticismo es muy atractivo, esencialmente porque es trasgresor (medra con virulencia entre los adolescentes). En España, el ejemplo más patente en la literatura es nuestro don Juan Tenorio. A todos les parece de perlas las bravuconeadas de don Juan asaltando conventos o desafiando a la misma muerte. Un movimiento potente, este del romanticismo, que debería dejar paso a una época de más sosiego… más civilizada.
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LA CARA AMARGA DEL ROMANTICISMO
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Por dondequiera que fui,
la razón atropellé,
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé
y a las mujeres vendí.
Yo a las cabañas bajé,
yo a los palacios subí,
yo los claustros escalé
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí.
Don Juan Tenorio.
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El Moncayo desde el cruce de Cosuenda.
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