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Sin duda alguna es el momento de volver, un año más, a escuchar estos conocidísimos y evocadores versos de José Zorrila en el Palacio de Congresos de la capital de la mano de Siglo XIII Teatro.
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D. Juan:
Cálmate, pues, vida
mía;
reposa aquí, y un
momento
olvida de tu convento
la triste cárcel
sombría.
¡Ah! ¿No es cierto,
ángel de amor,
que en esta apartada
orilla
más pura la luna
brilla
y se respira mejor?
Esta aura que vaga
llena
de los sencillos
olores
de las campesinas
flores
que brota esa orilla
amena;
esa agua limpia y
serena
que atraviesa sin
temor
la barca del pescador
que espera cantando
el día,
¿no es cierto, paloma
mía,
que están respirando
amor?
Esa armonía que el
viento
recoge entre esos
millares
de floridos olivares,
que agita con manso
aliento,
ese dulcísimo acento
con que trina el
ruiseñor
de sus copas morador
llamando al cercano
día,
¿no es verdad, gacela
mía,
que están respirando
amor?
Y estas palabras que
están
filtrando
insensiblemente
tu corazón, ya
pendiente
de los labios de don
Juan,
y cuyas ideas van
inflamando en su
interior
un fuego germinador
no encendido todavía,
¿no es verdad,
estrella mía,
que están respirando
amor?
Y esas dos líquidas
perlas
que se desprenden
tranquilas
de tus radiantes
pupilas
convidándome a
beberlas,
evaporarse a no
verlas
de sí mismas al
calor,
y ese encendido color
que en tu semblante
no había,
¿no es verdad, hermosa
mía,
que están respirando
amor?
¡Oh! sí, bellísima
Inés,
espejo y luz de mis
ojos;
escucharme sin enojos
como lo haces, amor
es;
mira aquí a tus
plantas, pues,
todo el altivo rigor
de este corazón
traidor
que rendirse no
creía,
adorando, vida mía,
la esclavitud de tu
amor.
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