Fernando I de Aragón y Leonor de Alburquerque en el monasterio de Poblet
Foto, Enfo****
JUEGO DE TRONOS
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Seguramente se entenderá mejor o al menos con más elementos de juicio, el episodio histórico aragonés propuesto de forma unánime como forma de dirimir un conflicto mediante el pacto y no, con las armas, hablamos del Compromiso de Caspe. Se entenderá mejor, decimos, si tenemos en cuenta estas dos biografías que fueron fundamentales en la resolución del conflicto por la sucesión en el Trono Aragonés. Posiblemente lo que hoy entendemos como visión de Estado estuviera en el pensamiento de Benedicto XIII, el Papa Luna. El resto de los intervinientes jugaron sus bazas en función del dinero, el poder o los intereses personales. Un "Compromiso" que, a pesar de todo, sigue teniendo vigencia en nuestros días, más todavía cuando vemos que, hoy por hoy, los políticos españoles son incapaces de llegar a ningún "compromiso" o "consenso" sobre los temas fundamentales que nos acechan. Para esto, entre otras cosas, sirve la historia, como espejo del pasado en que que poder mirarnos y aprender.
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LEONOR URRACA DE ALBURQUERQUE
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Leonor de Alburquerque, Reina de
Aragón (ca.1380-1455).
Reina de Aragón, nacida hacia 1350 y
muerta en Medina del Campo en 1455. Ocupó el trono de la Corona de Aragón como
consorte de Fernando I entre 1412 y 1416 y fue madre de los infantes de Aragón,
jefes de la aristocracia castellana.
Era hija de don Sancho de Trastámara,
conde de Alburquerque y hermano de Enrique II de Castilla, y de su esposa la
princesa Beatriz, hermana de Fernando I de Portugal. A la muerte de su padre,
heredó el inmenso patrimonio familiar, que incluía grandes dominios señoriales
en Extremadura, La Rioja y Castilla, por lo que fue llamada la Ricahembra.
Su inmensa fortuna la convirtió en la
heredera más apetecible de la aristocracia castellana. En las Cortes de
Guadalajara de 1390, Juan I de Castilla acordó el matrimonio de Leonor con su
hijo segundogénito, el infante don Fernando, llamado posteriormente el de
Antequera. Fernando tenía entonces diez años, y ocupaba ya la cúspide de la
aristocracia castellana, como infante de Lara, duque de Peñafiel, señor de
Castrojeriz, Mayorga, Cuéllar y San Esteban de Gormaz. Su unión con Leonor de
Alburquerque significaba, pues, la creación de un poderoso bastión señorial,
que convertiría a la rama menor de los Trastámara en cabeza de la aristocracia
castellana. La minoridad de los novios hizo que la boda se postergara hasta que
alcanzaran la edad púber. El matrimonio se verificó en la villa de Madrid en
1393, momento en el que era rey de Castilla el hermano de don Fernando, Enrique
III.
Fruto de este matrimonio fueron los
célebres infantes de Aragón: Alfonso -que heredó el trono aragonés como Alfonso
V-, Juan -duque de Peñafiel y posteriormente rey de Aragón y de Navarra-,
Enrique -maestre de la orden de Santiago-, Sancho -maestre de Calatrava- y
Pedro -maestre de Alcántara-. Leonor de Alburquerque dio también a luz dos
hijas: María, que casó con Juan II de Castilla, y Leonor, esposa del rey Duarte
de Portugal.
En 1412, mediante el Compromiso de
Caspe, Fernando de Antequera fue elegido rey de la Corona de Aragón como
Fernando I. La inmensa fortuna de Leonor sirvió para apoyar la candidatura de
su esposo al trono y, posteriormente, para sufragar las campañas contra los
focos de oposición al Trastámara. En 1414 ambos fueron coronados reyes de
Aragón.
Tras la muerte de Fernando I en 1416,
Leonor de Alburquerque actuó como mediadora en el conflicto que enfrentaba en
Castilla a sus hijos, los infantes de Aragón -encabezados por el duque de
Peñafiel- y al rey Juan II y su valido, el poderoso condestable don Álvaro de
Luna. Pero sus maniobras a favor de los intereses de su linaje le valieron la
oposición del rey castellano y de su privado, quienes en 1430 ordenaron su
encierro en el convento de las clarisas franciscanas de Medina del Campo,
convento que la propia reina había fundado. La mayor parte de sus riquezas
patrimoniales fueron cedidas por Juan II a don Álvaro de Luna, lo que provocó
la reacción de los infantes de Aragón, despojados de una parte sustancial de su
herencia castellana. Leonor de Alburquerque vivió los turbulentos
acontecimientos que siguieron, hasta la caída de sus hijos los infantes, desde
su retiro forzoso en Medina del Campo, donde murió tras veinticinco años de
clausura, a edad avanzada.
Bibliografía
BENITO RUANO, E.: Los infantes de
Aragón. Madrid, 1954.
MAC DONALD, I.: Don Fernando de
Antequera. Oxford, 1948.
SUÁREZ FERNÁNDEZ, L.: Los Trastámara
y los Reyes Católicos. Madrid, 1985.
Autor: Victoria Horrillo Ledesma
Texto tomado de:
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FERNANDO I DE ARAGÓN
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(Fernando I de Antequera o de Aragón,
llamado el Honesto o el Justo; Medina del Campo, 1380 - Igualada, 1416) Rey de
Aragón (1412-1416). Regente de Castilla durante la minoridad de Juan II, fue
proclamado rey de Aragón por el Compromiso de Caspe (1412). Llevó a cabo una
activa política mediterránea, retiró su obediencia a Benedicto XIII y se
enfrentó en varias ocasiones a las cortes catalanas, que se negaron a aumentar
los subsidios que les reclamaba.
Fernando I de Aragón
Hijo de Juan I de Castilla
(1379-1390) y de Leonor de Aragón, Fernando I de Aragón contrajo matrimonio en
1393 con Leonor de Alburquerque. En 1390, en las Cortes de Guadalajara, su
padre le otorgó los títulos de duque de Peñafiel y conde de Mayorga. Ese mismo
año falleció Juan I y le sucedió en el trono Enrique III el Doliente, hermano
de Fernando; tras la muerte en 1406 de Enrique el Doliente, Fernando I rehusó
la Corona castellana, aunque asumió la regencia (compartida con la reina madre
Catalina de Lancaster) durante la minoridad de su sobrino, Juan II de Castilla.
A partir de 1407, y en cumplimiento
del testamento real, la gobernación del reino quedó dividida, correspondiendo a
Fernando la mitad meridional, es decir, las tierras situadas al sur de la sierra
de Guadarrama que limitaban con el reino nazarí de Granada. Por esos años
Fernando reemprendió la guerra contra los musulmanes granadinos, iniciada en
los años finales del reinado de Enrique III. Tras una importante victoria
marítima obtenida sobre la escuadra de los sultanes de Túnez y Tremecén frente
a las costas de Gibraltar, hubo de desbaratar una segunda contraofensiva
granadina y en 1406 logró conquistar la ciudad de Zahara (Cádiz). Finalizada la
tregua de ocho meses pactada en 1408, en 1410 Fernando se apoderó de Antequera
(Málaga) tras un largo sitio, acción que le valió el sobrenombre de Fernando de
Antequera.
Al morir sin sucesión directa el rey
de Aragón Martín I el Humano (1396-1410), Fernando presentó su candidatura
junto con otros cinco pretendientes y, tras las deliberaciones de los
compromisarios de Caspe (Zaragoza), fue elegido para ocupar el trono aragonés y
proclamado en 1412. La coronación no se produjo, sin embargo, hasta 1414, y
tuvo lugar en Zaragoza.
En la designación de Fernando, que
supuso el comienzo de la dinastía castellana de los Trastámara en la Corona de
Aragón, incidieron diversas circunstancias, entre ellas el asesinato del
arzobispo zaragozano García Fernández de Heredia a manos de Antón de Luna, lo
que restó popularidad a los candidatos defendidos por ambos: Luis de Anjou,
duque de Calabria, y Jaime de Urgell, respectivamente. Resultaron igualmente
decisivos la animadversión de la burguesía barcelonesa hacia los condes de
Urgell y el apoyo recibido por Fernando de la familia Aragonesa de los Urrea y
de la catalana de los Centelles, así como el del papa Luna (Benedicto XIII), a
través de San Vicente Ferrer.
La oposición al rey estuvo encabezada
por Jaime de Urgell. Aconsejado por su madre, Margarita de Montferrato, y por
Antón de Luna, y contando con el respaldo de la nobleza feudal catalana, Jaime
de Urgell intentó hacer valer sus derechos por la fuerza y en 1413 se levantó
en armas contra Fernando, consiguiendo, con la ayuda de mercenarios
anglofranceses, tornar los castillos de Trasmoz (Zaragoza) y Montearagón
(Huesca) y atacar Lleida. Como reacción a esta ofensiva, Fernando I de Aragón
ordenó a sus tropas el asedio de Balaguer (Lleida), capital de los dominios del
pretendiente, que fue tomada en octubre de 1413. Jaime fue apresado, procesado
y recluido a perpetuidad en el castillo de Xàtiva (Valencia) y posteriormente
en la fortaleza de Uruea (Valladolid), y sus bienes fueron confiscados.
Al ocupar el trono, Fernando de
Aragón hubo de afrontar los graves problemas (inflación, mala administración,
bandolerismo, desórdenes y anarquía) que se habían gestado ya en la etapa del
interregno (1410-1412); para ello, emprendió una reorganización de la Hacienda
Real en Aragón, aumentó la presión fiscal, intentó mejorar el control de las
finanzas y llevó a cabo una reforma municipal de Zaragoza, la capital del reino
(1414).
Pese a su corto reinado, Fernando
consiguió logros momentáneos como la salvaguarda de la integridad de su
territorio (amenazado por incursiones de tropas extranjeras), el buen
funcionamiento de las Cortes y el desarrollo de la economía lanera. No
obstante, fue incapaz de detener la ola de violencia desatada contra los judíos
(agudizada por la predicación de Vicente Ferrer) y de salvar el fuerte
endeudamiento del reino, agravado por las campañas bélicas, por los cuantiosos
gastos hechos en las coronaciones reales, por los desplazamientos y por las
compensaciones económicas a los partidarios de su causa.
Fernando permitió los abusos de los
señores sobre sus vasallos, que quedaron todavía más sujetos a la tierra, y
propició el ascenso de una oligarquía formada por la pequeña nobleza y el
patriciado urbano que pretendía conservar y aumentar sus privilegios. Con el
fin de consolidar su posición y de afianzar lo que en el futuro se denominará
“monarquía autoritaria”, Fernando hubo de realizar importantes concesiones, lo
que implicaba la formación de un régimen basado en las doctrinas pactistas.
En Cataluña, la oligarquía urbana
aprovechó la confusión provocada por las guerras civiles, y en las Cortes de
Barcelona (1412-1413) llevó a cabo una ofensiva destinada a reforzar las Cortes
y la delegación permanente de éstas, la Diputación del General de Cataluña
(Generalitat), que pasó de ser un organismo financiero a convertirse en una
institución con poder de intervención en el gobierno del principado. Por esos
mismos años se creó la Real Audiencia, lo que significó la emancipación de la
justicia respecto del poder real. Esta política conciliadora, sin embargo,
quedó interrumpida cuando el monarca tuvo capacidad para hacer frente a las
exigencias de las Cortes, actitud que dejó bien patente en las de
Tortosa-Montblanc (1413-1414), que hubo de abandonar debido a las reticencias
de los representantes catalanes a otorgarle los subsidios por él solicitados.
Después de consolidar su posición
dentro del reino, Fernando I de Aragón inició una activa política mediterránea
que se centró en la pacificación de Sicilia, sumida en la guerra civil que
desde el fallecimiento de Martín el Joven (1390-1409) enfrentaba a la reina
viuda Blanca de Navarra y a Fadrique de Luna, hijo natural de aquél. De esta
manera no sólo consiguió poner a salvo los territorios sicilianos y sardos,
sino que puso las bases para la política expansiva de su hijo Alfonso. Con el
fin de normalizar la situación y asegurar la soberanía en Sicilia, el rey
nombró en 1412 una comisión formada por cuatro delegados. En 1415, una vez que
la comisión logró la pacificación definitiva, Fernando envió a su segundo hijo,
el futuro Juan II, como virrey de Sicilia.
Más problemática fue la resolución
del conflicto iniciado en Cerdeña debido a la rebelión sarda promovida por
Guillermo II, vizconde de Narbona, con quien Fernando hubo de negociar en 1414
la adquisición de los derechos que como heredero de la casa de Arborea poseía
sobre la isla. En mayo del año siguiente, como consecuencia de la actitud de
Leonardo de Cubell, marqués de Oristany, se produjo un levantamiento general
contra el dominio catalán al que el monarca puso fin mediante la venta de
algunos territorios pertenecientes al citado marquesado. Otros hechos
destacables dentro de esta fase de expansión por el Mediterráneo fueron la
tregua firmada con Génova (1413) y los tratados de amistad ajustados con el rey
de Fez y con el sultán de Egipto, hecho éste que permitió la restauración del
consulado barcelonés en Alejandría.
En el aspecto religioso, Fernando I
de Aragón actuó como mediador en el Cisma de Occidente. En dos ocasiones, en
Morella (1414) y Perpiñán (1415), intentó convencer al papa Luna (Benedicto
XIII) de que renunciase al pontificado; al no conseguir su propósito por la vía
conciliadora, y aconsejado probablemente por San Vicente Ferrer y por su hijo
Alfonso, el rey aragonés optó por acatar la decisión tomada en el Concilio de
Constanza (1414-1415), y en 1416 se separó de la obediencia del papa Luna.
En los años finales de su reinado los
conflictos políticos y sociales se agudizaron, obligándole a enfrentarse a la
oligarquía barcelonesa y a la poderosa Biga; un ejemplo de este enfrentamiento
fue su negativa a pagar los impuestos generales, lo que provocó una fuerte
protesta de los consellers que quedó recogida en el famoso discurso de Juan
Fivaller. Éste consiguió disuadirle y, tras aceptar el pago del tributo, Fernando
abandonó la ciudad camino de Zaragoza, viaje durante el que falleció.
Fernando I de Aragón había contraído
matrimonio en 1393 con su tía, la ricahembra Leonor de Alburquerque, hija del
infante Sancho, enlace que le permitió ampliar su ya rico patrimonio con
extensos dominios castellanos. De esta unión nacieron siete hijos; el
primogénito, Alfonso V de Aragón (1416-1458), le sucedió en el trono; a la
muerte de Alfonso V la corona aragonesa pasaría a manos del segundo hijo de
Fernando, Juan II de Aragón y de Navarra (1458-1479).
Continuando la tradición familiar,
Fernando I de Aragón llevó a cabo una política tendente a asegurar el futuro de
sus hijos y a defender sus intereses castellanos, actitud que indirectamente
favorecería a finales del siglo XV la unión de las coronas de Castilla y
Aragón. Así, su hijo Enrique fue maestre de la Orden de Santiago, conde de
Alburquerque y señor de Ledesma; Sancho fue maestre de Calatrava y Alcántara;
Pedro obtuvo el ducado de Notho; y las dos infantas, María y Leonor,
contrajeron matrimonio con Juan II de Castilla y con Eduardo I de Portugal,
respectivamente.
Texto tomado de:
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