CALLE LA PARRA NÚMERO NUEVE
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Era costumbre en Teruel el que las
niñas que nacían en la calle la Parra número nueve las bautizaran con el nombre
de la patrona de la ciudad. No importa el año, ni el día, lo realmente relevante
es que fue niña y, tanto la madre como la hija, se llamaron, ambas, desde ese
día Emerenziana. Desde luego, la madre ya había nacido allí, en esa misma casa,
hacía veinticinco años. Se casó con el
herrero de Jabaloyas que, pito y bien
mandado, instaló en los bajos la fragua. Había en la calle abundantes
caballerías. Así que, entre carros, herraduras, rejas para los aladros,
balagostes, ventanas, picaportes, llaveras, llaves y demás pertrechos tenía
trabajo suficiente. La moza, Menzianica, creció y se convirtió en una regordeta
y sonrosada moza.
Sucedió que Menzianica, ya mozeta, se
echó un novio del Carrel. Un mozo bien plantao, trabajador, pero pobre. Al
padre no le parecía bien pero, a la madre, con tal de ver a la hija feliz,
cualquier cosa se le acomodaba. Iban festejando e iban pasando los días tranquilamente hasta que llegó el día aciago
en que sorteaban a los mozos para hacer el Servicio Militar. Menzianica aquel
día tuvo malos presagios y a la madre le sentaron mal unas judías de Peracense
que había tenido a remojo en agua del Carburo toda la noche. Chica, le dijo a la
hija, vete a la fuente de la plaza Bretón y tráeme un poco de agua de la Peña
el Macho, a ver si se me pasa. Pero que si quieres. La hija, por su parte,
inquieta, nerviosa, no paraba de arriba para abajo y preguntaba,
constantemente: ¿Ya habrá salido el sorteo? Sin embargo, no se atrevía a salir a San
Juan para enterarse, sobre todo, por miedo a recibir la peor de las noticias:
CUBA.
Llegó la noche y sintió la ronda de
los quintos llegar por la parte de San Juan. ¡Ay, Dios mío! ¡Qué me prisiento lo pior! La ronda paró delante de los balcones de la casa del herrero
y el mozo le cantó una jota en la que iba implícito el “destino”. Luego, a
solas los dos, el se lo confirmó. ¡Sí, pa Cuba y sin remedio!
¡Rediós, dijo el mozo! Si tuviera
dinero podría librarme del Servicio… porque… ir a Cuba es ir la muerte segura.
Con estas angustias se separaron los jóvenes aquella noche.
A la mañana siguiente la madre despertó
a la hija con gran alboroto y grandes aspavientos… ¡Hija, hija, no te lo podrás
creer! El Alcalde ha echado un bando diciendo que librará a todos los mozos a
los que les haya tocado Cuba. Para ello, cada vecino de Teruel tendrá que pagar una
cantidad de dinero que ya se estipulará.
Aquel año, tal como había planificado
el alcalde, ningún mozo de Teruel partió para América. Menziana se casó y, el buen
mozo del Carrel, empezó a trabajar con el suegro. Pasados unos años, luego,
tras la pérdida de Cuba, iniciaron la construcción de una nueva casa sobre el
mismo solar. La casa resultó tan hermosa como la que veis aquí.
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