Son el corazón de la mina, su entraña misma.
Recuerdo de épocas
pretéritas, de legonas y espuertas,
de turolenses excavando
y arrastrando la tierra roja hasta amasarla y hornearla.
Ladrillo rojo, cerámica
verde y azul…
torre acabada.
Aquí quedan los
restos del festín de arte turolense medieval
convertido en “montes”.
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