LA BRUJA TEDERA
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Cuando el Ayuntamiento de Calomarde
quiso abrir al turismo este valle, trazando en toda su extensión un sendero que
atravesaba cañones, cuevas y arcos de piedra viva, los más viejos del lugar
recordaron la maldición que sobre este lugar recaía desde los tiempos de la
Santa Inquisición. Muchos señalaban que era pura leyenda y superchería. Otros, por
el contrario, afirmaban que era cierto y que ya en el año 1876, sobre el 17 de
agosto, habían muerto ahogados Joaquín y Pedro, a punto de abandonar un valle
en el que habían penetrado afrontando un riesgo que luego, daría en ser mortal. Señalaban la gentes que tras ser advertidos de la prohibición, por ecos y voces salidas del averno, perecieron ahogados y
que sólo se salvó la yegua que les acompañaba.
Nada hay escrito sobre este oscuro
asunto que aún, hoy día, atormenta a muchos vecinos de la Comunidad de
Albarracín. Y es que, la leyenda, se trasmitió siempre de forma oral, con
sordina, como temiendo desvelar un secreto cuyo conocimiento podía acarrear la
desgracia en la persona que lo revelara o en el pueblo que lo diese a conocer.
Lo cierto es que la apertura de la
ruta senderista ha hecho que, por fin, la leyenda haya pasado del más severo
secretismo al conocimiento público y a los medios de comunicación. La historia
real o ficticia se remonta a los tiempos de la Inquisición. Tras acabar con la
brujería en toda la Comunidad, hubo un pueblo que se resistió y cuyos
habitantes amparaban, dando de comer y ocultando a las brujas, por el conocimiento
que ellas tenían de las plantas medicinales para la cura de enfermedades.
Se dice que fue el inquisidor Pérez
Prado el que mandó quemar a las últimas brujas de Jabaloyas. En esta ocasión
nada pudo salvarlas y los vecinos que quisieron protegerlas perecieron con
ellas. Solamente una bruja, la bruja madre o bruja Tedera puedo escapar. Subió al monte Jabalón y montada en una
escoba voló sobre las piras de leña ardientes en las que perecían abrasadas sus
hermanas. El olor a carne quemada y los gritos de aquellas pobres desgraciadas
acongojó el viejo corazón de la bruja Tedera que a la vista del paranoico espectáculo,
juró venganza.
Dice la leyenda, mantenía viva y
tenida por cierta en Calomarde, que la bruja Tedera llegó volando hasta el
valle del río Blanco y que, mediante un conjuro, enclavijó las montañas cerrando
el valle y dejando solamente abierto un pequeño orificio por el que algunas
personas le hacían pasar comida a lomos de un borrico. Luego, el valle se abrió
por efecto de la erosión de las aguas.
Todo aquel que sin su permiso se
atreviera a penetrar en el valle perecería. Nadie, desde entonces, ha penetrado
en este valle virgen y ultimísimo reducto de las brujas de la Sierra de
Albarracín. Ni tan siquiera los Carlistas, (muy numerosos en el pueblo dedicado
a don Tadeo Calomarde), se atrevieron a
profanar este santuario aún a pesar del peligro que afrontaron por la
persecución, ahora, de los liberales.
Dicen y comentan en el lugar que la
apertura de este santuario a los turistas acarreará más de una desgracia y que
la bruja Tedera (allí donde esté) hará cumplir su palabra. La descreída
sociedad actual hace oídos sordos a esta leyenda que, nadie sabe a ciencia
cierta, si acaso no es verdadera historia. Por todo ello, sentencian en el
lugar: “El tiempo dará o quitará la razón”.
Lo cierto es que cada día es mayor la
muchedumbre que hasta aquí llega a contemplar tan singular paisaje, última
morada de la bruja Tedera.
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