NO VOTES MÁS A LAS MARCAS BLANCAS
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Sabemos
que el acto de introducir una papeleta de voto en una urna no es intrascendente. Por el contrario, es trascendental y determinante para el desarrollo personal y social. Del voto y del Gobierno que ese voto produzca se derivarán una serie de actuaciones que
determinarán nuestra economía, nuestro trabajo y nuestras circunstancias
personales y familiares. Por ello, a la hora de votar es necesario haber
analizado bien los pros y los contras pero, sobre todo, tener una visión global
de lo que pretendemos. De entrada señalar que el voto de “castigo” puede
producir los efectos contrarios a lo que se pretende. En esencia cabe aconsejar
que, el voto, debiera ir dirigido a un proyecto político y en ningún caso “contra
un proyecto político”.
Los
partidos políticos en su afán de captar votos, estudian detalladamente las
estrategias más perversas para llegar al ánimo del votante. Se rodean de
psicólogos, sociólogos y empresas de demoscopia que visualizan por segmentos
sociales y por edades las intenciones de voto. Conforme a ello, plantean los
programas y los eslóganes (muy importantes para manipular a la mass media). También, como los supermercados, crean “marcas blancas” con las que resolver las dudas del votante despistado o
desencantando.
El
ejemplo de Ciudadanos es paradójico. Se trata de un partido creado sin
fundamentos ideológicos. Su base es estar contra la independencia de Cataluña,
lo cual no es una ideología: será estatalismo (preservación del modelo de
Estado) o interés nacional, o lo que
sea, pero eso no es una ideología (idea compleja que te conduce a un fin). Al
menos, no lo es en la forma clásica del término. Este partido ambiguo, que
predica la honestidad “per se” y cuyo argumento mayor es que ellos lo son (sin haber
gobernado, lo cual mosquea) atrae el voto que sale disparado de otros partidos
moderados y próximos (PP y PSOE).
Un
partido como Ciudadanos es una trampa mortal para tu voto. Tras el debate de
investidura de Pedro Sánchez se ha visto. Pongamos un ejemplo. Imaginemos (no
es necesaria mucha imaginación) un votante conservador del PP que quedó “tocado”
con el asunto de Gallardón y la Ley del Aborto. Si decide abstenerse, sabe
que su voto engorda a la izquierda. Entonces, decide votar a Ciudadanos que es
de derechas/centro derecha y, de esa
panera, mantiene el voto en su ámbito ideológico. A la vez castiga al PP, es
decir, le manda un mensaje: vuelve a la senda ideológica marcada. La sorpresa
de este votante es total cuando oye a Pedro Sánchez que dice tener sus
diputados más los de Ciudadanos, en total 133…, es decir, más que Rajoy (123). ¡Toma castaña!
(con perdón para las castañas). Pero todavía más fuerte sería que Ciudadanos terminara apoyando
un Gobierno de extrema izquierdas gracias a la “previa” (pacto previo que ha
tenido con el PSOE).
Tu
voto de derechas ha ido a parar vía transacción y chanchulleo a la izquierda,
pero no a una izquierda cualquiera… a una izquierda marxista-leninista-tronquista…
en definitiva, populista. Una Gobierno que en caso de llevarse a efecto va a
partir de cuajo tus más sinceras convicciones.
El
ciudadano poco advertido ha sido manipulado y su voto objeto del chanchulleo
más infame. Las soflamas electorales, los wasap, los eslóganes de fácil consumo
como: “Ciudadanos y PP son la misma derecha” han terminado por hacer mella es
sus esquemas mentales. Pero el voto no tiene retorno una vez emitido. Sí que
tiene segundas partes, por ello, con la memoria reciente, no se van a realizar
segundas elecciones. Sería mortal para Ciudadanos.
Nosotros
siempre recomendamos votar el original, en ningún caso la imitación o marca blanca. Pretendemos que usted no se lleve una desagradable sorpresa.
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