EL
PADRE
*
Ha pasado otro año más el Día del Padre, sin pena ni gloria. El Padre, en los últimos tiempos, ha
perdido en el seno de la familia prestigio, autoridad e instrumentos jurídicos (el
principio de igualdad legal se ha sustituido por la discriminación positiva)
para dirigir y conciliar la vida familiar. Los ha perdido de una manera tan seria
e importante que ello ha afectado a su tradicional concepción del mundo. En
poco tiempo ha pasado de una posición patriarcal, a residir casi, en el
ostracismo. Este cambio tan radical. Esta pérdida tan rotunda de “poder” ha
hecho mella en su autoestima. Digamos que el concepto “Padre” está necesitado
de estudio y de reorientación. Hasta el año 1979 (con la Constitución se consagra
la igualdad ante la Ley para ambos sexos) el Padre firmaba en los documentos
mercantiles “dos veces” cuando en ellos intervenía
la “Madre” pues, ésta, carecía de
capacidad jurídica. Esto era así y era necesario revisarlo. Sin embargo, lo
estamos viendo diariamente, en caso de divorcio (ruptura de contrato por una de
las partes) el Padre queda en el más absoluto de los desamparos. Sin casa, sin
hijos y, casi, sin sueldo. No creo que en persona alguna anide la maldad por naturaleza…per
se… Porque, ¿cómo justificar al padre que mata a la madre, al hijo y luego se
suicida? Eso es un acto de absoluto desespero. Un punto final rotundo. Un
clamor desesperado que nadie oye. Una catarsis total. El Padre, antaño dueño de
sí mismo y revestido de la autoridad del Patriarca, ve como ahora ante la más
mínima denuncia es detenido sin pedir ningún tipo de explicación y, a eso, se
le llama: DISCRIMINACIÓN POSITIVA (desaparece la presunción de inocencia).
Por
el contrario, el papel de la Madre se ha reforzado, se establecen ayudas
mutuas, se asocian para su defensa, intervienen en la política, consiguen
sustanciales posiciones de dominio en la familia y dictan el grado y código de
moralidad al que debe atenerse esta sociedad. De aquí nace, por un aparte, la
dejadez y despego del Padre y, por la otra, las ansias protectoras y
autoprotectoras de la Madre. Aparecen,
entonces, leyes que llaman la atención. Una
menor puede abortar sin consentimiento de los padres (aquí es la Madre la que
marca la pauta, pues el Padre suele desentenderse de estos asuntos) y, un menor
puede matar (a un Guardia Civil, por ejemplo) sin que a nadie le alcance
ninguna responsabilidad (ni al menor ni a sus padres).
Urge,
pues, recuperar un equilibrio en el que el Padre vuelva a tener algún protagonismo
en la educación de los hijos. Volver a compartir tareas y responsabilidades.
Instaurar la tutela compartida y marcar
límite a los excesos porque, libertad, no es lo mismo que libertinaje.
Hay
que revisar conceptos pues, lo contrario al machismo no es el feminismo, sino
el “hembrismo”. Un concepto que no
gusta porque en buena medida recoge lo que es una acción disparatada. Uno de
los slogans más difundidos del hembrismo es aquel que apostilla: “Nosotras
parimos, nosotras decidimos”. El Padre, aquí, es un convidado de piedra. Nadie
en su sano juicio puede entender que un hijo (un feto) este a la “voluntad
caprichosa” de quien, la naturaleza, le dio la potestad para llevarlo en su útero.
Un hijo debe ser una vida compartida entre dos y las decisiones, deben ser
paritarias. Con este ejemplo se verá la desmoralización que arrastran MUCHOS Padres hoy día. Su papel en la familia, apenas es de comparsa, en numerosos casos. Bien es verdad que hay mujeres que saben interpretar la ley natural y la
de los hombres con exquisita lucidez. De esas, el Padre, se siente orgulloso.
Muchas
veces hemos comentado como la mujer ha sido marginada en prácticamente todas
las religiones y culturas a través de los tiempos y lo sigue estando aún, hoy
día, en muchos casos. Pero, buscar el equilibrio no estriba en desequilibrar la
balanza en el otro sentido. Analicemos la Ley Sobre la Violencia de Género y
veamos si da buenos resultados o si, por el contrario, nos tiene metidos en un
túnel sin posibilidad de ver la luz. Si la Ley no reduce, año tras año, la tasa
de niños, mujeres y hombres muertos por la Violencia de Género, es de sentido
común modificarla para buscar otra legislación más eficaz. Empecinarse no es
buen método, sobre todo, si está por medio la vida de un ser humano. La Leyes deben estar al servicio del individuo, no el individuo al servicio de las Leyes.
*