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Silencio… silencio… rachas de viento
frío y copos azules de primavera macerando un rostro aterido. Toda la provincia es, ¡ya!, un sonoro Maestrazgo de viento y fuego, de veneno y triaca... de eros y tánatos. Un sueño
de fantasías, misterios y paisajes eternos y vacíos. Un blog escrito en bosques con carbón, con hierro y, a veces, una apasionada senda que conduce al infinito. Por
estos caminos de queso, lana y miel, anduve de niño de solead en soledad. Mi camino iniciático
fue el del Maestrazgo, entre Cantavieja y Castellote. Hasta Cantavieja en aquel
ancestral coche de línea que salía de la Fonda Utrillas, lleno de pollos, simientes, sulfatos, garrotes, corbellas, legones, cuerdas,
albarcas… a ra fin, todo el mercado
de Tergüel a cuestas. Entre Cantavieja y Castellote no había coche de línea
así que, hice el camino a pie con la esperanza de que mi hermana estuviera en
Bordón. Primero atravesé la venta de Mirambel después, Olocau del Rey pisando
la raya de Castellón para llegar, finalmente, a Bordón. Como no había teléfono
me encontré con la sorpresa de que no había nadie en casa, los vecinos me
avisaron de que habían salido sin indicar destino. Tomé de nuevo camino hacia
Las Planas y los Alagones, dejando a la derecha a Luco y sus gatos. Por la
carreta no pasaba ningún coche… pregunté y me avisaron: sobre el medio día pasa
la Citroën del cartero. Venía "petada", pues hacía de “taxi” y “propio” a la vez.
Para esa hora ya estaba con los pies a remojo en el pantano de Santolea.
¡Maldito calcero! Desde entonces sé lo que es el Maestrazgo aunque, no lo
sabría explicar. No sé, verdaderamente, si es la línea que va de la vida a la muerte
o de la nada al infinito. Si es una atropellada senda de confusión o un camino
certero hacia la luz. Agua y piedra, bosque y páramo… ermitas diseminadas y
piedra seca. Robustas construcciones en plazas fuertes… guerreras. Liberal o
carlista. De abismales barrancos y peñas royas. Pilones entre la niebla y peirones
en los cruces donde el maligno tienta al hombre débil: ¡Maestrazgo! Extendido por
el ocaso al ritmo que camina la sombra de los pinos. Ahí esperas, ínclito, para
comerte al viajero, avisado y leído. Tierra del Cid y de Antón Castro pero, también y sobre todo, de masoveros y casas torreadas. De ventanales góticos y
de patios de canto rodado junto a la botija de agua fresca. Monjil y frailuno, soldadesco, pastoril y palaciego. Raíz y esencia de la estirpe almogavar. Atravesado por el río más culto de España bajado de la luna de Sollavientos hasta el Ebro.
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LA MANCHETA
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