EL ASEDIO A TERUEL POR LOS CARLISTAS
Y "PROCLAMA" DE NARVÁEZ TRAS SU LIBERACIÓN.
(ENNA, AÑO 1843)
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El general Enna y el comandante Inestal
ponen cerco a Teruel. El general Narváez, desde Valencia, sube a Teruel y hace
huir a los sitiadores. Teruel, por su
resistencia al ataque carlista, será recompensada con el tercer componente de
su escudo (el mantel) y verá confirmados todos sus títulos. Antonio Pirala,
Cosme Blasco, Pruneda y la Revista de Madrid nos dan noticias de este suceso. El día, 4 de julio de 1843 entra Narváez en Teruel y en septiembre de ese mismo año, es proclamada la mayoría de edad de Isabel II.
Así
nos relata lo sucedido Antonio Pirala: “Narváez, que había aprovechado los
primeros días de su mando en enterarse del estado general del país, conoció que
no tenía tiempo que perder, y al ver que
el regente continuaba en Albacete y no se amenazaba a Valencia, salió de ésta
el 2 de junio, reunió en Segorbe 3.300 infantes y 300 caballos, comprendió lo
que importaba la actividad en aquellas circunstancias, y con valiente audacia
corrió en auxilio de Teruel, sitiado por Enna con tres batallones y el que
condujo Inestal desde Valencia.
Pero
era grande el desaliento de Enna o por el mal sentido en que veía sus tropas, o
por su falta de resolución, que de todo había, y era esta falta tan grande, que
al proponerle Inestal un plan de operaciones lo desechó sin más razón que el no
atreverse a ejecutarlo. Veía aquel comandante lo funesto de tan peligrosa
inacción y no queriendo participar de ella, y sabedor que Narváez se
adelantaba, salióle al encuentro con el proyecto de sorprenderle en un pueblo
donde sabía que pernoctaría; hace dejar a su tropa las mochilas para que
marchase más ligera, quedando a custodiarlas algunos soldados, y cuando iba
gozándose del resultado que esperaba obtener, que sería de grandísimas
consecuencias a la sazón, y que no se le ocultaba, recibe a las pocas horas de
marcha el aviso de que las tropas de Enna desertaban por compañías, más
obedientes a la voz de los instigadores que a las que les imponía la disciplina
y el deber de la subordinación a su jefe. Retrocedido Inestal para atajar con
su energía esta deserción, a la que no contribuyó poco la debilidad de Enna, y
llegó cuando éste levantaba el sitio y su campo, para dirigirse a las sierras de
Cuenca, donde ya vimos que tampoco se resolvió a ayudar a Iriarte, para
despronunciar a aquella ciudad.
Sin
obstáculo pudo entrar Narváez en Teruel el 4 (de julio), aumentaba su gente con
la que abandonó a Enna y necesitando inspirar confianza en la liberal tierra de
Aragón dio esta proclama, que no podía menos de ser favorablemente recibida:
{Valencianos,
catalanes, aragoneses. Españoles todos. Colocado al frente de una división por
el voto de un junta patriótica, confirmado por el ministerio de la Guerra,
constituido en Barcelona, y dispuesto a sacrificarme por mi reina y por mi
patria, creo llegado el instante de dirigiros mi voz, manifestaros mis
pensamientos, y trazaros el plan político como mi corazón, de acuerdo con mi
cabeza, han formado.
Proscrito y oscurecido en tierra extraña,
merced a las mezquinas pasiones de un soldado ingrato, lloraba las desventuras
del suelo que me vio nacer, y deseaba ardientemente que el cielo les pusiese
coto. Dividida, por desgracia, la España en encontrados partidos, aparecían sus
males de dificilísimo remedio; pero la Providencia, que escuchó los votos de todos
los españoles honrados, ha querido salvarnos y nos ha salvado.
Un
ministerio producto fiel de la nación legítimamente representada, alzó el grito
de unión en medio del Congreso. Este grito de unión ha resonado a orillas del
Sena, y los que derramábamos el llanto de los desterrados sobre sus aguas,
hemos abrazado el programa del ministerio López con todo el entusiasmo de
nuestros corazones. Sí, valencianos, compatriotas todos: mil veces os lo
repito. Al desenvainar mi espada de
nuevo, mi ánimo no es de defender a un partido, es defenderlos a todos del
desprecio con que han sido pisoteados por el gobierno que va a caer. El que en
las circunstancias actuales quisiera destrozar la Constitución del 37 y abatir
el pabellón de la patria; el que quisiera hollar el trono de nuestra reina; el
que, volviendo la vista atrás, intentase reacciones, de cualquier color que
fuesen, destruyendo la bandera de unión
que se ha proclamado, sería indigno del nombre español, merecería que todos
unidos cayésemos sobre él para anonadarle.
Este
es el voto mío y el de mis compañeros, españoles: este es el voto que cumpliré
a todo trance. El que nos suponga otras intenciones, quien nos señale como
venidos a resucitar otra bandera, ese es un enemigo del alzamiento nacional, un
malvado que trata de dividirnos para diferir nuestro triunfo. Unión, pues, españoles;
nuestra causa, la de la libertad y la de la reina, ha triunfado para siempre:
ni en España ni en el extranjero hay quien pueda contrarrestar la voluntad unánime
de todos los partidos enlazados por la voluntad unánime y robusta de todos los pueblos.
Teruel, 4 de julio de 1843. Ramón María NARVÁEZ.}
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