DESLENGUADAS
Por Hugo Miquele
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Tengo verdadera curiosidad por
saber cómo hablan hoy los habitantes del Matarraña, por ejemplo. Si
atendiéramos a algunas intervenciones realizadas esta semana en la Cortes de
Aragón, seguro que tienen serias dificultades para expresarse en su lengua
vernácula. Al fin y al cabo, se han cercenado sus derechos más fundamentales,
se ha atentado contra su riqueza lingüística, se les ha hurtado su dignidad.
Y todo, porque el tripartito de
izquierda, en una composición análoga a la que arrasó Cataluña durante dos
legislaturas, decidió entregar su patrimonio cultural a nuestros singulares
vecinos y ahora, Las Cortes de Aragón, con la misma legitimidad, han decidido
recuperarlo.
Aragón es una comunidad
milenaria, que ha sufrido numerosos expolios de nuestros vecinos durante años,
por eso sorprende la obsesión de algunos partidos aragoneses por seguir
entregando nuestro patrimonio, como si de un diezmo al señor se tratara. Es ese
complejo de inferioridad que les lleva a doblegarse cuando se habla de
cuestiones históricas, a reinventar logotipos como el actual de las Cortes de
Aragón, renegando de una historia de la que deberíamos sentirnos orgullosos. A
mirar para otro lado cuando los proyectos de trasvase son a Cataluña y no a
Valencia, a residenciar el conflicto de los bienes en una cuestión
eclesiástica, para eludir mayores compromisos.
La modificación de la Ley de
Lenguas ha levantado ampollas en Cataluña, donde sentían como un triunfo la
cooficialidad, imposición y normalización del catalán en nuestro Aragón
oriental. A partir de ahí, comenzaron las burlas y la ridiculización de la ley,
inventando nombres que en el texto legal no aparecen. Pero lo más bochornoso ha
sido el seguidismo de algunas intervinientes de Aragón, títeres y cómplices de
esa ridiculización.
La lapao no existe, es un invento
de aquellos a los que les cuesta reconocer que la ley establece una única
lengua: la aragonesa, con modalidades lingüísticas habladas en diferentes zonas
que se regularán en un futuro, siempre deforma voluntaria.
La ley reconoce y protege el
aragonés, y esas modalidades que suponen un orgullo para muchos pueblos,
molestos con la imposición del catalán. Donde no estaban dispuestos a aguantar
que venga un señor a decirle a un habitante de Benasque, por ejemplo, que lo
que habla son vulgarismos y que debe
aprender a expresase bien en catalán. El patués es la lengua, o variante
lingüística, que aprendió de sus padres y seguirá hablándolo así toda su vida.
En el texto legislativo se regula
la creación de una academia, se promueve su conservación, protección y
promoción, se fijan los derechos de los hablantes a expresarse y comunicarse
con la administración. No se impone nada, su uso es de carácter voluntario.
¿Qué les molesta tanto a nuestros detractores? ¿Qué deje de llamarse catalán?
Contribuir y jalear la
ridiculización que realiza los medios de comunicación catalanistas, y hacerlo
desde aquí, es una afrenta a nuestra comunidad y a nuestra historia. Este tipo
de desprecios son los que explican lo que sucedió hace dos años. No es sólo una
cuestión lingüística, es una cuestión de dignidad.