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jueves, 17 de enero de 2013

Enero2013/Miscelánea. LIBROS RECOMENDADOS DE ALMAGRO Y SEBASTIÁN

RECOMENDADOS
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A Teruel le cuadra el mito de Penélope. Ese determinismo histórico de construir y derribar, de hacer y deshacer. De estar permanentemente en un círculo interminable e infinito al que le ata su destino. Buena prueba de lo que decimos se constata en estos dos libros, importantes, de Almagro y Sebastián. El libro de Martín Almagro Basch se titula “Las alteraciones de Teruel, Albarracín y sus Comunidades en defensa de sus Fueros durante el siglo XVI”. De obligada presencia en la biblioteca de todo turolense, nos permite conocer, con buen grado de certidumbre, la esencia del hombre turolense. Su manera de conducirse en los asuntos públicos. Su deseo vehemente de ordenar su vida en torno a Leyes justas. Su fidelidad a principios básicos encaminados a garantizar la supervivencia del orden espiritual y social en plena convivencia. Martín Almagro nos relata como Felipe II entró en Teruel “a saco” y acabó con la más preciada institución turolense: su Fuero. Aquel conjunto de Leyes con las que se regían los turolenses y que habían sido otorgadas por Alfonso II de Aragón en nombre de Dios. Por ello en su defensa estuvo, también, el todopoderoso clero turolense al igual que en el episodio de la Inquisición. Fue con la llegada del duque de Segorbe cuando comprendimos/eron que lo nuestro era hacer y deshacer. Con Fernando II, el Católico, ya sufrieron nuestras Leyes una primera y dolorosa afrenta y ahora era el momento del golpe definitivo. La recompensa fue unas “Ordinaciones” para la ciudad, los Fueros generales de Aragón y un Obispado. La acción del rey-cesar supuso, perdida de vidas y haciendas y la ruptura del orden social. Mientras, la villa primero y luego ciudad, iba construyendo intramuros y aún en el exterior, edificios, monumentos, puentes, acueductos, obras de arte singularísimas con que adornar su vida cotidiana y con las que elevar y dignificar el culto a Dios. Todo ello nos lo muestra Santiago Sebastián en su libro “Los monumentos de la ciudad de Teruel”. Y aquí, el de Villarquemado, vuelve a reflejar el mito de Penélope. En la primera mitad del siglo XX se produce en Teruel una de las mayores catástrofes  ocurridas en su patrimonio. El 75% de la ciudad es destruida. Desparecen iglesias y monumentos sin posibilidad de recuperación. San Jaime, San Juan, el Hospital, la casa del Capítulo, se dañan gravemente construcciones religiosas y civiles (el Mudéjar, Los Arcos). La población tiene que marchar en éxodo a Valencia y muchos ya no volverán. A pesar de todo, Teruel vuelve sobre si misma y con empeño renovado, vuelve a levantar la vieja ciudad. Inicia de nuevo la marcha y mira hacia delante confiada en que no vuelva nunca a repetirse lo pasado. Si Teruel es una tierra difícil, por el clima y por la escasez de los recursos naturales, los turolenses han mostrado a lo largo de su existencia un apego a este trozo de tierra en que les ha tocado vivir, como no se viera en otras partes. Luchar por su tierra y sacarla adelante, ha sido su estrategia. Los males, siempre, nos han venido de fuera: La Inquisición, el cesarismo monárquico de Felipe II, el Carlismo  que atacó en dos veces la ciudad, los republicanos en la Guerra Civil, que eligieron a Teruel como víctima de su desesperada contraofensiva y que dejó, a la postre, una ciudad rota.
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