LAS FUENTES DE LA PLAZA DEL TORICO
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Durante siglos, bajar al río con un animal al que se le había colocado unas aguaderas y dentro de ellas cántaros para subir agua del Turia a la ciudad, fue tarea diaria. Si la tarea era realizada para amerar el aljibe, se decía que era un trabajo azofra, a vecinal o a concejada. En esencia, una tarea para la comunidad a la que estaban obligados todos los vecinos en riguroso turno. También se podía pagar el jornal y que fuera otro vecino el que realizase la tarea. La traída de las aguas, por Pierres Vedel, fue recibida por una magna Procesión General que presidió el Capitulo General Eclesiástico en pleno. Esta obra llegó, funcionando perfectamente, hasta la segunda mitad del siglo XX en Teruel. Desgraciadamente sólo queda la fuente de la casa del Deán. También hay que señalar, que la debilidad del acuífero de la Peña el Macho hizo que durante los años de sequía o en periodo de estiaje, las fuentes quedaran secas.
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Primero fue ponerle puertas al camino, al camino que une Valencia con Zaragoza o Zaragoza con Valencia, igual da. A la puerta de arriba, a la del Tozal, la bautizamos con el nombre de Zaragoza. La puerta de abajo, junto al hotel Cristina la llamamos de Guadalaviar. Entre ambas puertas dos calles (de la Albardería y del Tozal) y una plaza con muchos nombres: Mayor, del Mercado, de Carlos Castel y del Torico, que de todas estas formas se le puede llamar y de todas sabrá darle razón el turolense avisado. Villa primero, luego ciudad, fue siempre frontera y como tal, provista de métodos de resistencia frente al enemigo. Según el modelo jaqués, la casa tenía corral con huerto para resistir en caso de cerco y el ganado lanar, en caso de peligro, se llevaba a Monteagudo del Castillo. Se puso a prueba el sistema defensivo con las Guerras de los dos Pedros (siglo XIV) y efectivamente hubo problemas. El rey mandó entonces venir a Juan Fernández de Heredia para que hiciera aljibes en la Plaza Mayor. Dos están rehabilitados y del tercero sólo ha quedado rastro documental aunque, hay quien dice, que lo tiene Muñoz para refrescar la botija. Pasaron, alto o bajo, dos siglos y en el año 1537 llamaron a un francés que andaba por Aragón (dicen que por Mora) haciendo obras de ingeniería, un tal Pierres Vedel, para que trajera agua a las mismísimas plazas de la ciudad. Trajo el agua y puso una hermosísima fuente en la Plaza del Mercado de Teruel. De dicha fuente no ha quedado canto de piedra, ni esquirla de bronce; sí que ha quedado, sin embargo, una descripción de la misma que ahora trasladamos: “mantiene sobre columnas que arrancan de su base una hermosa taza labrada con cabezas de toros entre ellas, que arrojan por las bocas el agua que sube a ellas por una columna salomónica, que en medio de las otras con robustez mantiene el edificio; cúbrese la taza con una media naranja igualmente labrada de medio relieve y recibe en sí otra en garganta plana; por la parte alta admite en sí una como caja de bronce dorado, labrada en filigrana con cuatro bolas a las esquinas y en su llanura colocado un pequeño y hermosos toro de bronce dorado con una estrella entre las astas, que son las armas de la ciudad.” (Martínez Ortiz, relato contenido en un manuscrito anónimo del siglo XVIII)
Así, en 1375 se construyen los aljibes. En el año 1558 la primitiva fuente de Vedel, la primera que tuvo la ciudad. Para el año 1858 se construye la actual fuente del Torico con su taza, columna y minúsculo toro. Fuente que todavía pervive y que, ahora, se alimenta de la red general de abastecimiento. Tiene que llegar el siglo XX para que el agua corriente llegue a las casas de la ciudad. Primero tuvo que llegar la luz eléctrica para poder elevar, con motor, el agua desde los pozos existentes en frente de los Franciscanos y abiertos en la margen derecha del Turia, hasta los depósitos del cementerio. Luego se buscó agua en Caudé (pozos) y más tarde en San Blas (pozos y pantano).
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Burros con aguaderas a por agua a la Fuente del Torico.
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