LA ESCALINATA
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La Escalinata de Teruel es actualmente, más que una obra al servicio del ciudadano, un monumento artístico digno de ser visitado por propios y extraños. Los escasos viajeros que llegan en Tren a Teruel prefieren, lógicamente, subir a la ciudad en ascensor o bien por la cuesta de Victos Santos Pruneda Soriano. Lo mismo les sucede a los usuarios del Instituto Ibáñez Martín y de las oficinas de la DGA. La historia de esta escalera parte con la llegada del Tren a Teruel en el año 1901 a lo que eran las huertas del Conde de la Florida. La instalación de la estación ferroviaria en este punto siempre supuso inconvenientes para la movilidad de los viajeros. Conscientes las autoridades de ello y en una época en que el ferrocarril suponía el más moderno avance en las comunicaciones, decidió el consistorio de la mano de José Torán de la Rad, la construcción de las mismas. Las obras concluyeron el año 1921. La Escalinata arranca de una posición inmediata a la puerta de la estación del ferrocarril y tras atravesar la acequia del Alfambra, que nace en el azud de las Atarazanas, inicia el tramo de subida en escalera. A mitad de la construcción, aproximadamente, se abre un rellano profusamente decorado, con una fuente y un altorrelieve del escultor Aniceto Marinas. Al mismo tiempo la escalera se decora con lámparas profusamente decoradas con motivos mudéjares y turolenses. Hay buena aportación de escudos heráldicos que representan las poblaciones más importantes de la provincia. La Escalinata en su estructura básica es un continente relleno de materiales por lo que, en sus paredes y por las grietas que se producen con los asientos de la obra, siempre crecen hierbas que la afean. Con todo, la obra es digna de admiración y ofrece al viajero que llega de visita a Teruel, una primera sensación de monumentalidad. La Escalinata fue recientemente restaurada, con más acierto que el Óvalo al que va a dar.
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