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martes, 19 de febrero de 2019

Febrero2019/Miscelánea. TENER A DIOS POR LA GARRA

COGER A DIOS POR LA GARRA
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Lo decía, un amigo pancrudino, de un filólogo oscense: “Éste tiene  a Dios cogido por la garra”. Que viene a significar: “Estar en posesión de la verdad”. Si en el pensamiento cristiano Dios es la VERDAD absoluta, tener a Dios agarrado por la pierna (en aragonés, garra) viene a significar que, los asertos (dichos por aquel que tiene a Dios cogido por la garra), tienen una parte muy sustancial de VERDAD o de verosimilitud.
Encinacorba tiene (en estado de ruina) una ermita llamada ermita del “Esconjuradero”. Esconjurar es una práctica religiosa mediante la cual y, tras repetidas invocaciones al Altísimo, se lograba desvanecer los peligros de las tormentas  que pudieran poner en peligro las cosechas. En esta ermita, uno de los edificios patrimoniales más antiguos de la villa, se encontraba (ahora en la parroquia) entre su mobiliario, un retablo gótico (ya restaurado) y un Cristo románico con las “Marías” (éstas sin restaurar). El conjunto: el Cristo y las imágenes de la Virgen y San Juan formaban (y  forman) un tradicional calvario.
La imagen de este Cristo llagado es espectacular y ha participado en diversas exposiciones organizadas, tanto por la DPZ como por el Arzobispado de Zaragoza.
Fuera de los actos propios de esconjurar, el resto del tiempo, los vecinos subían hasta la pequeña ermita con sus peticiones. La cabecera del pequeño templo estaba llena de exvotos. Las imágenes, también, cubiertas por una patina de polvo negro producido por el humo de los cientos o miles de velas hasta aquí llegadas para alcanzar el beneficio pretendido, siglo tras siglo.
Pero, sin duda, hay un detalle conmovedor. En el propio madero en que está crucificada la imagen de Cristo y, justo debajo de sus pies, se colocó una anilla de hierro a la que atar determinadas ofrendas. Seguramente eran peticiones excepcionales cuya atención era prioritaria. Es fácil de entender… una enfermedad, la perdida de los bienes, la zozobra por los hijos… o cualquier otra calamidad imprevista.
Aquí queda patente la necesaria proximidad, el rozar con la mano el cuerpo de Cristo, el comprometer con insistencia  la resolución de un problema acuciante.
Tras un periodo de tiempo, las ofrendas se cortaban y volvían a ser sustituidas por otras, no menos acuciantes. Era pues necesario tener a Dios cogido de la garra o casi. Lo mismo, las personas pudientes (nobleza) construían en sus palacios una capilla y tenían pagado a un sacerdote para su servicio. En otras ocasiones construían capillas en la propia iglesia o catedral.
A Dios, es preciso tenerlo bien agarrado de la “garra” y de vez en cuando estirar de la pierna por si se ha olvidado de nuestros problemas.
En todas las iglesias que he visitado, en la zona en la que fueron devastada en 1936, uno de los primeros objetos muebles que se adquirieron e instalaron en su correspondiente capilla fue, un Cristo.
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