EL PASO POR
TERUEL DE SAN VICENTE MÁRTIR Y SAN VALERO
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Leyenda de Jaime
Caruana y Gómez de Barreda***
Publicada en
Teruel, en el año 1965, siendo director de la Biblioteca Pública y profesor del
instituto Ibáñez Martín.
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San Valero y San Vicente
La Puebla de Valverde
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Desde Roma,
capital del orbe entonces conocido, lanzó el emperador Diocleciano la orden de
apresar a todos los cabezas y jefes de la Iglesia Cristiana, dando comienzo con
ello a una de las persecuciones más crueles y sanguinarias que la Historia
recuerda.
En virtud de
esta orden fueron apresados entre otros muchos el anciano y bondadoso obispo de
Zaragoza Valero con su diácono el joven Vicente.
Y hallándose en
Valencia el Prefecto Daciano, encargado de hacer cumplir los edictos del
Emperador, fueron llevados a esta ciudad levantina ante su presencia.
Esto ocurría por
noviembre del año 303 de nuestra era.
Teruel, situada
exactamente en la mitad del camino entre Zaragoza y Valencia, conserva la
tradición y el recuerdo del paso de estos dos santos por su tierra.
Según es
tradicional, existía entonces –por donde se encuentra hoy el convento de las Clarisas-
una torre. Era sin dudad una construcción que servía de atalaya y vigilancia
sobre la vía romana y, a la vez, de lugar de descanso para los correos y los
viajeros que, marchando de una a otra de estas ciudades, recorrían su largo
trazado.
Y es tradicional
que en aquella torre descansaron Valero y Vicente tras la penosa y dura jornada
del día.
Acaso,
entumecidos y aterridos por el frío intenso de estas tierras, que en los
finales de noviembre es ya riguroso, arrojados a alguna lóbrega mazmorra de aquella
torre, oraron antes de entregarse al descanso.
Pero el áspero y
frío terruño de Teruel otorgó reposo a los fatigados cuerpos de aquellos dos
venerables Santos. Acaso el último descanso que en la tierra tuvo el cuerpo del
mártir Vicente.
Porque es bien
sabido que Vicente ante Daciano habló briosamente defendiendo la fe de Cristo,
y tanto molestó al cruel prefecto la cálida y encendida palabra de Vicente, que
ordenó someterle a tormento.
La rueda
crudelísima. El potro que distendía su atlético cuerpo mientras uñas y garfios
metálicos rehundían en su carne y le desgarraban profundamente con horribles
dolores. El flagelo aplicado con la brutalidad de quienes no consiguen doblegar
a un alma recia. Y en fin los tormentos más variados se le aplicaron en vano.
El Santo Vicente
sufría los atroces dolores sin queja y
afirmaba que sus verdugos podrían destrozar su cuerpo, podrían quitarle la vida
entre tormentos, pero jamás podrían quitarle a su Dios, que, según decía con pleno
convencimiento, se encontraba en el interior de él.
Daciano,
exasperado, ordenó someterlo al último grado de tormento y el cuerpo de San
Vicente, el mártir, desgarrado y sangrante, fue colocado sobre la parrilla
incandescente de carbones y hierros al rojo, sin que el Santo se doblegara ante
el nuevo suplicio.
Cansados los
verdugos ante fortaleza tan extraordinaria, arrojaron el cuerpo del mártir a un
calabozo.
Un testigo que
vio este lugar afirma que era una prisión lóbrega, a donde jamás llegó la luz
del sol, donde las tinieblas eran eternas y pavorosas. El suelo de la mazmorra
estaba de intento formado por montañas de cascotes cerámicos y piedras de
aristas agudísimas para que se clavaran en las carnes del desgraciado que allí
fuera arrojado sin permitirle descanso alguno.
El Santo diácono
Vicente sufrió con entereza aquella nueva tortura y como es sabido exhaló su
último suspiro cuando su cuerpo lacerado y destrozado fue depositado en un
lecho de fragantes rosas el 22 de enero del año 304 de Cristo.
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***DOCTOR EN
FILOSOFÍA Y LETRAS – ARCHIVERO, BIBLIOTECARIO Y ARQUEÓLOGO – PROFESOR NUMERARIO
DEL INSTITUTO (IBÁÑEZ MARTÍN) – ACADÉMICO C. DE LAS REALES ACADEMIAS DE LA
HISTORIA Y SAN FERNANDO – CRONISTA DE TERUEL. A su vez, fue el padre de Jaime
Caruana Lacorte que nació, el 14 de marzo de 1952 en Valencia y fue Gobernador
del Banco de España entre julio del 2000 y julio del 2006
El Poyo de San Vicente Mártir en Bueña
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