TERCERA Y CUARTA INTERNACIONAL
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NACIONALISMO RANCIO,
PERO VIVO
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El nacionalismo es una ideología
que ha tenido gran éxito, pero que también ha causado a la humanidad un enorme
dolor. Se dice que todas las guerras del siglo XX las ha causado el
nacionalismo. Nace como tal a finales del siglo XVIII, delimita un pueblo y un
territorio, pero resuelve sus crisis expoliando y haciendo la guerra a sus
vecinos como ya se hacía hace 5.000 años. El veneno del nacionalismo ha
infectado al marxismo que es por esencia INTERNACIONALISTA (¡arriba los pobres
del mundo!), de manera que, el obrero, se ha dejado seducir por esta idea
abandonando, sin el más mínimo pudor en muchos casos, sus principios
internacionalistas y revolucionarios. Aquí viene a cuento la pegatina que
encabeza estas líneas: la izquierda anticapitalista, chomskyana, comunista, apátrida
y atea es (¡oh señor!) firme defensora de los derechos de los pueblos (vivir para ver). Toda esta falacia, propia
de analfabetos culturales se envuelve en un ropaje democrático. Ahora resulta
que la DEMOCRACIA (su democracia)
está por encima de todo. Y, ¿qué democracia? ¿con qué calidad y con qué
garantías? ¿acaso sea el modelo ruso,
chino, venezolano, coreano del norte o cubano? Olvidando que en nuestra
ancestral cultura Judeo-cristiana no es lo primordial (es, la democracia, un
instrumento para un mejor gobierno). Lo primordial es la garantía de los
derechos del hombre y la obligación de cooperar al bien común con “sus
obligaciones”. Lo primordial es la garantía de la LIBERTAD, de la individual,
de la colectiva, de la de pensamiento y expresión. Que lo fundamental es la
cooperación mutua (expresión muy anarquista) para el mejor desarrollo del
individuo, la familia y la sociedad en general. La democracia, pues, no lo
justifica todo (en un linchamiento, todos votan a favor). La democracia debe de
estar al servicio del hombre y no al revés, el hombre nunca debe estar al
servicio de un pueblo, de una lengua, de una raza... (nazismo).
Estas doctrinas que han dado tan
granados y sanguinarios dictadores (Lenin, Estalin, Hitler, Mussolini, Mao…)
siguen haciendo mella y malla o red entre los adolescentes. Por mucho que los poetas nos
alerten, el peligro siempre está latente. Dice Salvador Espriu respecto a esos
dictadores: “Alguna vez es necesario y forzoso/ que un hombre muera por un
pueblo, / pero nunca ha de morir un pueblo entero / por un solo hombre.” De
esta manera, hoy día, claudican los pueblos enteros ante estos dictadorzuelos
arropados de dignidad “democrática”. El ejemplo palpable de cuanto decimos es
Cataluña y de como, buena parte de esta población, ha caído presa en las garras
del nacionalismo más rancio (lloraba el líder de Esquerra suplicando
independencia) y retrógrado. Al nacionalismo catalán, hijo del liberalismo y
alimentado en el egoísmo de las clases burguesas echan leña los iletrados de
“Izquierda Anticapitalista” (que yo no se bien, quién son, ni qué se les ha
perdido en esta fiesta).
Para entender el extraño maridaje
entre marxismo y nacionalismo con
que hoy día nos ilustran los saputos de NI-NI hay que ir a las conclusiones de
la TERCERA INTERNACIONAL, a tal efecto ver el artículo que se cita a principio
de este escrito. En esa ocasión se plantea la necesidad de liberar a los
pueblos oprimidos. Y es, este principio, una advertencia bien cierta pues, nadie debe ni puede estar sometido a otro. Se trata de
los pueblos colonizados, aquellos ocupados por una potencia extranjera y
privados de su gobierno y de sus leyes. Sin embargo, hay que recordar que la
Segunda República española fue colonialista (Sahara) y que en la segunda mitad
del siglo XX, con Franco, España se
desprende de todas las colonias.
¿Dónde está pues, en España, la
causa de los pueblos oprimidos? El asunto es de lo más burdo e increíble que se
pueda imaginar uno. Resulta que Cataluña y País Vasco (provincias vascas) las
regiones más favorecidas y de mayor renta per cápita de España son, ahora, “naciones
oprimidas”. A tal efecto (según los marxistas) hay que aplicarles la “doctrina”
de la Tercera Internacional y proceder a su liberación. La realidad es que Cataluña
ni está oprimida ni está en España a la fuerza. Desde el matrimonio del conde don
Ramón Berenguer IV y la reina aragonesa doña Petronila de Aragón, los catalanes, al menos
eso se firmó, entran por propia voluntad en la Casa de Aragón (matrimonio en
Casa). Luego, los catalanes han votado todas las constituciones españolas.
La estrategia comunista consiste
básicamente en apropiarse de pequeños territorios, visto el fracaso del
comunismo en los grandes países del mundo en los que tienen que abrir,
rápidamente, áreas de LIBRE COMERCIO renunciando en buena medida a la economía planificada. Hoy ya no es
posible la revolución a gran escala y sería inviable un vuelco revolucionario
que convirtiera una nación europea en un nuevo estado comunista. La Guerra
Civil española (36-39) fue la primera derrota del comunismo estalinista en el
campo de batalla. Esta derrota ha sido tan mal digerida por el
marxismo-comunismo que todavía se lamen las heridas. A tal efecto y casi a
diario tenemos en el Diario de Teruel una dosis de “guerracivilismo” en que la
parte republicano-marxista nos cuenta historias tremendamente tergiversadas.
Este fin de semana visitaron de nuevo el Muletón. ¡Increíble!... pero cierto.
Así pues, los comunistas están
por la labor de echar leña en la hoguera del nacionalismo y del
independentismo: catalán, vasco y gallego. Se trata de fracturar el Estado
español y capturar territorios para la causa. Saben que las burguesías
regionales son “tigres de papel” y que rápidamente se pueden desprender de “sus
servicios” llegado el caso. Esto ya se vio en la Segunda República española,
pero parece que no aprendemos de los errores. La historia hay que conocerla
para no repetirla… se dice (yo no lo veo tan claro).
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Chavismo, una mezcla de comunismo, nacionalismo, populismo e idealismo de raíz cristiana. Financia (con su petróleo) la desestabillización política allí donde encuentran eco sus dislates. Venezuela es refugio de los etarras perseguidos por la justicia española.
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Una Europa de minúsculas naciones sería inviable e imposible de gobernar. Tal sucedería si extrapolamos el modelo español a nivel continental.
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