Alfonso I el Batallador, por Iñaki
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HACIENDO MEMORIA SOBRE NUESTRA HISTORIA COMÚN Y EL FUTURO DE NUESTROS PUEBLOS
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Reyes, reinos,
señorío civiles y eclesiásticos, fueros, exenciones, leyendas, dehesas y
boalajes, aleras forales, derecho de saca, cabañeras y ligallos… y un sin fin
de leyes y privilegios, proceden, de la complicada época de la reconquista hispánica,
allá en la ya lejana Edad Media. De todo ello, lo que más patentemente hace
perder el juicio al español medio son los privilegios fiscales/forales de Navarra y
País Vasco, todo ello sumado a las exenciones fiscales en el IBI de la Iglesia
Católica, otras religiones y Oenegés. Resulta, por lo injusto e insolidario, altamente llamativo que la izquierda socialista e igualitaria, sí pida terminar con el privilegio de la Iglesia Catolica, pero no lo haga con el "Cupo Vasco", el "Amejoramiento del Fuero Navarro y pida un trato especial para Cataluña.
Sin embargo, hoy día hay una pieza sangrante
en la política de la Península Ibérica que tiene su origen remoto en la Marca Hispánica. Se trata del
asentamiento en suelo peninsular de una parte del pueblo Franco ( ahora, catalanes) y
su difícil encaje en nuestro sistema institucional (en realidad económico, también
quieren como los vascos, privilegios). Una parte de esos Francos (catalanes) que se incorporaron por voluntad del conde don Ramón Berenguer IV a la Monarquía
Hispánica al contraer matrimonio, el conde-franco con la reina aragonesa doña Petronila,
están por disolver la unión casi 1.000 años después. El lector podrá comprender
lo inmensurable de tal disparate. Estos mismos franco-catalanes votaron el compromiso de Caspe y todas las constituciones nacidas en España, desde 1812.
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Ahora, a comienzos del siglo XXI,
cuando todavía no se ha apagado por completo el modelo político económico y
social que se creó con la Reconquista, podemos analizarlo con un poco más de
sosiego y detenimiento. Para ello, nos acompañaremos con estos breves textos de
la “Agenda de Aragón 1999” y que relacionan personajes importantes de nuestra
historia con la construcción de la Gran Seo de San Salvador en la inmortal ciudad de Zaragoza.
La caída del Imperio Romano dejó
un espacio que ocupó, rápidamente, una religión en expansión: la musulmana.
Roma estaba ya, desde Constantino, cristianizada y juega un gran papel ideológico
en un proceso mediante el cual se quiere volver a recuperar toda el área del mediterráneo
que perteneció al Imperio. En la Península Ibérica no habrá Cruzada como tal, o
con tal nombre, pues la reconquista misma es una Cruzada contra el infiel. Ésta se larva en el tiempo por las muchas dificultades, disputas y a
veces falta de perspectiva del objetivo final. Para tiempos de duda allí estaba
la Iglesia, predicando y con sus grandes templos que mostraban claramente la majestad
de Dios y la importancia de volver a la fe verdadera, todo el “territorio” perdido. Sancho
Ramírez se consolida como rey tras su visita al Papa en Roma, el vasallaje debido
(500 mancusos de oro y todas las iglesias que se conquisten), la concesión al
monarca de la bandera roja y amarilla (portaestandarte papal) y el respaldo de
Roma a la nueva monarquía aragonesa.
La reconquista en la práctica, más
que grandes batallas, es la ocupación del territorio, de todo el territorio.
Son pastores que bajan del norte, vascongados, castellanos, navarros y
aragoneses, junto a los celtíberos, los que se asientan definitivamente en la Ibérica y desde entonces tenemos datos fiables de población. Allí donde hay una fuente plantan unas casas, unas majadas y una
iglesia pequeña que luego en los siglos XVII y XVIII convertirán en suntuosos
templos barrocos. Son foralistas en el derecho, feudales en lo jerárquico y su
economía se basa en el ganado extensivo. Para ellos, en particular, la
reconquista son nuevas tierras de pasto. Se entenderá así que Jaime I privara a
Aragón de cualquier pretensión foral o de soberanía sobre Valencia pero, sí que
les concedió (era los que ellos querían) innumerables privilegios de pastoreo y
transito de ganado en Valencia.
Los pueblos de Teruel,
arracimados en torno a un pequeño caudal o una fuente, han sobrevivido a duras
penas hasta nuestros días. El modelo medieval de poblamiento tenía y tiene
muchos problemas para sobrevivir. La Edad Moderna y su periodo de prosperidad
con la manufactura de la lana sólo hizo que retrasar el desenlace. Un desenlace
que se inicia con la Guerra de la Independencia, en la que ya comienzan a
romperse las líneas de la exportación de los textiles y que siguió, con las
Guerras Carlista, una puntilla que no pudo
superarse.
El siglo XIX es el siglo de los
cambios y los problemas se les amontonan a los Liberales. Guerras internas,
guerras en América, división en partidos, golpes y pronunciamientos,
revoluciones, I República, modernización (sanidad, educación) de España con
escaso dinero y, por fin, las DESAMORTIZACIONES. Un tema tremendo éste, sólo
los liberales se atrevieron a tocar, con reparo, eso sí, y pagando, a la
todopoderosa Iglesia Católica que constituía el más sólido ejemplo de SEÑORÍO
nunca conocido en la península.
Pero, el elemento que más ha
cambiado la faz de España como consecuencia de las medidas tomadas en el siglo
XIX, ha sido y con mucho todas las leyes relativas a la higiene, la sanidad y
también, las de educación universal (Moyano).
La GRAN explosión demográfica se
produce en España a finales del XIX y hasta 1950 somos un país eminentemente
rural. En los años 60 y 70 del siglo XX se produce el éxodo masivo del campo a
la ciudad (más de 90.000 turolenses abandonan
su tierra). A finales del siglo XX un periodo de fuerte inmigración parece
esconder el problema. Pero el problema persiste y es de difícil solución. El
modelo de poblamiento MEDIEVAL está agotado, las masías murieron hace tiempo y
los pueblos lo están haciendo ahora de forma dramática e irreversible. Son los efectos colaterales de la
gran operación histórica de la Reconquista peninsular. Operación que no sólo conquistó un
territorio, sino que lo pobló de acuerdo con unos parámetros medievales y que nos ha
dejado herencias como el problema de la foralidad Navarra y vasca o el tema de
la mala ubicación de una parte del pueblo franco (catalanes) en territorio peninsular.
La Edad Media es la olla en la
que se cocinó la Monarquía Hispánica, con sus reyes, sus catedrales, sus
fueros, sus reinos, sus señoríos, etc., etc., una madeja compleja y que todavía
está dando muchos quebraderos de cabeza a los políticos.
Porque, ¿quién se atreve a
quitarles los fueros a los vascos? A fin de cuentas, estos privilegios, son una
afrenta para el resto de los españoles. Los fueros vascos y navarros, son pues,
la Edad Media en el siglo XXI en estado puro.
De la misma manera una catedral,
en este caso la Seo de Zaragoza, nos remite a otra época y otras
circunstancias. Al menos las catedrales nos sirven como reclamo turístico y
fuente de dinamización económica. Pero, deshacer una madeja hilada durante tantos siglos y
tantos intereses resulta abrumador y tarea, para muchas generaciones todavía.
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Carta del Diario de Teruel con fecha del 14/11/2014. En ella se percibe el difícil futuro de nuestros pueblos.