Los Gacheros volvieron a Calamocha echando humo.
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CRÓNICA DE LA PRIMERA EXPEDICIÓN MARÍTIMO-COMERCIAL DE CALAMOCHA A
NUEVA YORK
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Hoy (26/11/2014) es noticia en el Diarreo de
Teruel. Ha atracado en el puerto fluvial del Jiloca, en el muelle 36 del Puente
Romano, el trasatlántico Titanic. Se trata de la primera expedición realizada
por el famoso barco dedicado, tras su reflotación y readaptación, al transporte
de mercancías. Había que enviar a Nueva York un cargamento de perniles de
Teruel D. O. compuesto por 520.000 jamones y 125.000 paletillas (645.000 piezas). Era la primera expedición y se solicitaron
voluntarios entre todos los hombres de nuestra provincia. Se presentaron en
bloque, como un solo hombre, todos Los Gacheros: “El que vale pa comer, vale pa
trabajar”, dijeron sin titubear. Tras más de un mes de travesía han vuelto
sanos y salvos a casa; aunque hay que advertir que, algún gachero, viene algo
perjudicado debido a los avatares del viaje y otras dificultades derivadas del
manejo de la mercancía.
Todo iba de maravilla después de
bajar por el Jiloca hasta Calatayud. De Calatayud hasta el Ebro, fue un paseo.
Llegados al Mediterráneo la travesía se prometía tranquila y como los días
pasaban aburridos, los gacheros mataban el tiempo en continuas lifaras y refrigerios.
Ya habíamos pasado las Azores y gachero Guillermo dijo: “Qué no le meteríamos
mano a un pernil de los que van en la bodega…” Todos coincidieron (suelen
coincidir a la hora de ponerse a comer) en que, efectivamente no se notaría.
Uno de los gachero marchó hasta
las bodegas a por un pernil. Pero lo que parecía una faena de rutina y sin
importancia se convirtió para él en un calvario. Abrió la trampilla y bajó a la bodega. Rápidamente comprobó que de allí dentro salía un olor a podredumbre insoportable.
Olía a carne cruda putrefacta. Todos los jamones y paletillas se habían podrido
o estaban en trance de hacerlo. Rápidamente salió de la bodega pues por
momentos era incapaz de soportar la tufarrina y el hedor que aquel amasijo de
carne despedía. Empujó la trampilla que había caído al entrar y ésta no cedió.
Volvió a empujar y, nada. Asustado pidió auxilio a los compañeros que andaban
de borrachera por el barco. ¡Socorro, a mi los Gacheros! Todo fue inútil. Golpeó
y golpeó con todas sus fuerzas, pero nadie le ayudaba. Pensó que ese era el
final de sus días. Todo por culpa de un Consejo corrupto. Trató de contener la
respiración en un intento de sobrevivir a costa de lo que fuera. Con las manos
se tapó las narices y cerró la boca: “Que sea lo que Dios quiera”, se dijo,
encomendando su alma al Altísimo. Al instante perdió el conocimiento y su cuerpo
como un pernil de bodega cayó a plomo en el suelo.
Cuando despertó, todos los
gacheros le rodeaban con una sonrisa en los labios. Como él los mirara con expresión de ira, le
dijeron: “¿Es que no sabes aguantar una broma, o qué?” Le pusieron delante un
espejo y quedó horrorizado. Toda la sangre de su cuerpo se había agolpado en la
cara dejando un rostro rojo como la sangre que se echa a las morcillas.
Bueno, dijo el jefe de Los Gacheros, no os preocupéis. Diremos al llegara a Nueva York que viene con
nosotros un nativo americano, un miembro de la tribu de los Sioux, vamos, un piel roja. Llegaron
pues a Nueva York, descargaron la mercancía y aquello fue peor que lo de las Torres
Gemelas. Una terrible epidemia pudorosa se extendió por toda la ciudad. La
gente caía muerta por las calles y el desorden y el caos se apoderó de la
ciudad hasta el punto de considerar su desaparición como un hecho cierto.
Mandaron mensajes, Los Gacheros, al
Consejo indicando que Nueva York desaparecía del mapa por completo. Los del
Consejo tomaron medidas inmediatamente. Una ciudad tan importante como Nueva
York no puede desaparecer, nuestro descrédito sería total. A un tal Guillem (apodado
“el tarjetas”) se le ocurrió que los pueblos del Jiloca rotularan las calles
con los nombres de las correspondientes calles de Nueva York que, ciertamente,
iban a desaparecer. Así se pregonó y se comenzó inmediatamente por
Villarquemado. Al final, Nueva York se salvó una vez más, pero en Villarquemado
conservaron los nombres de las calles hasta el día de la fecha, más que nada, por pura y perezosa rutina.
Total que, de aquel viaje sólo
quedó: nuestro descrédito como jamoneros, un gachero con el cuerpo royo como un
tomate y, finalmente, la rotulación de las calles que abajo dejamos fotografiadas en
Villarquemado.
Desde aquella maldita expedición se rompió el comercio de perniles con USA dejando el negocio en franca ruina y, los muelles del Jiloca, desmantelados.
Desde aquella maldita expedición se rompió el comercio de perniles con USA dejando el negocio en franca ruina y, los muelles del Jiloca, desmantelados.
¡Por fin en casa! Dijo Marcial nada más poner el pie en el muelle 36 del
Jiloca. Esta noche cenaremos en CASA PACA.
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Calle UNO de Villarquemado
corresponde a la
Primera Avenida de Nueva York
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Calle DOS de Villarquemado
corresponde a la
Segunda Avenida de Nueva York
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Calle TRES de Villarquemado
corresponde a la
Tercera Avenida de Nueva York
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Calle CUATRO de Villarquemado
corresponde a la
Cuarta Avenida de Nueva York
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Calle CINCO de Villarquemado
corresponde a la
Quinta Avenida de Nueva York
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