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lunes, 3 de noviembre de 2014

Noviembre2014/Miscelánea. IGLESIA DE CALAMOCHA (EXTERIOR)

Veleta de forja modernista en la torre de Calamocha.
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CALAMOCHA, OTOÑO Y EL JILOCA
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Desde que nace sufre intermitencias y hay dudas sobre su verdadero nacimiento. Se abre, luego, desde el hondo de los ojos más profundos, pero ya, agua pura y rotunda. Llegando a Calamocha ya se siente cantarín y capaz de fecundar una y mil vidas. Besa la iglesia de Santa María la Mayor por sus espaldas y no quiere ver su monumental fachada. La portada es mixtilínea, barroca, dieciochesca como un retablo mayor puesto en la calle para que todos vean su hermosura, sus columnas compuestas, sus detalles... La calle Castellana baja barro de tormenta, y agua de nieve, y hielo de páramo jilocano. La plaza de España sabe a munícipe, a curia y a veleta modernista sobre la torre. Hacia la huerta el río nos sorprende con la dulzura de su agua represada en azud tras pasar el Puente Romano. Hay una fábrica de luz y otra de mantas, ambas cerradas. Hay lavadero de lanas… hay flujos y reflujos de agua, sumideros, surgencias y un convento de monjas muy vacío. Palacios señoriales por la calle Castel y perros lamiéndole la pierna a San Roque omnipresente. Deliciosa vereda del cauce del Jiloca cubierta de hojas amarillas de chopo y de noguera. Unos adolescentes sobre el puente estudian la historia de Roma en este tres de noviembre vacacional. Hasta el cauce llegan los ecos de la feria, el ruido de motores, el sonido constante del dinero que va de mano en mano. Es Calamocha, capital del Jiloca, mal que le pese a Daroca. Una anciana barre hojas en el camino hacia su casa mientras el pelo se le cuaja de un otoño apacible, cálido y novembrino. 
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