UN PASEO POR EL XILOCA
*
Vendrá el final de la eras. Los
casquetes polares se diluirán como un azucarillo. Las ciudades padecerán una
boina de contaminación permanente. Las alergias acongojarán/acojonarán a los escolares y
desquiciarán a las madres. Y, cuando los
hombres hayan revuelto la basura de la tierra una y mil veces, cuando las
ciudades sean una femera infame… todavía quedarán paraísos perdidos. Lugares propicios
para la vida. Cursos de vida llenos de agua. Veredas azules como las mañanas de
otoño. Atardeceres rosas y “Verdes Veranos”. Los que sean listos acudirán a
estos manantiales de vida, a estos oasis de felicidad y pasearán de la mano de
sus hijos leyendo los carteles que coloca Chabier de Jaime sobre el Chopo
Cabecero. Por ello, algunos quieren mantener en secreto estos lugares
privilegiados e impiden que se anuncien en cualquier medio de comunicación. Pasas por la Autovía Mudéjar y no puedes
imaginar la belleza que se esconde tras los páramos del amplio valle jilocano.
Es el tesoro escondido de Calamocha, reacia a enseñar sus reliquias a los
forasteros. ¿Qué quiere ver la iglesia...? Pues, venga cuando haga el cura misa, nos
dijeron en el Ayuntamiento. Es verdad, ya no es la época de la publicidad a
toda costa. El turismo de masas toma cualquier espacio natural y lo deja en la nada. A
Calamocha la atraviesa un tesoro que antaño sirvió para regar sus campos, mover
turbinas, fabricar luz, hacer mantas y
moler el trigo. Hoy el río es un canto a la felicidad y a un futuro risuelo. El
que sepa vivirlo… ¡qué lo viva!
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*