VILLARQUEMADO Y EL CÁÑAMO
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Como en toda el área del alto
Jiloca, también en Villarquemado por supuesto, se cultivaba con asiduidad el cáñamo.
Su prohibición llegó en el año 1958 pero, siendo yo un niño de ocho años todavía se cultivaba
en todo el alto Jiloca. Pasaba los veranos en la estación minera de Cella y de allí
subíamos a la del Central (ahora Adif). Luego tomábamos la carretera y por esa
inmensa recta llegábamos a Villarquemado. Terminados los asuntos que tenía que
hacer mi padre volvíamos andando de nuevo a la estación de Cella. Sugestionado
por las historias que me contaba mi padre, al tornar en el ocaso, volvía la
mirada sobre aquel pueblo que se alejaba de nosotros lentamente y lo adivinaba
refulgente, como surgido entre las llamas y arrasado completamente por ellas.
Nadie, desde luego, ha podido con Villarquemado. Nadie ha logrado, ni logrará
abatir el deseo de supervivencia de sus habitantes, ni tan siquiera, en las
peores condiciones. Tras la supresión del cáñamo, vinieron más decretos y más
cierres. Se trataba de ahogar una economía que había sobrevivido con tenacidad
durante siglos gracias a la ganadería y el policultivo. Vino el hachazo sobre la remolacha y
sobre el azafrán (zafrán) y sobre el ganado lanar y se incrementó en toda el área
la emigración. Fue necesario desecar más y más área de laguna para incorporarla
al cultivo del cereal. Luego, la carretera se convirtió en el principal eje
económico y allí se asentaron los talleres, los bares y los pocos negocios que
quedaron. A las calles de la parte alta hubo que ponerles número y
efectivamente se llaman ahora: calle uno, dos, tres, cuatro, cinco… Y, Villarquemado
vivió unos años siendo noticia por los accidentes en la carretera y por el
radar que aquí ponía la Guardia Civil de Tráfico. El Boletín Oficial de la
Provincia se lleno con nombres de personas y matriculas vascos que acudían a
las playas de levante a toda “pastilla”: aquí, ineludiblemente, pagaban su tributo y su peaje. Pero, así como es corta la dicha en la casa del pobre, corta fue la vida
de esta travesía. La autovía A-23 o Autovía Mudéjar, puso el penúltimo punto de
crisis en la zona. Otra vez el pueblo quedó en precario, a la espera de que el
tráfico se espese y la gente pare en el taller o en el bar. Mientras, la laguna
se ha desecado y las expectativas de un desarrollo de turístico sostenible están
hechas trizas: la avaricia rompe el saco. Los tiempos han cambiado, las clases
medias están fritas a impuestos y un maná, como el de Gallocanta, no volverá a
caer. Los dos ejes económicos de Villarquemado está secos: la carretera y la
laguna. Queda el monocultivo del cereal, la famosa PAC, cada día en más
precario y las granjas de gorrinos. Por todo ello, los choceros,
deberán intentar crear o desatascar nuevas o viejas fuentes de riqueza. Tienen una asociación cultural en la que bien pueden plantear sus líneas de desarrollo futuro.
Para eso está una revista (AGRAMAR), para debatir y sacar a la luz la problemática
actual y ofrecer vías de solución. Ahora, de nuevo, se ha legalizado el cultivo
del cáñamo industrial… Aquel cáñamo que se agramaba en los agramaderos del pueblo o se enviaba en bruto por
transporte ferroviario después de arrancado y apilado en rimas.
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Calle Miguel Artigas
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La carretera Nacional Sagunto- Burgos.
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