LA FUENTE DE LOS
SANTOS
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Fue a finales de noviembre del
año 303 de nuestra Era cuando, San Vicente y San Valero, salieron de Teruel
para continuar de nuevo viaje en dirección a Valencia lugar al que se dirigían,
presos, por orden del Emperador Diocleciano.
A las pocas horas de marcha,
atravesando un puerto y varias cañadas, llegaron a un lugar llamado La Puebla de
Valverde. Entraron en la villa por la puerta de Teruel. Y, aunque férreamente
escoltados -por la guardia romana- para impedir la proximidad de la gente, la población salió a la calle Mayor para aclamarlos y para ofrecer pan y vino a
estos dos justos varones cuya fama de santidad ya se pregonaba por toda la
Iberia.
A la salida de la villa y, a
escasos pasos de la puerta de Valencia, hay una vaguada donde crece el pasto
para el ganado. En aquellos pagos andaba un pastor dando voces y clamando
porque su ganado se moría –irremisiblemente- por no encontrar agua para darle
de beber. Alertados los santos varones por las voces de aquel desdichado
pidieron permiso para intervenir en su favor.
Cuenta la tradición popular, en un relato
trasmitido oralmente de generación en generación que, mientras San Vicente se
apartó bajo unos árboles a orar, San Valero tocó (como un nuevo Moisés) con su
cayado la tierra y esta, inmediatamente, comenzó a brotar agua. Por instantes
se llenaron los charcos, las badinas y las pozas en las que el ganado logró
saciar su sed.
No pasó mucho tiempo para que el
pastor y la gente del lugar iniciaran la construcción de una magnífica fuente y
zariche para el ganado, en el lugar mismo de tan extraordinario suceso. Hoy día,
todavía, se conservan en una hornacina situada en lo alto de la fuente dos
pequeñas esculturas que dan fe de aquellos sucesos imborrables. Se trata de las
figuras de SAN VALERO y de su diácono SAN VICENTE MÁRTIR.
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El Ventorrillo
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