María Concepción Fuentes Goyanes
Primera mujer alcaldesa de Cella (UCD) y, también, la primera en la historia de la provincia de Teruel. Ella es, nuestra praticular "Clara Campoamor".
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La UCD logró la victoria en los comicios del 3 de abril de
1979 en España con 28.960 concejales y el apoyo del 30,6% del electorado. El
PSOE quedó en segundo lugar con 12.077 concejales y el respaldo del 28,2% de
los votos. El PCE conquistó la tercera plaza con 3.732 concejales y el 13,1% de
los sufragios.
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Cuando en España se proclama la II República ni las mujeres, ni las monjas (doble condición) ni los sacerdotes (los curas) podían votar a Cortes Generales. La conquista del voto fue el logro de una gran mujer: Clara Campoamor.
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EL VOTO DE LA MUJER EN ESPAÑA
Texto tomado de La Voz de Galicia
(El artículo rompe tópicos y mitos)
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Cuando en España se proclama la II República ni las mujeres, ni las monjas (doble condición) ni los sacerdotes (los curas) podían votar a Cortes Generales. La conquista del voto fue el logro de una gran mujer: Clara Campoamor.
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EL VOTO DE LA MUJER EN ESPAÑA
Texto tomado de La Voz de Galicia
(El artículo rompe tópicos y mitos)
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El voto femenino, el «gran pecado
mortal» de Clara Campoamor
Obtuvo el título de Derecho en
dos años y fue la primera mujer en hablar en las Cortes Españolas. Consiguió en
1931 que se instaurase el sufragio femenino, pero le costó su carrera política.
Redacción 12 de febrero de 2014.
LA VOZ DE GALICIA
Cuando en 1931 Clara Campoamor
logró el sufragio para las mujeres pese al sorprendente veto de la izquierda,
solo había dos parlamentarias en las Cortes. Inició un largo camino de apertura
cuando el siglo XX enfilaba su primera década y a ella se le debe la plena
defensa de la igualdad de la mujer. Sin embargo, en su época, la incansable
luchadora por el derecho de la mujer a decidir soportó la incomprensión, no
solo de sus oponentes, sino también de sus compañeros de partido, incapaces de
asumir la independencia política y social del sexo femenino.
Cuando al término de la primera
Guerra Mundial varios países concedieron el voto a las mujeres, los políticos
españoles debatían si les dejarían ejercer el sufragio en las elecciones
municipales, siempre que no estuviesen sujetas a la «autoridad marital». El
primer régimen que incorporó ese derecho fue la Dictadura de Primo de Rivera
(1923), pero limitado a los comicios locales. No fue hasta la Segunda República
cuando se concedió sin trabas.
Dos mujeres fueron las
protagonistas, las abogadas y diputadas Clara Campoamor y Victoria Kent
(Izquierda Republicana). Ambas apoyaron posturas opuestas en el debate, que el
1 de octubre de 1931 acabó con la aprobación del sufragio femenino por 161
votos a favor y 121 en contra. Lo apoyaron el Partido Socialista, con señaladas
excepciones, como la de Indalecio Prieto; la derecha y pequeños núcleos
republicanos. Votaron en contra el propio grupo de Campoamor, los radicales
socialistas y Acción Republicana.
La victoria de la diputada causó
un gran revuelo y la airada protesta de
Indalecio Prieto, que la calificó de «puñalada trapera a la República». Los
argumentos de rechazo que enarbolaba aquella izquierda pueden parecer risibles
hoy, pero no queda muy lejos la controvertida implantación del 25 % de cuota de
participación femenina en las listas electorales del PSOE, un partido que
proclama la igualdad. Los izquierdistas coetáneos de Campoamor aducían la
supuesta dependencia de las españolas de la Iglesia y temían que eso hiciese
que su voto se decantase a la derecha. En su alegato daban por sentado que las
mujeres se dejaban llevar por la emoción y carecían de «reflexión y espíritu
crítico».
«Maduras» a los 45
Acción Republicana, uno de los
partidos que votó en contra, proponía el sufragio para los hombres a partir de
los 23 años. En cambio, fijaba el límite de edad para las mujeres en 45 años,
en base a su supuesta inmadurez anterior en «voluntad e inteligencia». Al fin,
en las elecciones de 1933 las ciudadanas españolas pudieron acogerse al
artículo 34 de la Constitución que equiparaba los derechos electorales de los
ciudadanos de ambos sexos, mayores de 23 años, y ejercer el sufragio.
La izquierda atribuyó la victoria
derechista de la Ceda al voto femenino y culpó por ello a Clara Campoamor, que
no consiguió renovar su escaño. Al año siguiente abandonó el Partido Radical y
pidió ingresar en Izquierda Republicana, pero le abrieron un expediente y
votaron en público su solicitud, que fue denegada. Cuando, también con el voto
femenino, ganó el Frente Popular, escribió el libro Mi pecado mortal. El voto
femenino y yo, pero su carrera ya estaba destrozada. Huyó del país al estallar
la guerra civil y murió, olvidada, en Suiza en 1972.
Homenaje de Google un día después
de la votación del PP a favor de la reforma de la ley del aborto
Clara Campoamor, icono universal
de los derechos femeninos, levanta este martes simbólicamente la cabeza en el
doodle de Google, casualmente, un día después de que el PP ratificase este
martes en las urnas su apoyo a la reforma de la ley del aborto de Gallardón. Si
la semana pasada el buscador rompió una lanza a favor de la igualdad,
enarbolando la bandera gay en su logotipo con motivo de la inauguración de los
Juegos Olímpicos de Sochi, hoy el gigante de Internet parece respaldar, con un
guiño a Campoamor, el derecho de las mujeres a decidir.
Clara Campoamor (Madrid,
1888-Lausana, Suiza, 1972), en plena batalla por el derecho del sufragio de la
mujer, sentenció que «solo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar, las
demás las hacemos todos en común». «No podéis venir aquí vosotros a legislar, a
votar impuestos, a dictar deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la
mujer y sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras». Esta declaración de
intenciones, recogida en la obra El voto femenino y yo (Editorial Horas.
Madrid, 2006), supone solo una pequeña parte del discurso vital que convirtió a
Clara Campoamor en la defensora por excelencia de los derechos de la mujer.
Mujer contra mujer
La batalla en las Cortes no fue
fácil para la republicana. Su vota a favor se enfrentó con el de la otra
representante femenina, Victoria Kent, del Partido Radical-Socialista, que se
posicionó en contra. «Es necesario aplazar el voto femenino», sentenció durante
el debate la malacitana Kent, licenciada en Derecho y nombrada directora
general de Prisiones al proclamarse la República. «Entiendo que la mujer, para
encariñarse con un ideal, necesita algún tiempo de convivencia con el mismo
ideal. No se lanza a las cuestiones que no ve claras y por eso entiendo que son
necesarios algunos años de convivencia con la República», argumentó.
La madrileña Clara Campoamor, que
citó a la coruñesa Pardo Bazán en una de sus intervenciones, replicó con cierta
ironía a Kent: «Yo y todas las mujeres a las que represento queremos votar con
nuestra mitad capaz masculina, ya que no hay degeneración de sexo, porque todos
somos hijos de hombre y de mujer, y recibimos por igual las dos partes de
nuestro ser». «Una clara victoria». Así tituló días después la revista Gracia y
Justicia una ilustración en la que se veía a Campoamor boxeando con Victoria.
Las palabras del discurso de
Clara Campoamor aquel 1 de octubre de 1931 son difíciles de olvidar. Era la
primera mujer que hablaba en las Cortes Españolas. Fue rotunda ante los
argumentos que exponían los principales opositores al sufragio femenino (el
bajo nivel cultural de la mujer y la influencia que sobre ella ejercía la
Iglesia). La republicana recordó la rápida equiparación de la mujer con el hombre
en términos de analfabetismo durante el período 1868-1910, rebatió las palabras
de los diputados que calificaban a la mujer como un ser incapaz y, citando a
Humboldt, afirmó que la única forma de madurar en el ejercicio de la libertad
es caminar dentro de ella. Lo consiguió. Tras la votación el artículo 36 de la
Constitución de 1931 establecía que «los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores
de 23 años, tendrán los mismos derechos electorales conforme determinen las
leyes»
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